Andalucía acoge.

Andalucía acoge.

Esteban Tabares.

Hace nueve años, una mujer sevillana regresaba de África —concretamente de Burkina Faso— donde había estado cuatro años como misionera seglar. Entre otros grandes valores, allí experimentó el hondo sentido de la hospitalidad de sus gentes y lo querida y acogida que se sintió. Al volver, quiso de algún modo “devolverles la moneda”. Con un pequeño grupo de amigos, inició un sencillo servicio de orientación y acogida para trabajadores inmigrantes económicos. Nacía así “Sevilla Acoge”.

Por entonces, el fenómeno estaba comenzando por aquí abajo y era muy poco conocido. Parecía que no era necesario dedicarse a ese compromiso. Progresivamente, la cosa ha ido a más y a peor: aumento del número de inmigrantes, Ley de Extranjería, directrices europeas de mayor control de fronteras, exigencias de visado, más indocumentados, muertes en el Estrecho, hechos preocupantes de racismo, etc.

Por eso han ido naciendo Centros de Acogida en todas las provincias andaluzas, en Jerez y en Algeciras, puesto que en todos los sitios creció la presencia de inmigrantes y se sintió la necesidad de ofrecer una respuesta solidaria a su situación. Ahora todos los centros “Acoge” constituyen una Federación, “ANDALUCÍA ACOGE”, con objetivos y programas comunes. Sus acciones son bien conocidas por la opinión pública y es un interlocutor con la Administración. Los inmigrantes saben que los “Acoge” son su segunda casa para muchas cosas.

Es llamativo el continuo y creciente ofrecimiento de voluntarios para esta tarea. Es un ámbito nuevo de compromiso que despierta la solidaridad de muchos. Jóvenes y menos jóvenes ofrecen generosamente su aportación profesional o sus cualidades para hacer que numerosos programas de acogida y de promoción e integración puedan llevarse a cabo.

En la gestación y en la gestión de este movimiento de acogida están numerosos creyentes cristianos, que van de la mano con no-creyentes y con algunos musulmanes. Posteriormente, se han ido sumando a la acción, desde sus respectivos ámbitos, otras organizaciones humanitarias, sindicales y religiosas.

Son muchos los cristianos de base y de comunidades populares, religiosas y curas que están comprometidos en esta tarea. Su sentido profético les indica que hay aquí una brecha grave para la convivencia y una fuente de injusticias. Su sentido de fe les indica que se da aquí una llamada: “Fui extranjero y me acogisteis”, es decir, un lugar para reconocer el rostro escondido de Dios.

Ambos sentidos quedan unidos por esta afirmación: “Quien no practica la justicia, o sea, quien no ama a su hermano, no es de Dios” (1 Jn. 3,10). Al mismo tiempo, quienes han elegido este compromiso de acogida del extranjero tienen la experiencia de ser enriquecidos por quienes son tan diferentes. Viven diariamente a pequeña y sencilla escala lo que se sueña como una gran utopía para el futuro: un verdadero diálogo de civilización. Algún día a todos nos tocará aprender a formar unidad en la diferencia y a cultivar nuestras diferencias sin romper nunca la unidad.

Esteban TABARES.

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