La agricultura en la CEE

La agricultura en Europa y en el resto del mundo

La agricultura enfrenta problemas significativos que requieren un amplio debate acerca de las futuras orientaciones en Europa. Es esencial construir políticas capaces de corregir los desequilibrios existentes y promover iniciativas regionales.

Las Jornadas “Una agricultura viva en el medio rural”, organizadas por la Confederación EHNE-UGAV y el Grupo de Trabajo de Agricultura de los Verdes en el Parlamento Europeo, reunieron a más de 250 personas de todas las esferas (agricultores, consumidores, conservacionistas,…) para reforzar vínculos y promover este debate tan necesario.

En algunas regiones de la Comunidad Económica Europea (CEE), la sobreproducción genera excedentes, con poca gente trabajando la tierra, produciendo alimentos de menor calidad y dañando el medio ambiente. Por otra parte, en otras regiones, los agricultores no pueden mantener un nivel de vida digno desde las actividades agrarias y están abandonando el trabajo en la tierra. Desde 1960, un promedio de 1.300 personas han dejado la agricultura cada día en la CEE. La tendencia hacia la concentración en algunas regiones y la despoblación rural en otras continúa.

Creemos que el papel de la agricultura en la CEE debe ser: producir alimentos de buena calidad, sabrosos, nutritivos, en cantidad suficiente; respetar y mantener un equilibrio ambiental; dar a las futuras generaciones un suelo capaz de producir a largo plazo; y garantizar un nivel de vida digno para la población agraria.

La producción industrializada parece más eficaz que la agricultura sostenida y regional porque no se tienen en cuenta todos sus costes. Cuando medimos el coste de la producción industrializada de los alimentos, olvidamos muchos factores. Por ejemplo, el coste de quitar los fosfatos y nitratos de las aguas; la carga sobre las carreteras, la atmósfera y los recursos energéticos por el incremento del transporte; los efectos a largo plazo de las químicas intensivas en energía sobre la salud de los agricultores, los consumidores y otros seres vivos; o las implicaciones éticas de tratar a los animales como unidades de producción, no solamente para el animal, sino también para los que trabajan con la ganadería y para las personas que consumen sus productos.

Igualmente, aquellas personas que condenan la agricultura tradicional de pequeña escala como ineficaz y anacrónica olvidan los beneficios derivados de la agricultura sostenida. La despoblación rural supone costes sociales más altos a la Administración. El tipo de agricultura que nosotros queremos mantiene a la gente en la tierra y puede ser más sana para el productor, consumidor y el medio ambiental. Hay beneficios adicionales como la dignidad, la satisfacción, la autodeterminación de las personas que trabajan la tierra de esta manera y la estética de una gestión más cuidadosa del paisaje que las personas prefieren.

El desarrollo de un nuevo sistema de evaluación que tenga en cuenta los costes y beneficios sociales y financieros de las diferentes maneras de abordar la producción de alimentos es, por tanto, una prioridad importante. Sólo cuando contemos con este sistema podremos ver que la actual “competencia” favorece claramente a la agricultura productivista. Esta visión económica más amplia es un objetivo a largo plazo. Mientras trabajamos con fuerza y rapidez hacia su consecución, hemos examinado y aprendido de acciones en seis sectores concretos:

Conclusiones de los 6 grupos de trabajo

  1. Agricultura y agricultores: trabajo y remuneración

Los agricultores deben recibir lo que les corresponde: un salario justo por el trabajo que necesita la producción de alimentos. Para ello son necesarios los precios diferenciados. La remuneración del agricultor deberá venir directamente del precio percibido por los productos, que reflejarán los costes económicos, ecológicos y sociales de producción. La legislación debe vincular los niveles de producción animal a los terrenos del agricultor, a la vez que promover la redistribución de la producción y una reducción en el empleo de los abonos inorgánicos y los pesticidas. A nivel práctico, se debe apoyar la comercialización directa e iniciativas regionales para desarrollar actividades como el agroturismo, reconociendo que estas últimas nunca pueden suponer un sustituto del salario justo que les corresponde a los agricultores por su trabajo agrario.

  1. Comercialización y consumidores: mercados y calidad

Existen varias vías para lograr los alimentos que consumimos. Agricultores y otros grupos sociales deben trabajar juntos para demostrar a los consumidores que los diferentes caminos tienen diferentes consecuencias, todas las cuales están reflejadas en la calidad de los alimentos. El desarrollo regional del tipo que queremos puede ofrecer una garantía de la mayor calidad, reforzada por programas de identificación y etiquetaje adecuadamente controlados, pero solamente si los agricultores aceptan el reto y si se les permite y motiva positivamente a organizar sus propios mercados. A largo plazo, la identificación debe perder relevancia si toda la agricultura se vuelve más sostenible, más regional y sus productos, por tanto, de mayor calidad. La comercialización directa promueve la relación entre el consumidor y el productor e incluso en las áreas urbanas son de interés las tiendas pequeñas y los mercados, aunque ello supone una limitación a la concentración en el sector de la distribución de alimentos.

  1. Agricultura o agricultura: producción agrícola y vida rural

No podemos frenar la despoblación rural si no se abordan los factores que la causan. Las experiencias muestran que se mantiene y devuelve interés a los pueblos mediante la provisión de empleo adicional adaptado a intereses locales, infraestructura social e información. Entonces, los habitantes del medio rural podrán disfrutar plenamente los frutos de su trabajo en conjunto, reevaluando sus vínculos con la tierra y promoviendo en todas las personas un mayor respeto hacia el papel del ecosistema en la producción agraria. La población rural tiene que tener un futuro garantizado a largo plazo que motive a los hombres y mujeres jóvenes a quedarse en la agricultura. La Política Agraria Comunitaria debe permitir y apoyar este cambio social, porque un cambio en la política agraria cambiaría la vida social de las áreas rurales.

  1. Conservación y desarrollo rural: diversidad e independencia

La concentración en el sector alimenticio ha acelerado la pérdida de la diversidad genética entre especies vegetales y animales, pese a que la agroindustria necesita de las variedades mantenidas en la actualidad por los agricultores para sus nuevos productos. Campañas para evitar una mayor apropiación de los recursos genéticos y para restaurar el “derecho de agricultor” intentarán frenar ese proceso. Además, la mejor garantía de una diversidad de cosechas es tener una diversidad de agricultores. El desarrollo y diversidad regional pueden ser de mutuo apoyo si desenmascaramos la falsa promesa de que las variedades industriales son mejores. Los catálogos para difundir la disponibilidad de variedades deben ser una faceta de los planes regionales y, de la misma manera, se debe concienciar a los consumidores y a las administraciones sobre la variedad que hoy día no les es suministrada.

  1. Agricultura en el medio rural: la protección en la producción

Dado que las diferentes culturas tienen diferentes conceptos de lo que constituye un buen medio ambiente, deberíamos dar a la población local el control sobre su medio ambiental local. La agricultura que respete el ecosistema del que forma parte y una sociedad que tome en consideración todos los costes de la producción, tendrían como consecuencia un mejor medio ambiente en todas las regiones a nivel mundial. A la vez que aumenta el impacto de la tecnología sobre la agricultura, sus consecuencias sobre el ambiente, en términos amplios, son más profundas e incontrolables y necesitan de una alianza amplia para prever y actuar acerca de propuestas de desarrollo tecnológico. La ingeniería genética, en su forma actual, por ejemplo, es una tecnología inapropiada para la agricultura sostenible.

  1. Desarrollo regional y mercado único: identidad regional o uniformidad europea

Si no se tienen en cuenta todos los costes de producción, los procesos de concentración, “mercados únicos”, harán desaparecer las identidades regionales. La importancia no es mirar a las necesidades del mercado, sino a las necesidades de las personas. El poder sobre la política agraria debe ser descentralizado a las regiones e incluso a escalas inferiores. Con una política agraria rural se logrará una agricultura que automáticamente tendrá un menor impacto sobre el medio ambiente, a la vez que mejorará la calidad de vida de los productores. Pese a las fuerzas que se oponen a las regiones y aún en el caso de la indiferencia del estado, debemos apoyarnos en una cultura e identidad fuertes para fomentar la revitalización regional.

En conclusión, creemos que es necesario reforzar los vínculos entre las personas de todas las esferas de la sociedad para apoyar el desarrollo de la agricultura sostenida y regional, para contrarrestar el poder del productivismo y la agroindustria. Es necesario disponer de una autodeterminación para que las decisiones se tomen en las mismas regiones y por las personas a las que afectarán. Los problemas de los agricultores son problemas de todas las personas.

Nuestros anfitriones en Euskadi nos han enseñado algunos de los problemas del desarrollo regional y algunas de sus soluciones. De la misma manera que las regiones tienen una identidad especial, igualmente tienen problemas y necesidades especiales. Juntándonos e intercambiando nuestras experiencias, creamos vínculos más fuertes que nos permitirán avanzar en nuestros propios caminos para abrir el debate sobre la política agraria y cambiarla para que sirva a todas las personas.

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