Iglesia de base de Asturias
1992 es el cuarto año en el que la campaña de desobediencia civil denominada insumisión continúa su desarrollo, alcanzando ya los 3.000 el número de jóvenes que se niegan a hacer tanto el Servicio Militar como la Prestación Social Sustitutoria (P.S.S.).
Estos jóvenes tienen una característica común: la conciencia antimilitarista.
Contrariamente a lo que se suele pensar, el antimilitarismo no es una ideología simplemente basada en el rechazo a una serie de comportamientos, valores e instituciones. El antimilitarismo ante todo busca el desarrollo y avance hacia una sociedad justa, solidaria e igualitaria en la que todos tengamos la oportunidad de desarrollarnos como seres humanos en auténtica libertad.
La consecución de esta transformación de la realidad social choca frontalmente con una ideología, el militarismo, cuyos valores: sexismo, jerarquía, obediencia ciega, xenofobia… y comportamientos: creación de enemigos, instauración de la ley del más fuerte, veneración de «deidades» (honor, bandera, patria…) van poco a poco introduciéndose en los comportamientos y formas de relación cotidiana (laborales, familiares, amistosas, educativas…).
Esta ideología militarista tiene como mejor y mayor exponente defensor a una institución, el Ejército, cuya misión en la sociedad actual es principalmente la de potenciar y ejemplarizar esos valores y comportamientos, así como defender -con su poder disuasorio- a las instituciones encargadas de controlar el «status quo» social imperante, en vez de defender y potenciar las conquistas de los derechos y libertades que nos hagan avanzar hacia una sociedad de la que todos/as nos sintamos orgullosos/as.
Finalmente, la mencionada ideología militarista, y su bastión el Ejército, cuentan con un mecanismo llamado servicio militar, que sirve de perfecto filtro para amoldar a su «gusto y necesidad» a todos aquellos jóvenes que «llevados por un idealismo ingenuo» intentan oponerse a ellos. Así, a través del servicio militar se conseguirá que estos jóvenes, en ocasiones aún muy díscolos, se «adapten» perfectamente para luego desempeñar sin problemas sus distintos papeles de esposo/padre autoritario y recto, obrero sumiso o patrón inquebrantable…, con completo desinterés y/o dejación de temas tales como la pobreza de los demás, la esquilmación de la naturaleza, la represión de las autodeterminaciones…
Es por todo esto, aquí muy resumido, por lo que los y las antimilitaristas centramos nuestras críticas tanto en el ejército como en el servicio militar, ya que somos conscientes de que la transformación social que pretendemos no se puede esperar para mañana y debe ser producto de la colaboración colectiva de una inmensa mayoría que poco a poco vaya tomando conciencia y constituyéndose como tal.
Que nadie crea tampoco que éste sea un camino fácil; muy al contrario, somos conscientes de que por desgracia, la coherencia con uno/a mismo/a, no es frecuente en la actualidad, pero sí sabemos que en el fondo, el que esto cambie depende de todos/as y no de unos pocos, para alcanzar esa sociedad más libre, justa, solidaria y humana.