Jornadas estatales CCP sobre espiritualidad.

Villagarcía de Campos • Valladolid ■ 5/8 Diciembre 1992.

Los días 5 al 8 de Diciembre de 1992 celebramos las CCP en Villagarcía de Campos (Valladolid) las Jornadas Estatales de Reflexión sobre Espiritualidad. Se trataba de llevar a la práctica lo acordado en las Jornadas de Godelleta (Valencia), en las que se proponía celebrar «alguna Jornada de Reflexión sobre Espiritualidad». Existía en CCP la toma de conciencia de que nos encontramos en un proceso de descubrimiento y crecimiento en la espiritualidad. No se trataba de pendular desde el activismo al espiritualismo, sino de reconocer que nuestro compromiso adquiere toda su dimensión social y cristiana si lo vivimos como encuentro con Dios en la Historia y en la Opción por los pobres.

En la tarde del día 5, y con una puntualidad presagio de buenos augurios, nos dimos cita unas cien personas venidas de toda España. Después de un breve saludo de acogida, comenzó la presentación de los asistentes. Para ello los Jóvenes de CCP de Valladolid, rompiendo moldes, nos introdujeron en una dinámica que hizo posible el que, en medio de un clima de alegría y movimiento continuo, fuéramos conociéndonos y empezáramos ya el juego divertido de convivir, compartir y relacionarnos.

La mañana del día 6 comenzó con un rato de oración en común a través de los Salmos, que volvería a repetirse a la mañana siguiente. En la Presentación de las Jornadas, Nicandro insistió en la peculiaridad y originalidad del planteamiento de las mismas: más que trabajar en grupos de reflexión, como venía siendo tradicional, se iban a desarrollar unos Talleres sobre experiencias de oración y formas de espiritualidad. Estos Talleres girarían en torno a cuatro ejes concéntricos: desde lo más profundo de nosotros mismos (Taller de Interiorización-Relajación), pasando por la relación con nuestro entorno (Taller de Oración a través de la Naturaleza), continuando con la comunicación con los demás (Taller de Expresión Corporal) y culminando con el encuentro con Dios en la Historia y en la opción por los pobres (Primera parte de la Eucaristía del día 8), iríamos descubriendo todos y cada uno de nosotros las distintas formas y expresiones de nuestra espiritualidad. No se trataba de realizar cuatro experiencias aisladas sino de un todo armónico y entrelazado, como lo es la vida misma.

En las contestaciones al Cuestionario previo a las Jornadas, una idea se repetía machaconamente: Nuestra espiritualidad como CCP es un estilo de vida, una manera de vivir y enfocar la Historia, que se expresa a través de la vivencia de la fe y la trascendencia, del encuentro con Jesús y con su Espíritu, y, sobre todo, del compromiso por transformar la realidad. Se apuntaba que nuestra espiritualidad no solo abarca los momentos de oración en sus diversas expresiones, sino todos los momentos de la vida diaria. Existe una preocupación y esfuerzo por unir contemplación y opción por los pobres, conscientes de que desde ambas realidades nos acercamos a Dios.

La Ponencia de José María García nos entusiasmó a todos. Había conectado con nuestras intuiciones sobre espiritualidad, y supo iluminarlas maravillosamente. Propugnó una espiritualidad integradora, una Misión con Espíritu, porque «Dios está igual de denso en la Historia que en la Eucaristía». Nos advirtió de la situación actual de «mercado de espiritualidades» incapaz de vertebrar una espiritualidad de seguimiento. A partir de ahí nos diseñó los ejes teologales de una espiritualidad de misión: a) La realidad fluye amorosamente de Dios. Él tiene un «sueño» sobre esa realidad, b) El horizonte, por tanto, de una espiritualidad que quiera arrancar de ahí, podría expresarse así: Buscar y hallar a Dios en todas las cosas… para entroncar nuestra vida y nuestra liberta c) En Jesús encontramos un camino para esa espiritualidad. Él sintetiza, más allá de las polarizaciones reductoras, la contemplación activa con la actividad contemplativa. Así la vida está inundada de Dios.

En conclusión:

  1. La vida, el mundo, la acción, no tienen una densidad menor que la oración. La acción del creyente se entronca en el «sueño» de Dios. Si aquél es Dios, éste es el mundo de Dios.
  2. La acción cristiana no podrá ser rodeo, sino atajo, al estar al servicio del Reino de Dios.

En una segunda parte de la exposición señaló, con Bonhoeffer, que la Gracia es gratuita pero no barata, por eso tiene unos costos que resumió en tres: a) Sin huir del «mundo» (es decir, de los valores mundanos) no se puede ayudar al mundo. Necesitamos revestirnos de la subjetividad de Jesucristo. b) La mortificación (como autoliberación para lo fundamental) y la pureza de intención (como amor gratuito) siguen en pie. c) Todo tiene su motor de arranque en la experiencia de agradecimiento y sorpresa.

En conclusión: si es cierto que no toda la vida puede ser oración formal, también es cierto que toda la vida tiene que ser «liturgia». Nos ocurre como a las baterías, que se cargan andando; si nos descargamos es que vivimos mal la acción.

Para finalizar, Toño nos expuso los lugares humanos de esa búsqueda:

  • Mi existencia es «don de Alguien». Mi historia es un verdadero «poema de amor».
  • En los acontecimientos que generan vida, Dios emerge como «Dios de la danza».
  • En las espirales generadoras de muerte, Dios emerge como «Dios crucificado».
  • En las potencias de disminución, Dios aparece como el Dios que solicita no solo nuestra acción sino también nuestra vida.

Por la tarde comenzaron los Talleres, que se convertirían en la actividad central de las Jornadas.

Iñaki y Paloma fueron los encargados del Taller de Relajación-Interiorización. Se trataba de experimentar lo que se denomina «oración profunda» o «encuentro con Dios en el silencio». Empezamos relajando nuestro cuerpo con unos ejercicios de respiración. Seguimos con unos ejercicios de Yoga. Después dirigimos nuestra «atención» en una sola dirección, mediante una frase, una palabra, las sensaciones y la respiración. Saboreamos el llamado «silencio mental», que no es lo mismo que dejar la mente en blanco, sino ser señores del pensamiento, ser libres, lograr una quietud mental. También comprendimos que sólo puede entender la contemplación quien entienda de servicio, de compromiso, de acción, de cambio de las personas y de cambio de la sociedad. La experiencia fue satisfactoria y gratificante.

Manolo Samper dirigió el Taller de Oración a través de la Naturaleza. Se trataba de profundizar en la presencia de Dios que está a nuestro lado, que nos habla en todas las cosas y que nos anima en la construcción de un mundo según el «sueño» de Dios. Aprendimos a «mirar», desbloqueando nuestra percepción de las cosas, con una actitud contemplativa. «Miramos» la naturaleza, con nuestros ojos y con todos nuestros sentidos; también la vida cotidiana, con los ruidos, las voces, su ajetreo y el trabajo. Todo era sacramento de la presencia de Dios, tal como lo cantan el Génesis, Jesús en el Sermón del Monte y el mismo S. Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual. Pero ante un mundo tan diferente al «sueño» de Dios, sentimos la llamada a la responsabilidad, a construir un mundo más habitable para todos. Proclamamos las Bienaventuranzas a la Fidelidad a la Tierra, y, cómo no, el Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís. Así, la naturaleza, la vida cotidiana, nuestro compromiso liberador, empezaban a tener un sentido nuevo. Nuestra mirada era más limpia.

Jesús y Rosalía se encargaron del Taller de Expresión Corporal. Fuimos descubriendo, a través de dinámicas sencillas, la realidad y las posibilidades de comunicación y de expresión de nuestro cuerpo. Ciertamente, la palabra ayuda a la convivencia y a la fraternidad, pero no lo es todo. Reír juntos, bailar, establecer contacto con nuestro propio cuerpo, manifestar con gestos silenciosos nuestras emociones y deseos, relajar nuestros músculos, acariciarnos las manos y la cara… fue una experiencia de comunicación inolvidable. ¡Qué bloqueos interiores tuvimos que superar! Tenemos miedo al cuerpo, siempre lo hemos considerado como un obstáculo para la oración, más que como un instrumento que la facilita y lleva a cabo. Experimentamos el cuerpo como un don de Dios. Pero eso no es todo, también nos ayudaron a comprender que una buena expresión conlleva una donación de sí mismo. Cuando mis manos, mis pies, mi cerebro, mi palabra, entran en contacto con el hermano, estoy manifestando de hecho mi solidaridad. Conforme transcurría el Taller, teníamos la sensación de que enormes posibilidades, antes tal vez ignoradas o reprimidas, se abrían ante nosotros. Comenzamos en tensión y acabamos felices.

La mañana del día 8 fue dedicada a la celebración de la Eucaristía; una Eucaristía que en realidad había comenzado el día de nuestra llegada. La habían preparado con mimo las Comunidades de Murcia. Todo giró en torno a un símbolo escenificado: Hombres y Mujeres encadenados y Fariseos que pasaban de largo en actitud despectiva y recriminatoria. Eran las cadenas de la opresión, la miseria y la marginalidad. La Palabra de Dios iluminaba estas situaciones: Isaías 58, nos recordaba que el ayuno que agrada a Dios es «el abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los pies, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos… sólo así brillará vuestra luz en las tinieblas y vuestra oscuridad se volverá mediodía». Era la llamada a un compromiso liberador. El Prólogo del Evangelio de Juan nos recordaba que la Palabra había acampado entre nosotros para guiarnos en la construcción de un Mundo Nuevo. Todo culminó con un doble gesto liberador: los niños, expresión de los pobres que nos evangelizan, hicieron caer la soberbia farisaica y nos liberaron de todo tipo de esclavitud, rompiendo las cadenas. A su vez, cada uno de nosotros, recordando los hechos y actitudes personales de liberación y construcción del Reino, fuimos rompiendo unos a otros las cadenas que simbólicamente llevábamos. ¡Hoy comienza una nueva era!, cantábamos, mientras que estábamos convencidos de que todo lo vivido en estas Jornadas nos ayudaría a realizar el «sueño» de Dios.

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