La Oración en la vida del cristiano

CCP

En las Jornadas celebradas en Valencia sobre Dinámica y actualidad de las CCP

Hablando de la espiritualidad veíamos que debemos recuperar el sentido contemplativo de la vida cristiana. El cristiano debe hacer realidad el consejo de Pablo a los Hebreos: vivir como quien ve al invisible.

La mayoría de los hombres y mujeres que en Murcia pertenecemos a las CCP hemos tenido una experiencia de la vida de oración, que teníamos programada ya antes de las Jornadas de Valencia. Hemos participado en un Cursillo, dirigido por Luis Hernández, Consiliario del Movimiento Familiar Cristiano, titulado “Dinámica comunitaria sobre la práctica y doctrina de la oración cristiana, dentro de la pluralista Iglesia actual”.

En dicho Cursillo hemos afianzado nuestra idea de que la oración no es cosa de religiosos o de curas, sino de cristianos. Diríamos que la oración debería ser práctica habitual en los creyentes.

La oración es el único medio que tenemos para descubrir el mundo invisible. Ese mundo que está más allá de nuestro ego, más allá de nuestros deseos e intereses concretos, que nos enfrentan a los demás. La oración nos enseña otra visión de las cosas y a descubrir los valores del Reino de Dios, a buscar la justicia del Reino y no nuestra justicia. La oración ilumina la realidad con la luz de Dios; gracias a esta luz vemos cosas que antes no veíamos, comprendemos cosas que antes no comprendíamos.

Esta es la razón por la que Jesús, también en este aspecto, cumple lo que Lucas nos dice en Hechos de los Apóstoles (1:1): “En mi primer libro, querido Teófilo, traté de lo que hizo y enseñó Jesús”. Es un buen ejercicio para el cristiano leer el evangelio anotando lo que Jesús “hace o enseña” respecto de la oración. Veríamos como Jesús:

  • Ora “por la mañana y muy temprano” (Me. 1:35)
  • Cuando está preocupado por algo serio (Le. 9:18)
  • Por la noche y antes de tomar una decisión importante (Le. 12:12 ss.)
  • Antes de hacer algo serio y ayudar a otros (Jo. 11:41-42)
  • Cuando ve en peligro a sus amigos (Le. 22:32)
  • Cuando Jesús ora, expresa su alegría: (Le. 10:21) y confianza en Dios (Le. 22:39), se abandona en los brazos del Padre (Le. 23:46)

Nos enseña a orar por nuestros enemigos (Mt 5:44), a orar con insistencia para que se cumpla la Justicia (Le. 18:18), y que la oración no puede ir separada de la vida (Mt. 23:1 ss.).

La experiencia de la oración es una experiencia abierta a todos los hombres, puesto que la luz de Cristo “ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jo. 1:9). Prueba de ello son estas palabras de Gandhi que, como todos sabemos, no fue cristiano:

“La oración es la llave de la mañana y el cerrojo de la noche… Así como el alimento es necesario para el cuerpo, la oración es necesaria para el alma… Ninguno de mis actos se realiza sin oración… Yo no soy un hombre de erudición, pero me proclamo humildemente hombre de oración. La forma me deja indiferente. A este respecto, cada hombre es una ley por sí mismo. Sin embargo, en la oración es mejor tener un corazón sin palabras que palabras sin corazón. Uno puede orar en el silencio que ha desterrado las palabras. Aunque muchas veces tuve que vérmelas con situaciones que, en el plano político, me parecían desesperadas, nunca he perdido el sentimiento de paz que en mí anidaba. Muchos han sentido envidia de esa serenidad. Es la oración la que lo explica”.

Para orar es imprescindible partir de la responsabilidad personal. Es a partir de una decisión personal como se puede hacer oración. Ni las circunstancias más favorables bastan para hacer oración. Ni las circunstancias más desfavorables nos pueden apartar de nuestra decisión de orar. En la base es preciso tener la convicción de que Dios no es ajeno a lo que ocurre en el mundo. Oramos para sintonizar con Dios. Orar antes que otra cosa es escuchar a Dios, en palabras de S. Juan de la Cruz, “contentándose solo con una advertencia amorosa y sosegada en Dios, y estar sin cuidado y sin eficacia, y sin ganas de gustarle o sentirle”.

Orar con la mente y con el cuerpo. En el cursillo nos hacíamos esta pregunta: ¿Por qué durante tanto tiempo hemos dejado al cuerpo a las puertas de la oración que expresa nuestra fe? Orábamos con el espíritu sin recordar que ese espíritu es corpóreo, no vive y actúa sino en un cuerpo. También en el cursillo hemos practicado la oración gestual, la relajación del cuerpo y de la mente. Analizamos unas notas de García Monje que ayudan a comprender mejor nuestra oración:

  • Escuchar VERSUS palabrería
  • Quietud VERSUS actividad
  • Gratuidad VERSUS eficacia inmediata
  • Exigencia extrínseca VERSUS tarea penosa
  • Sorpresa VERSUS rutina

Como anécdota que expresa bien que en todas las circunstancias, favorables o desfavorables, es preciso “pararse”, entrar dentro de sí mismo para encontrar a Dios, se nos dio un documento en el que en sucesivas viñetas se relata lo siguiente:

“Una vez había un hombre que ¡corría y corría… buscando a Dios afanosamente!, pues la vida es corta y hay que encontrarlo pronto. ¡Corría y corría, pues le quedaban muchos sitios por mirar! Un día, agotado de tanto correr, se paró… ¡Y Dios lo pudo alcanzar!”

Deja una respuesta