¿Quién es Mercedes Navarro?
Soy una andaluza, feminista, que lleva como Mercedaria de la Caridad toda la vida (¡desde el famoso 1968!), doctora en Psicología, en Teología y especialista en Ciencias Bíblicas, que se dedica a las dos profesiones, aunque no por igual. Trabajo más como biblista, aunque nunca abandoné el ejercicio de la psicología clínica. A ratos, también pinto. Antes componía canciones, pero la vida no me da para tanto. Me encanta el arte.
Entrevista realizada por Javier Martínez Andrade
Te recuerdo en Salamanca, de estudiante, allá por los 80… y ya entonces eras feminista…
Sí. Feminista militante. Aunque tengo conciencia de la discriminación de género desde los 9 años, fue en Salamanca, a finales de los años 70 con la Asamblea de Mujeres, cuando descubrí el movimiento y me descubrí a mí misma como feminista, compartiendo la mayoría de sus objetivos. Creo que en aquellos momentos leí todo lo que se había escrito en español sobre el tema y, aunque ahora parece poco, en aquellos momentos era bastante. Desde entonces, ha pasado mucho tiempo. La autocrítica del feminismo permitió que se fuera haciendo más diversificado y plural. Por eso, yo siempre hablo del feminismo en singular, evocando lo que nos une como movimiento planetario, y en plural, feminismos, para hacer visibles las numerosas diferencias incluidas en cada uno de ellos.
Se consiguieron cosas…
Desde luego. La militancia, que pasó por momentos duros, por la persecución y la descalificación, tuvo numerosos logros y cambiaron muchas leyes, conductas machistas legalizadas y culturalmente interiorizadas y, sobre todo, hizo visible la capacidad y el poder de las mujeres cuando se unen para conseguir un mundo mejor e inclusivo, no en abstracto, sino en lo concreto. Tener una cuenta corriente propia, administrar tu propio salario, estudiar lo que decidas, elegir tu pareja o poner límites en las relaciones sexuales… cambió la vida de muchas mujeres y de muchas familias, y fue abriendo camino a eso que todavía no está conseguido: la percepción individual y social de la igualdad básica y la dignidad de todos los seres humanos. Algo profundamente evangélico.
Ya que mencionas el evangelio, ¿qué pasa con las mujeres en la Iglesia?
Yo no permito ya esta forma de preguntar. Es a la Iglesia a la que pasa lo que sea con las mujeres, con las que forman parte de ella y con las mujeres, en general. Y, como imagino que al decir “iglesia” estás pensando en la jerarquía, solo puedo decirte que es ella quien tiene que hacerse la pregunta y buscar sus propias respuestas. Y en caso de que te refieras a la “iglesia” como Pueblo de Dios o Comunidad de comunidades, te diría que pasa algo parecido a lo que sucede en el resto de la sociedad: hay mucha pluralidad y una gran diversidad. En este caso la cuestión es de hombres y de mujeres, de todos/as.
Sin embargo, en la Iglesia, jerarquía o Pueblo de Dios, parece haber más machismo que en el resto de la sociedad.
Ya lo sé, pero no en todas las comunidades, ni en todos los lugares ni de la misma manera. Lo que aparece, lo que se ve, lo que los medios de comunicación dejan plasmado en los titulares, en las fotos, en los reportajes, es ese machismo cerrado e impositivo, propio, sobre todo, de una buena parte de la jerarquía y seguido por muchos grupos y personas de toda condición. Y lo peor es que apoyan ese machismo en una autoridad incontestable, la autoridad divina. Claro que hay que ser consciente de la distorsión de la representación de Dios que hay detrás y las distancias abismales con el espíritu evangélico y el Dios de Jesús. Me da mucho miedo la manipulación de las imágenes de Dios y el uso de lo sagrado. Ese miedo me viene del estudio y la lectura atenta de los evangelios, especialmente el de Marcos, que es con el que más me trato. La manipulación de la Ley y del culto, el uso de lo sagrado para los fines e intereses de los poderosos de la religión y de la política, el engaño, el uso de la mentira y la calumnia, el manejo de los sentimientos religiosos del pueblo, de la exaltación emocional en momentos concretos, la utilización del miedo y la culpa… todo eso ya está en el evangelio de Marcos desde los primeros capítulos.
¿Son machistas los evangelios?
Todos están escritos en el marco del sistema patriarcal. La Biblia entera, como la inmensa mayoría de la literatura de la inmensa mayoría de las culturas conocidas, es patriarcal y está escrita dentro de este sistema. Lo interesante es que tanto en la Biblia como en los evangelios hay historias, personajes, entornos, gestos, símbolos… muy críticos con el patriarcado y, por tanto, igualitarios e inclusivos. Todos los evangelios no son igualmente patriarcales. El de Marcos es el menos patriarcal, con diferencia. No voy a decir, como hacíamos antes, que Jesús era feminista o que tal o cual relato o personaje lo era, porque es anacrónico. Se puede hablar de actitud crítica, de postura contracultural e incluso marginal. Sí que puedo, y eso es lo que hago, leer y estudiar los textos en la perspectiva feminista y usando la categoría analítica de género que clarifica muchas cosas. La exégesis feminista conlleva una interpretación feminista y eso sí es actual y libera a las mujeres y al resto de los humanos. A esa luz, los evangelios y muchos relatos bíblicos son luminosos, poderosos, vitalistas, transformadores.
Todo eso parece genial, el estudio, la exégesis feminista de la Biblia, la teología feminista… pero da la impresión de que suena a elitismo…
No, elitista no es.
… pero sí minoritario, eso no lo puedes negar.
Es una especialidad minoritaria, como lo es la mayoría de las especialidades. Sin salir del humanismo: la filología clásica, la papirología, la historia de la Edad Media, la historia del arte… son especialidades de poca gente. Y es normal que lo sean. Luego está la divulgación, la buena divulgación. Hay áreas de conocimiento que tienen una buena difusión divulgativa y otras que apenas se divulgan. En este país, seguramente por su historia tan difícil y compleja, no ya del nacionalcatolicismo, sino digamos que desde Trento, la ignorancia de la Biblia y de lo mejor del cristianismo es impresionante. A mí me duele mucho. El daño que se ha hecho es tal que ni siquiera el Vaticano II, o mejor, el postconcilio con todo su trabajo en la teología y la Biblia, ha entrado en el pueblo. No hay divulgación, Javier. La buena divulgación es poca y se queda en el pequeño grupo al que se dirige. Esto, en general. Si nos metemos ya con la perspectiva feminista, ni te cuento. Puede llamar la atención un titular o una noticia sensacionalista, pero nada más. Te lo digo por mi experiencia con los medios. No me dedico a la divulgación, pero las veces que lo intenté, en la radio, en la TV y en la prensa, no solo no conseguí nada, sino que se volvió contra mí.
También son estudios minoritarios el acceso a las mujeres y hombres laicos; se dificulta mucho. A una mujer interesada, que tiene trabajo y familia, le supone una proeza estudiar teología y sacarse el título. La Asociación de Teólogas Españolas está llena de estas mujeres heroicas. Imagínate lo motivadas que deben de estar…
Háblame de tu experiencia con los medios
Rápidamente. No ha sido buena, pues me crearon problemas con el Vaticano más de una vez. Un titular en España, por ejemplo, me costó un proceso de diez años por parte de la Congregación de la Doctrina de la Fe. Fue una tontería y, además, sobre algo que no me interesa, como es el sacerdocio femenino.
¿Que no le interesa a una feminista…?
No, la verdad. Y me explico. Apoyo a las mujeres que lo piden porque es una discriminación de género, pero no quiero clero, ni femenino ni masculino. Deseo una iglesia, comunidad de comunidades, laica como Jesús, y ministerial, como las primeras comunidades cristianas. Como religiosa, soy jurídicamente laica. Si hay congregaciones, comunidades, grupos, instituciones, religiosas concretas que se sienten más vinculadas al clero o en otro estatus, es otra historia.
El año pasado la Fundación suiza Herbert-Haag “Por la libertad en la Iglesia” te dio un premio.
Sí, nos dio el premio a Rebeka Anic, una religiosa teóloga croata, y a mí. Con mi premio se premió y respaldó eclesialmente a las teólogas feministas. Es un ejemplo de que la iglesia es diversa y plural. La entrega fue pública y abierta, en Lucerna, una ciudad de mayoría católica en un país de mayoría protestante: una preciosa e interesante experiencia.
Una última pregunta: qué hacer, por dónde seguir, para que la igualdad en la Iglesia sea una realidad
No soy amiga de recetas. Creo que hay mucha gente en ello, entre la que me incluyo. Hay muchas pistas que marcan caminos: en la Biblia y los evangelios, en la historia de la iglesia marginal e invisible (de las mujeres), en la sociedad… Necesitamos buscar y aprender, respetar, acoger, colaborar, apoyar, buscar apoyo… Y las teólogas feministas, que ofrecemos gratuitamente nuestros descubrimientos, necesitamos oídos que escuchen y ojos que vean.