Desmontando mitos sobre las guerras: las verdaderas causaS

 

Luis Ángel Aguilar Montero

“Vivimos en una sociedad de consumo en la que se fabrican armas como un enorme negocio”.

El dinero que mueven las armas, la financiación consentida o el adiestramiento de grupos terroristas a través de los servicios secretos de algún que otro país, con su necesario escamoteo informativo ante la opinión pública, son algunas de las claves causales de esta locura que suponen las guerras y que, lejos de disminuir, nos sumergen en un creciente ambiente bélico mundial. El resto, puro cinismo, excusas, mentiras, cuentos y mitos.

Michel Collon, en su genial artículo “Diez guerras, diez mentiras mediáticas”, desmenuzaba todo un inventario de la desinformación a partir de guerras como las de Afganistán, Bosnia, Irak o situaciones como la de Venezuela…, que siempre tenían un mismo patrón: el mito que parte de una mentira mediática, ampliamente difundida al más puro estilo goebbeliano, un perverso objetivo real y unas terribles consecuencias.

Los mitos que se propagan ante una intervención militar suelen partir de la difusión de un conjunto de mentiras del imperio y de sus poderes mediáticos para justificar el control de determinados países y de sus recursos, inventando pueriles excusas para montar sus guerras y, finalmente, conseguir sus perversos objetivos, que, lógicamente, obvian las terribles consecuencias de millones de muertes, sus llamados efectos colaterales en civiles y niños, y una destrucción de infraestructuras que ellos mismos luego trataran de hacer negocio con su reconstrucción.

Collon nos lo contaba así: “Contra Venezuela y Ecuador, Bush recupera la estrategia de las «armas de destrucción masiva». Como todas las guerras van precedidas por una gran mentira mediática, esta fue la suya. Bush amenaza a Venezuela y a Ecuador. ¿Mañana, a Irán? ¿Y después? ¿A quién le tocará el turno?

Con el presidente Uribe, narcotraficante y exterminador de indios donde los haya (y cuatro millones de desplazados), en el papel de marioneta. Uribe pretende haber hallado en el indestructible ordenador de Raúl Reyes (FARC) las pruebas del apoyo de Chávez al «terrorismo» y a la militarización de la región. Periódicos como Le Monde se hacen eco de esta campaña de propaganda para la siguiente guerra de Bush… Recordemos simplemente cuántas veces los mismos Estados Unidos y los mismos medios de comunicación ya nos manipularon. «Nos justifican» cada gran guerra con lo que más tarde aparecerá (demasiado tarde, ya) como una información falsa.

Pero veamos tres sintéticos ejemplos y lo entenderemos mejor:

  1. Guerra de Yugoslavia (1999):

+ Mentira mediática: Los serbios cometen un genocidio sobre los albaneses de Kosovo.

+ Lo que supimos después: Invención pura y simple de la OTAN, como reconoció Jamie Shea, su portavoz oficial.

+ El objetivo real: Imponer la dominación de la OTAN sobre los Balcanes y su transformación en policía del mundo. Instalación de una base militar estadounidense en Kosovo.

+ Las consecuencias: Dos mil víctimas de los bombardeos de la OTAN. Limpieza étnica de Kosovo por la UCK, protegida de la OTAN.

  1. Guerra de Afganistán (2001):

+ Mentira mediática: Bush pretende vengar el 11-S y capturar a Bin Laden.

+ Lo que supimos después: No hay ninguna prueba de que exista Al Qaeda. En cualquier caso, los talibanes habían propuesto extraditar a Bin Laden.

+ Objetivo real: Controlar militarmente el centro estratégico de Asia, construir un oleoducto que permitiera controlar el suministro energético del sur de Asia.

+ Consecuencias: Una larga ocupación y un gran incremento de la producción y el tráfico de opio.

  1. Guerra de Iraq (2003):

+ Mentira mediática:  Sadam poseía peligrosas armas de destrucción masiva, como afirmó primero Colin Powell a la ONU, probeta en mano, y más tarde nuestro abyecto Aznar, junto a Blair y Bush –el trío de las Azores- con la complicidad de Barroso, el anfitrión.

+ Lo que supimos después: La Casa Blanca ordenó a sus servicios que falsificaran o fabricaran las pruebas (asunto Libby).

+ El objetivo real: Controlar todo el petróleo y chantajear a sus rivales: Europa, Japón, China…

Consecuencias: Iraq hundido en la crueldad, las mujeres relegadas a la sumisión y el oscurantismo.

Entre las múltiples causas tradicionales de las guerras  -económicas, políticas, sociales, culturales, ideológicas, estratégicas…- siempre estarán la ambición, el control del territorio, el cambio o el mantenimiento del poder… y siempre una motivación económica de intereses ajenos. Las disputas territoriales, los enfrentamientos religiosos, las luchas raciales, etc. también suelen operar como falsos mitos que encubren los verdaderos intereses políticos y económicos, a partir de la consecución de riquezas naturales (gas, petróleo, coltán…), cuya explotación dará grandes sumas de dinero.

Pero como el fuego no se apaga con más fuego, ni el horror se acaba con más horror, más pronto que tarde tendremos que acabar con este enloquecimiento que parece necesitar el sistema capitalista para sobrevivir.

Estamos convencidos de que la escalada de violencia y guerras reinante en el mundo actual sólo se puede parar erradicando el suministro de armas, así como el material de doble uso, máxime cuando haya dudas razonables sobre en qué manos pueden llegar a caer. Además, debe cortarse también la financiación, el adiestramiento y el suministro de dichas armas a cualquier grupo armado, mediante una resolución e intervención de las Naciones Unidas; además, pensamos que todo ello debe complementarse acabando con la injerencia armada y militar en terceros países y ayudándoles por otros medios, a través de Naciones Unidas, a lograr procesos de paz en las regiones en conflicto fomentando su desarrollo sostenible.

Si en Irak ya sabemos que las armas de destrucción masiva fueron una burda mentira, difundida y avalada por el trío de las Azores, en Afganistán también lo fue que estuviéramos en misión humanitaria, pues los objetivos reales eran los negocios del petróleo, así como vigilar militarmente ese centro estratégico para construir el oleoducto que permitiera controlar el suministro energético del sur de Asia.

Los grandes mitos (excusas) utilizados en Afganistán antes de que George Bush lanzara su indigna, ilegal e inmoral guerra bajo el cínico lema de “Libertad Duradera”, allá por el año 2001, fueron la normalización y mejora de las condiciones de vida del pueblo afgano, la captura de Bin Laden, el control y erradicación del comercio de opiáceos o la eliminación de la subyugación y falta de derechos de las mujeres…  Pero lo cierto es que nada de lo pretendido con esa interesada invasión se consiguió: ni el pueblo afgano está mejor que antes, ni Bin Laden ha sido capturado, ni la producción de opio, aniquilada, ni las mujeres han dejado de estar bajo el yugo de sus maridos, ni por supuesto, se ha reconstruido el país, ni se han restituido las libertades. Para colmo, las elecciones (para las que mandamos como excusa otro batallón militar) fueron un fraude confirmado. O sea, que nuestra misión, difícilmente era humanitaria.

En resumen, y como bien señalaba Michel Collon, todas las guerras van precedidas y “justificadas” por una gran mentira mediática. Ergo, para impedirlas es imprescindible destapar estas mentiras mediáticas cuanto antes y de la forma más amplia posible. Ojalá contribuya en alguna manera este número de UTOPIA para ahondar en ese interés, ya que en la guerra de la información, la verdadera fuerza es nuestra. El resto, en las siguientes reflexiones.

Termino haciendo mías las palabras del manifiesto “Rechacemos de nuevo la guerra”, que recogemos en otra sección: “La guerra empieza aquí y podemos pararla también aquí, luchando contra nuestro propio militarismo: la pertenencia a la OTAN, las bases militares, el gasto militar, la industria de armas, la (in)cultura de la violencia, las relaciones políticas exteriores basadas en el engaño, la dominación y el expolio para mantener, entre otras cosas, una dependencia energética suicida de recursos no renovables,…

Y siempre, un grito bien fuerte de  ¡no a la guerra

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