María José es una mujer bilbaína, consciente del papel que la mujer debe desempeñar en una Iglesia dominada y controlada ancestralmente por hombres, y comprometida con el pueblo, con la teología y con el trabajo ecuménico, desde la opción por Jesús de Nazaret y su personalidad de mujer.
Utopía le ha pedido que comparta con nosotros algunos aspectos de su vida poco antes de que en Madrid tenga lugar el Congreso de Teología que tiene como tema la mujer.
UTOPIA: María José, en nuestro entorno eclesial inmediato es más bien un hecho insólito que a una mujer se le haya encargado la responsabilidad de dirigir una parroquia en la que no hay un sacerdote párroco. ¿Qué experiencias has tenido como párroca en la relación con la gente de la parroquia y con el resto de los compañeros (hombres) párrocos?
MARÍA JOSÉ: Ya me he acostumbrado a la pregunta: “¿Eres tú la párroca?” Te aseguro que para mí fue difícil el tener que reconocerme en esta pregunta: y mucho más complicado aún resultó cuando los medios de comunicación -¡tan discretos!- lo descubrieron. Fue difícil esquivar a los muchísimos que querían un reportaje, un comentario, una foto, una entrevista… De repente, me veía invadida. Había pasado de ser una “hermana” cualquiera, que trabajaba con mucha ilusión en la escuela y en la parroquia de un pueblecito de 300 habitantes casi bucólico, a ostentar el pomposo título de “párroca”, sintiéndome así objeto de la curiosidad y blanco de cuestiones y comentarios.
“¿Por qué no lo preguntan ustedes en el Obispado, que son los que me han nombrado?” -les decía-. Pero la cosa seguía.
Esto, en mi opinión, es síntoma bastante claro de una inquietud. Mucha gente, sea de Iglesia o no, está esperando un cambio en ella. Están viendo que no es el ideal continuar con esta situación en que las mujeres quedan totalmente al margen, tanto de las estructuras de gobierno y decisión, como de la plena responsabilidad litúrgica, sacramental y pastoral. Es lo que en Teología clásica se llama la “potestad de orden” y la “potestad de jurisdicción”, que -como dice K. Rahner- “son los constitutivos de la visibilidad de la Iglesia”; y, como es evidente, si las mujeres permanecen al margen de estas dos “potestades”, necesariamente están recluidas en la invisibilidad, como discretas “feligresas” de muy segundo orden.
Así es que en mi situación -me gustara o no- se veía algo así como una puerta abierta al cambio, una promesa. Eso, yo -desde siempre gran entusiasta de la causa de las mujeres- lo veía como algo bueno, aunque hubiera preferido que ocurriera en otra persona. Así es que, esquivando y encarando el asunto como en alternancias, casi me acostumbré.
Sí, yo he sido la “párroca”, durante casi nueve años, y he trabajado muy a gusto en el entrañable pueblo vizcaíno de Aránzazu. Tampoco se puede dejar de reconocer que ha sido un gesto de auténtica buena voluntad por parte de los obispos de algunas diócesis, por supuesto.
Pero la verdad es que creo que la solución a la falta de curas va por otro lado. Y, como yo, casi la totalidad de las pocas mujeres que fueron nombradas para cargos semejantes, aquí o en otros lugares, ya no están al frente de las parroquias. Ya ha habido algún cura para poder reemplazar, o, simplemente, no se ha visto con mucho futuro el asunto. El parcheo nunca es buena solución para los problemas…
UTOPIA: Además, eres teóloga. ¿Cómo ejerces este trabajo y en qué áreas de la teología te parece particularmente interesante la aportación teológica de la mujer?
MARÍA JOSÉ: Hay algo muy importante: ¿Desde dónde y por qué debe la Iglesia replantearse el asunto de las mujeres y cambiar su postura secular respecto a ellas? Yo trabajo como teóloga. Ahora me coges con el título de “doctora” casi recién estrenado. Defendí mi tesis -por supuesto, sobre y desde las mujeres- en octubre pasado y acaban de publicarla en estos días.
Como muy bien expresó la teóloga norteamericana M. Hunt, las mujeres tenemos la impresión de haber sido consideradas, en casi todos los campos y también en el eclesial, como un “recipiente de decisiones”, y de que otros, “expertos” o no, se han tomado la responsabilidad de legislar, orientar, decidir… sobre la vida, comportamiento, religiosidad, etc., que en realidad competía a nosotras tomar. Sin embargo, es verdad también que la falta de formación, espacios y credibilidad hacía a las mujeres casi imposible esta tarea.
El trabajo teológico es muy importante para todos/as, sean varones o mujeres, pero a nosotros se nos presenta una tarea, un reto muy interesante y de vital importancia. Se trata muchas veces de re-construir, de re-pensar, de re-hacer desde una óptica radicalmente diferente. Se trata de una toma de conciencia, un horizonte y un “desde dónde” intelectual que nos sensibiliza en la interpretación frente a los parámetros absolutamente masculinos que han imperado en la vida intelectual, artística, etc., a sus anchas, y nos hace más perspicaces para comprender y sentir “desde” las mujeres. Nos orienta para descubrir los entresijos en los que podemos descubrir nuestra historia, etc. Mi trabajo de investigación se refiere normalmente más a este campo. Es muy importante descubrir y asumir el pasado para conocer realmente el presente y afrontar el futuro.
Es decir, las mujeres vamos tomando conciencia de que nuestro quehacer teológico es urgente. Pero no cabe duda de que este trabajo no podemos realizarlo en solitario.
UTOPIA: Explícanos qué es el Foro Ecuménico Europeo de Mujeres Cristianas, del que eres Copresidenta, y de qué modo el protagonismo directo de la mujer en el ecumenismo puede darle a éste una nueva luz.
MARÍA JOSÉ: Mujeres de todas las confesiones cristianas hemos entendido que tenemos muchos problemas comunes que afrontar y una larga historia que nos precede y que es patrimonio de todas. Es decir, consideramos que es mucho lo que nos une y bastante menos lo que nos separa. Además, estamos empeñadas en el esfuerzo del diálogo y del mutuo reconocimiento.
El Foro Ecuménico reúne a las mujeres cristianas de 24 países de Europa. ¿Su finalidad? Ofrecer un espacio de libertad para el diálogo, la reflexión, el compartir y el trabajo conjunto. No queremos abdicar de nuestra responsabilidad en la reconstrucción de la vieja Europa, ni tampoco desentendernos de la marcha y la vida de nuestras propias Iglesias. Desde tres núcleos fundamentales trabajan las comisiones internacionales y los grupos nacionales: Justicia y Paz, Ecología y Bioética, y, por supuesto, Teología y Espiritualidad. Estos son los tres ámbitos desde los que intentamos esta búsqueda y entablamos este diálogo. Creemos sinceramente que el esfuerzo ecuménico debe comenzar desde la base; y ahí estamos, en el empeño de realizarlo entre nosotras para llegar realmente a mejorar las relaciones entre nuestras Iglesias y a profundizar en nuestra experiencia, conocimientos, etc., como mujeres. Es una búsqueda palpitante, trabajamos muy a gusto, y creo que puede ser una semilla, una especie de “parábola” que ayude a que las relaciones mejoren.
La oficina la tenemos actualmente en Bruselas, y nosotras viajamos, trabajamos para visitar los países, relacionar a las mujeres, conocer situaciones, representar en grandes y pequeñas asambleas incluso a niveles de bastante oficialidad, como pudo ser en el Encuentro Ecuménico de las Iglesias, celebrado en Santiago de Compostela entre altos cargos de las Iglesias o también en las Asambleas del Consejo Mundial de las Iglesias, la C.E.C. (Iglesias Protestantes y Ortodoxas Europeas), etc. Hacemos un poco de todo, pero con entusiasmo y con esperanza.