Entrevista a Juan N. García Nieto.

Entrevista a Juan N. García Nieto.

Carlos Pereda.

Queremos ser parte de una Utopía Popular.

Estas palabras resumen la trayectoria personal de Juan N. García-Nieto —que es quien nos habla— y colectiva de la Comunidad Cristiana de Cornellá que, desde sus inicios en 1966 hasta 1993, vive el compromiso utópico y cristiano con el mundo obrero, y hoy, sobre todo, con el paro, los colectivos por la paz, los insumisos, los objetores y los INMIGRANTES.

¿Tu primer encuentro con la “Utopía” y tu itinerario con los cristianos de base?

Tengo ahora 63 años. Había leído, cuando cursaba Historia de Filosofía, el Libro áureo de la mejor de las Repúblicas y de la nueva isla de Utopía de Thomas Moro. También leí algunos de los escritos de los socialistas utópicos. Luego vendría Marx. No me imaginaba a dónde iba a parar todo aquello. Después sí. Pero hasta entonces yo había vivido en una áurea ingenuidad. Ni utopía, ni compromiso.

Recuerdo los años 1954 a 1962 como años de silencio y de resistencia. Tenía entonces 25 años y andaba yo iniciándome en los cursillos de la HOAC, y las revisiones de vida con grupos de la JOC (Sestao y Baracaldo). Unas circunstancias personales muy particulares, que ahora no hacen al caso, cambiaron el rumbo de mi vida. Eran años oscuros y difíciles para el movimiento obrero. Años de silencio y de resistencia. La JOC, la HOAC, los encuentros furtivos con los amigos de la UGT y de la CNT en Toulouse, con ocasión de un estudio que estaba preparando sobre el sindicalismo cristiano, los campos de trabajo (SUT) en los tórridos canales del Plan Badajoz, y posteriormente una beca de las Trade Unions británicas y el trabajo, durante dos años, con la emigración española en Londres: todo esto marcó definitivamente una opción de militancia cristiana, sindical y política a la que ya nunca renunciaría.

Mi incorporación, unos años antes, a la Compañía de Jesús me deparó, también, la oportunidad de convivir con la Misión Obrera en Francia (1955-56), y de iniciar una larga amistad con Diez Alegría y Llanos. Muchas cosas que aprendí de ellos y los Ejercicios de San Ignacio, me impulsaron a situarme más allá de la frontera… Para mí era la única coherencia personal posible, a pesar de las contradicciones e incomprensiones que ello ha supuesto para mí en no pocas ocasiones.

En 1964 los compañeros y compañeras de la HOAC del Baix Llobregat (la comarca sur del cinturón industrial de Barcelona) me dijeron que si quería trabajar con ellos debía vivir a su lado, en medio de ellos, en su ambiente. Y desde 1965 he permanecido en Cornellá de Llobregat, en el mismo sitio y con las mismas gentes. Gentes de Andalucía, Extremadura, Galicia, Castilla… recién llegadas de sus tierras. Ciudad “satélite” de Cornellá con sus agobiantes “barracas verticales”, centro de una comarca que en 1950 estaba formada por veintinueve pequeños municipios rurales y menestrales (65,000 habitantes), que en muy pocos años se transformaría en una mastodóntica urbanización de municipios urbano-industriales, con más de medio millón de habitantes.

La comunidad cristiana popular de Cornellá empieza en 1966. ¿Cómo fue su origen, qué características marcan su propia identidad?

Efectivamente, en 1966 se inicia nuestra primera comunidad popular. Fue una opción cristiana, una opción evangélica, plural, fruto, en buena medida, de los vientos frescos del Concilio Vaticano II, pero fue, sobre todo, el ambiente de lucha obrera y popular del Baix Llobregat, y la madurez cristiana y política de no pocos militantes lo que nos condujo a iniciar la Comunidad de Cornellá, a una nueva forma de militancia cristiana. No fue una casualidad que la primera Comisión Obrera de Catalunya hubiese tenido su origen en los bajos de una iglesia de Cornellá. En ella participaron militantes del Partido Socialista Unificado de Catalunya (partido hermano al PCE), de la HOAC y de la JOC.

La crisis de los movimientos apostólicos (HOAC, JOC…) (1966-1968), y la necesidad de profundizar en otras formas y en otros contenidos de reflexión cristiana, en concreto, nos plantearon los primeros interrogantes sobre el encuentro marxismo-cristianismo, cosa que lógicamente ya estaba ocurriendo en otras comunidades de base de características similares a la nuestra. Alfonso Comín, Diez-Alegría, González Ruiz, Llanos, el Abad Casia Just fueron algunos de los que nos acompañaron en aquella primera aventura.

Enero de 1969, Estado de Excepción. La policía me detuvo en casa de Alfonso Comín. Bajo jurisdicción militar, permanecí desterrado en un pueblo de Catalunya, desde enero hasta mayo. Durante aquellos meses experimenté una especie de catarsis de interiorización cristiana y de militancia política (Bandera Roja, Partido Socialista Unificado de Catalunya…). Me sentí reidentificado con el Evangelio, con la comunidad cristiana popular, pero lejano a los esquemas involucionistas de las instituciones eclesiásticas. Muy cercano, muy identificado con amigos y amigas no creyentes, luchadores, comunistas. Cuando han pasado tantos años, continúo afirmando que me siento plenamente identificado con esa ingenuidad utópica. Recuerdo el impacto que me causó la lectura de Bonhoeffer Resistencia y Sumisión.

Fue entonces cuando Alfonso Comín y otros amigos y amigas, bastantes de ellos de la Comunidad de Cornellá, iniciamos, en un pueblo vecino a nuestra Comarca, Calafell (alias “Ávila”), la aventura de los Cristianos por el Socialismo. Para nuestra comunidad supuso un salto cualitativo importante.

, tanto en la profundización en la fe como en el compromiso vecinal, social, sindical y político de la mayoría de sus miembros. Nos mantuvimos siempre en torno a unas cuarenta personas, la mayoría jóvenes y matrimonios recién casados.

Al cabo de los años transcurridos, se nos antoja pensar, por lo menos eso pienso yo, que nuestra fe tenía algo de ingenuidad neófita. Puede que algunos así lo pensaran. Otros no dudaron en situarnos fuera de la ortodoxia. Para nosotros, como para tantos, no era más que una utopía que había dado vida y sentido a muchas personas y a muchas realidades, nunca imaginadas por los prudentes o por los pragmáticos de siempre, ni siquiera por nosotros mismos. Lo que sí es cierto es que, como en el caso de otras muchas comunidades cristianas de base, la amistad, la lucha y el compromiso compartido por no creyentes, agnósticos o ateos, nos sentíamos y nos continuamos sintiendo mucho más cerca de éstos que de los “católicos de siempre”.

La comunidad popular de Cornellá todavía continúa; ¿cómo se ha adaptado a las nuevas realidades cristianas y sociales? ¿Cuáles son vuestras necesidades, vuestras inquietudes actuales? ¿Hacia dónde vais?

Estamos en 1993. Había muerto el dictador, vino la transición. Han pasado veintisiete años desde que la comunidad se reunió por primera vez y todavía continuamos reuniéndonos semanalmente, aparte de los grupos o equipos de trabajo que forman parte de la comunidad. Vinieron los hijos, se han formado nuevas parejas. Unos han seguido caminos diferentes, otros han venido, los más somos todavía los mismos. Tenemos claro que, como grupo comunitario, no pretendemos autoreproducirnos. Deseamos respetar que los más jóvenes puedan descubrir su propio camino, sus nuevas sensibilidades, sus nuevas formas de compromiso. Sin cerrarnos a nada ni a nadie, no queremos hacer ningún tipo de proselitismo. Sí de ser testimonio en la medida de nuestras posibilidades, donde quiera que estemos. Desencanto, pues claro que lo ha habido, aunque, en buena medida, superado gracias a la búsqueda de otros horizontes, de otros compromisos.

En mi caso, y esto seguro que en el de la mayoría de los actuales miembros de nuestra comunidad (somos en total unos cincuenta), tratamos de mantener una fidelidad profunda y ecuménica al evangelio, aunque relativamente lejana a la gran institución. Buscamos, eso sí, la colaboración y la coordinación con otros grupos cristianos de base del Baix Llobregat, con las iglesias locales, con las Comunidades Populares de Catalunya y del resto de España. Así, por ejemplo, nuestras relaciones y encuentros, más o menos periódicos, con las Comunidades de Logroño son enormemente estimulantes.

El compromiso sindical y político continúa siendo la referencia más importante, colaborando con los grupos de luchas contra el paro, y con los colectivos por la paz, insumisos, objetores. A través de nuestra participación con la “Coordinadora contra la marginación”, mantenemos relación con la “Coordinadora de barrios de Madrid” y con Enrique de Castro. Permíteme que, de forma telegráfica, enumere los temas que han sido objeto de reflexión durante los dos últimos años en el seno de la comunidad: Evangelio de San Lucas (“El Éxodo del Hombre libre”, de Rius Camps), La autoestima y el compromiso, Exclusión social y nuevas pobrezas, Valores y vida interior, Los retos para una nueva espiritualidad de la Teología de la Liberación, La nueva izquierda, El futuro del trabajo, el paro, el reparto del trabajo, nuevas ocupaciones, autoocupación y economía social, Esperanza cristiana y utopía humana. Las grandes y pequeñas utopías.

Pero en nuestra reflexión y nuestra práctica, el tema que más nos va a preocupar, ya ahora, es el de la nueva inmigración (magrebí y África negra). En algunas zonas de nuestra comarca son preocupantes los guetos de pobreza que se han ido consolidando. El “Centro de Información para Trabajadores Extranjeros” (CITE) y “SOS-Racisme” es uno de los puntos de referencia para nuestra colaboración. Calculamos que para el año 2010 habrá en nuestra comarca cerca de 20.000 inmigrantes del Magreb y de África. En estos momentos no pasan de 1000.

Hemos empezado esta conversación hablando de “Utopía”. Así se llama nuestra revista. Y justamente en la comarca donde vives existe la “Fundación Utopía de Estudios Sociales del Baix Llobregat”. ¿Qué es, qué significa, qué significa para ti la Utopía?

Contestar a esta pregunta es ponerme en el disparadero. Para mí, la utopía es el centro de todo nuestro compromiso, de nuestras comunidades populares. Debería ser el objetivo de todas las fuerzas de progreso: recuperar el horizonte utópico, creer que es “viable aquello que todavía no existe”. Es reconocer que sin utopía ni la historia avanzará ni podrá haber solidaridad de ningún tipo. Creer en la utopía es reconocer que la utopía ya existe, que la utopía, a pesar de todo, se ha conseguido en muchos sitios y momentos de la historia cuando se han reivindicado cosas que nunca habíamos podido conseguir y ahora ya las tenemos. Por eso hablamos de “pequeñas” y de grandes “utopías”. Las pequeñas ya las tenemos o, por lo menos, son posibles. La gran utopía (que para los creyentes tiene mucho que ver con la “esperanza cristiana”) se está haciendo en cada momento, no llegará nunca al final, pero constituye la norma, el horizonte para descubrir y hacer el camino en cada momento, en cada lugar, en cada persona, en cada comunidad. Por eso decimos que la utopía ahora más que nunca es necesaria.

La comarca del Baix Llobregat ha sido y es una comarca que ha luchado mucho antes y después de la clandestinidad (no creyentes y creyentes conjuntamente), que tiene una de las tasas de sindicación más elevadas de toda España, y con una larga historia de lucha por la utopía. Y eso es precisamente lo que significa el hecho de que en nuestra comarca se creara en 1989 la Fundación Utopía de Estudios Sociales del Baix Llobregat: un espacio para recuperar la “memoria histórica” a través de una extensa documentación histórica y de las fuentes orales en curso de realizarse y de informatización. Entre los documentos que se tienen (calculamos unos 40.000), la mayoría se refieren a temas políticos-sindicales. Unas cuarenta cajas, sin embargo, se refieren a la historia de la Iglesia en la clandestinidad, Comunidades Cristianas, Movimientos Apostólicos, etc. Nuestro amigo y compañero Javier Domínguez es uno de los muchos que han hecho donación de su amplia y extensa documentación del período de la clandestinidad.

La Fundación Utopía es también un espacio de debate para imaginar y diseñar nuevos horizontes. El futuro democrático se llama socialismo: la utopía necesaria es el título de un libro que acaba de publicarse, fruto de un ciclo de debates y conferencias. Recientemente hemos celebrado otro ciclo sobre la mujer y la utopía de juventud y nuevos valores, la mujer, socialismo y ecología, norte/sur, teología de la Liberación, insumisión y objeción, las prisiones y la imposible reinserción, etc. Se trata de una Fundación pluralista, idea en su origen de Comisiones Obreras y de la Unión General de Trabajadores, a la que se adhirieron los Alcaldes de las dos ciudades más importantes de la comarca: Cornellá y Sant Feliu de Llobregat, administradas respectivamente por el Partido de los Socialistas Catalanes (PSC-PSOE) y por Iniciativa per Catalunya (PSUC-IU). Nuestra comunidad también está presente por medio del Presidente de la Fundación, que en estos momentos me toca dirigir a mí.

Quisiera decir, para acabar, que se trata de una idea que no sólo cree en la necesidad de una utopía ecuménica en su sentido más amplio, sino de una utopía pensada y realizada desde la “periferia”, no desde los grandes centros de “cultura y poder” como Barcelona, Madrid, Bilbao, Valencia… Queremos ser parte de una utopía popular en su sentido más digno y creativo.

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