Los excluidos del 92 también están en las cárceles

Comunidades de Base de Murcia

Cuevas Bajas y Cuevas de S. Marcos

Somos un grupo del Movimiento Rural Cristiano de Acción Católica y estamos en las Cuevas Bajas y Cuevas de S. Marcos (Málaga). En la actualidad somos trece y contamos además con un grupo de unas veinte mujeres que se están iniciando. Del grupo de militantes, diez son mujeres y tres hombres. Llevamos reuniéndonos y funcionando algo más de diez años.

Se nos pide que expongamos la transformación habida en nuestras vidas desde que, gracias a personas que nuestro Padre del Cielo puso en nuestro caminar, comenzamos a darnos cuenta de que el Cristianismo que habíamos vivido hasta entonces no era, ni mucho menos, el que Jesús de Nazaret vino a predicar y que terminó en el Viernes Santo, si bien tuvo la culminación del Sábado de Gloria.

Bueno, pues resulta que todos nosotros teníamos una formación la mar de piadosa y religiosa: Niños Reparadores, Hijas de María, Tarsicios, Jóvenes de Acción Católica y yo concretamente Cursillista de Cristiandad. Como tales, practicábamos muy asiduamente los primeros viernes de mes, Santo Rosario, Misa y Comunión diarias, dirección espiritual, novenas, etc.; pero claro, todo ello, para pedir a nuestro Padre tal o cual beneficio y para que nos librara de tal o cual perjuicio y para calmar sus iras, reservándonos un lugar en el cielo.

Como digo antes, nuestro Padre nos puso en el camino a personas que nos explicaron que, desde luego, todas estas prácticas piadosas eran necesarias, pero que no tenían ningún valor si no iban acompañadas de obras tales como denuncia de las injusticias, lucha por cambiar los sistemas establecidos en el mundo, donde unos pocos lo tienen todo y unos muchos nada o casi nada, en definitiva, una acción transformadora evangelizadora.

En las primeras reuniones, ¿por qué no decirlo?, nos escandalizamos y tiramos la toalla, concretamente mi mujer y yo no aguantamos ni cinco reuniones. Nos retiramos e incluso yo personalmente critiqué esta forma de enseñar los Evangelios de Jesús de Nazaret con unas conocidas palabras de: «estos curas son unos comunistas», «estos curas nos van a quitar la fe», «van a acabar con todo», «el Evangelio que explican es política» y todo lo demás de todos conocido.

Al igual que nosotros (mi mujer y yo) hubo bastantes amigos de nuestro grupo que se retiraron del mismo hasta tres o cuatro veces, aunque después volvíamos otra vez.

Han sido diez años inolvidables y de una marcha vertiginosa, pero hemos comprendido que el mensaje, así comunicado, tiene tanto gancho que es imposible olvidarlo, aunque también te dé algún que otro disgustillo, pero esto ya lo tenemos asumido y no nos va de sorpresa, pues ya nos lo pronosticó.

Nuestras reuniones han sido y son de oración, formación y revisión de vida, siendo esta última la que nos hace actuar, que ha sido siempre el gran fallo de los cristianos. Hemos querido que nuestro Padre nos haga los milagros, pero hemos comprendido, por fin, que los tenemos que hacer nosotros.

Recientemente hemos pasado por un bache, pero nos parece que lo hemos superado: «Se marchó nuestro amigo y maestro. Desde entonces se nos ha tachado de “Iglesia paralela”, de “anticlericales”, de “no querer a la Virgen”, etc., etc., no faltando hasta quienes nos dicen que somos comunistas revolucionarios y hasta terroristas. Bueno, desde luego de todo esto acusaron a Jesús, así que ése es nuestro consuelo.

No nos creemos, ni mucho menos, poseedores de toda la verdad. Seguimos con nuestros muchos fallos, intentando la construcción del Reino y haciéndonos personas:

  1. Personas con conciencia:
    • Conscientes y críticas.
    • Buscadoras de verdad y de diálogo.
    • En formación continua.
  2. Personas con conciencia cristiana:
    • Creyentes en Jesucristo, muerto y resucitado, que lo hacen verdad siguiendo sus pasos.
    • Abiertas al Espíritu de Dios, al que acogen en la palabra, la celebración, los hechos de vida.
    • Constructoras, personalmente y en Iglesia, del Reino.
  3. Personas con conciencia cristiana rural:
    • Encarnación en el pueblo, viviendo sus gozos y sus tristezas.
    • Buscadoras de vida digna para los pueblos.
    • Comprometidas en la transformación del ambiente.
    • Organizadas en plataformas populares (asociaciones, sindicatos y partidos).

Todo esto no es cosa fácil, pero nos sentimos fortalecidos con nuestros muchos momentos de oración, con la vida del grupo que es imprescindible, con la acción y con el aliento de tantos y tantos militantes cristianos, que con su ejemplo nos demuestran que la construcción del Reino hay que hacerla aquí, en la tierra.

Por último, no podemos olvidar aquí a nuestros Pastores, que también los hay y muchos, que tiran del carro sin desfallecer y a pesar de no ser comprendidos incluso, a veces, por la propia jerarquía que, en muchas ocasiones, no quiere complicarse la vida.

¿Quiénes son?, ¿por qué están?, ¿para qué?

No cabe duda ninguna de que las cárceles siguen siendo un lugar donde se concentra y se genera marginación. Hay una apreciación que es común a quienes de algún modo entran en contacto con esa realidad: las cárceles están llenas, en un porcentaje elevadísimo, de pobres. Y la población reclusa va en aumento. Otra constatación: el sistema penitenciario está lejos de cumplir su función rehabilitadora, por el contrario, genera nuevas y más graves delincuencias. Y es que no podemos olvidar que la delincuencia es un fenómeno social. La mayoría de los delincuentes son más víctimas que culpables. Son víctimas de un sistema económico y social injusto que provoca agresividad y rebeldía. El ambiente o el medio en el que crecieron muchos suele ser de: hacinamiento familiar, chabolismo, promiscuidad sexual, analfabetismo, bajo nivel cultural, fracaso escolar, penuria económica y paro, carencia de servicios básicos, inestabilidad familiar, violencia ambiental, drogadicción, prostitución, etc.

Toda esta situación genera conductas y comportamientos violentos y delictivos, sentimientos de rechazo y aislamiento, toxicomanías, problemas de salud mental, niños abandonados… Y la cárcel es una pescadilla que se muerde la cola.

Las condiciones que se encuentran dentro de las cárceles no dejan de ser lamentables:

  • Hacinamiento.
  • Carencia de espacio mínimo y de talleres o actividades en que ocupen el tiempo.
  • Coexistencia de presos de muy diversa calificación penal.
  • Proliferación de enfermedades (como hepatitis y Sida) y poca atención sanitaria.
  • Mafias organizadas que imponen su ley, violaciones, palizas y no pocos asesinatos y suicidios.
  • Falta de centros para los más jóvenes.
  • Falta de programas de rehabilitación.
  • Falta de información al interno de su proceso.
  • Desconfianza, soledad, deterioro o pérdida de la autoestima personal.

Todo esto agravado por la droga.

Por otra parte, la situación judicial no es menos deplorable:

  • Aplicación por los Tribunales de Justicia de un derecho penal inadecuado -mal aplicado muchas veces- con penas desproporcionadas.
  • Lentitud de los procesos (a veces se sobrepasa en prisión preventiva la condena impuesta en el juicio).
  • Corrupción.
  • Legislación inexistente para menores.
  • Policía al servicio del orden establecido y de la propiedad privada.
  • Malos tratos. Represión.

La mentalización social con respecto a los presos suele ser de rechazo («que los encierren»), de odio («que se pudran»), o de compadecimiento sensiblero. Se aprecia asimismo una demanda expresa de la sociedad -que presiona a los poderes políticos y legislativos- para que la actuación de la Justicia sea más represiva. Muy pocos ven la cárcel como un campo en el que con urgencia debemos ejercer la justicia y la solidaridad.

Nuestra presencia -de un grupo de cristianos de base de Murcia- es fruto de nuestro compromiso entendido como «opción por los pobres» y de la toma de conciencia sobre la dignidad humana.

Esta experiencia nació en el año 87 como una respuesta al constatar las carencias y necesidades antes apuntadas y de la toma de contacto con las realidades vividas muy de cerca en nuestros barrios.

Nuestro servicio pensamos que ha de ser:

  • Más liberador que asistencial, es decir, más atento a rehabilitar y promocionar a la persona.
  • Lúcido: consciente de las causas de la delincuencia y de la situación de las cárceles.
  • Comprometido en la denuncia y erradicación de dichas causas y en la humanización de la cárcel.
  • Crítico, haciéndose portavoz de los intereses de los presos.
  • Educativo, trabajando por cambiar la mentalidad y las prácticas sociales injustas.
  • Diversificando en intervenciones, ya que son diferentes las necesidades.
  • Coordinando con los programas rehabilitadores de I.I.P.P. y con aquellos grupos de profesionales o voluntariado preocupados en este tema.

Nuestra acción se concreta en:

  • Visitar a los presos.
  • Atender sus demandas: hacer gestiones.
  • Procurarles sus necesidades materiales básicas.
  • Contactar con las familias (si las tienen).
  • Interesarnos por su causa en los Juzgados.
  • Procurar que se agilicen los procesos.
  • Solicitar abogados de oficio o buscar otro que se haga cargo de su defensa.
  • Informar al preso de sus derechos o buscar quien le asesore.
  • Promover ambientes de acogida en su familia, barrio…
  • Acompañarlos y procurarles residencia durante las salidas con permiso o en libertad condicional.
  • Procurarles tratamientos de desintoxicación a drogadictos.
  • Realizar gestiones en organismos e instituciones para recabar ayudas o subvenciones.
  • Relación con los asistentes sociales y equipo de tratamiento de la prisión.
  • Buscar trabajo para los que puedan disfrutar del tercer grado o libertad condicional.
  • Tutela de internos que puedan beneficiarse de medidas alternativas.
  • Atender a nuestra propia formación relativa a este tema.

Tratando siempre de responder, en la medida de nuestras posibilidades, y no sin dificultad, a las demandas y necesidades de algunos -nuestra experiencia ha sido modesta- de los presos.

El pasado año nos fueron anulados los permisos para efectuar las visitas a la prisión y hemos seguido trabajando con los que ya estaban fuera y en proyectos de prevención en los barrios; en común, a través de la Coordinadora de Barrios.

 

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