El nuevo catecismo y la pena de muerte.
Aportaciones de Cristianos de Base que trabajan en “Amnistia internacional” La Rioja
Amnistía Internacional es una organización no gubernamental que trabaja en todo el mundo en favor del respeto a los Derechos Humanos. No defiende ni se pone en contra de ninguna ideología particular, trabaja imparcialmente para conseguir la liberación de los presos de conciencia, para que sean juzgados justamente los presos políticos y para que se llegue a la abolición total en todo el mundo de la tortura y de la pena de muerte.
En el verano del pasado año 1992, Amnistía Internacional ya expresó al Vaticano la profunda preocupación que había causado la información recibida entonces sobre la posible admisión de la pena de muerte en el Catecismo de la Iglesia Católica. Además de este contacto con las autoridades eclesiásticas de Roma, los diferentes grupos locales de A.I. rogaron encarecidamente a sus correspondientes obispos que intervinieran en el sentido de tomar medidas concretas para lograr que el texto del Catecismo se pronunciara claramente a favor de la abolición de la pena de muerte. Esta petición ya había sido formulada en 1990 durante una audiencia que mantuvieron los delegados de A.I. con el Papa Juan Pablo II.
Como lamentablemente dicha información se confirmó y la pena de muerte no queda condenada sin paliativos en la doctrina católica, Amnistía Internacional, alineada con numerosos cristianos que ven con gran pesar cómo la Iglesia Católica sigue autorizando el uso de un castigo que deja de lado los mandatos de Dios sobre la vida y sobre el perdón, vuelve a dirigirse a las autoridades locales de la Iglesia para que hagan todo el esfuerzo necesario para conseguir la modificación del párrafo 2.266 del Catecismo; y, al mismo tiempo, pide la colaboración de los catequistas y de todos los responsables de pastoral para que transmitan que el derecho a la vida es el derecho fundamental y que nadie puede asumir la autoridad y la responsabilidad de quitar la vida a un ser humano.
En definitiva, el nuevo Catecismo, en sus contenidos respecto a la pena de muerte, ha supuesto un grave paso atrás en la defensa de los Derechos Humanos. Los cristianos que trabajamos en Amnistía Internacional, igual que los de otros colectivos pro Derechos Humanos, lamentamos profundamente este hecho y lo vemos con gran preocupación, ya que la confusión en la conciencia de los católicos puede mover negativamente la balanza en países en los que la abolición de la pena de muerte se sustenta en una mayoría moral que comparte la creencia de que sólo Dios tiene poder sobre la vida de los seres humanos.
Especialmente graves pueden ser las consecuencias en países cuyos regímenes autoritarios intentan transmitir la imagen de acatamiento a la doctrina católica. El razonamiento de proporcionar la pena al delito cometido podría crear consecuencias irreparables para los penados si los gobiernos mencionados entienden que la Iglesia Católica no condena moralmente su acción. Como son esos mismos gobiernos los que se fijan arbitrariamente cuando algo es delito o no lo es y cuando es grave o leve, está claro que una persona puede ser condenada a muerte por un supuesto delito grave, que quizá en países democráticos no sólo no es delito sino que es un derecho, sin que las autoridades que la han condenado se sientan en absoluto distantes de la postura católica con la que ellas dicen estar de acuerdo.
Y si lamentable ha sido para A.I. esta doctrina del Catecismo, especialmente triste ha sido para los católicos que somos integrantes de la organización, que vemos cómo la Iglesia no ha aprovechado la edición del nuevo Catecismo para rechazar incondicionalmente la posibilidad de aplicar la pena de muerte. En cualquier caso, y desde el hecho incuestionable de que podemos y debemos tener madurez para cuestionar e interpretar el Catecismo, el camino abierto para nosotros es el de seguir luchando, también desde dentro de la Iglesia, codo con codo con muchos laicos, teólogos y obispos, para conseguir la modificación de dicho párrafo, tanto en el Catecismo en sí como en la catequesis y en cualquier otra práctica pastoral, y, al mismo tiempo, intentar que, cuanto antes, se produzca un pronunciamiento oficial inequívoco de la Iglesia en favor de la abolición definitiva de la pena de muerte en todas partes y en todos los casos.