Reflexiones sobre la Marcha Verde.
La defensa del medio rural es una exigencia de todos los que vivimos en él, frente a todos aquellos que con sus decisiones y actuaciones contribuyen a exterminarlo en su economía, en su tejido social y en su cultura. Nada que objetar, pues, a que el mundo rural se movilice, se manifieste y grite su protesta en este momento en que se juega su futuro; antes al contrario, todo esto es necesario en una situación como la que se vive actualmente en los pueblos.
Pero sí tenemos que objetar, y mucho, a la utilización de la protesta del mundo rural para servir intereses de rentabilidad política por parte de aquellos que, sin mover un dedo en el día a día por defender a las personas que en él viven, parecieran ahora los pioneros en su defensa.
Es indignante ver y escuchar a dirigentes locales, provinciales o regionales del Partido Popular apoyando la Marcha Verde y servirse de ella en su estrategia electoral; como ya lo hicieron en otro momento, no hace muchos años, en esta zona noroeste de la provincia.
Es indignante ver y escuchar a dirigentes del Partido Socialista Obrero Español defendiéndose y despachar el asunto diciendo que es una maniobra política.
Es indignante ver cómo los Sindicatos Agrarios se rompen por las disputas y estrategias políticas. Así, es imposible la unión sindical, tantas veces reclamada por la gente que vive y sufre los problemas de un mundo rural que lleva una agonía larga.
Es indignante ver cómo los mismos campesinos que reivindican un trato digno y solidario en igualdad de condiciones con los otros campesinos del Mercado Común excluyen y no son solidarios con sus hermanos campesinos marroquíes, o latinoamericanos o asiáticos.
En este juego de intereses el mundo rural se desangra y se muere porque «entre todos la mataron y ella sola se murió».
Lentamente, sin que se note apenas, el mundo rural se está muriendo en medio de una sociedad que ya no lo necesita, a no ser para su esparcimiento de vez en cuando, o para el servicio de intereses económicos determinados. Una sociedad perfectamente organizada, si bien con alguna turbulencia, por la economía de mercado a la que todos cantan, alaban y adoran, montados en el tren del progreso y la modernidad, defendiendo el puesto y el sueldo de una «economía de máximos» y una «ética de mínimos», para sacar el máximo beneficio «caiga quien caiga».
Aquí es donde creemos que hay que afinar la puntería en la protesta y no dar palos de ciego: a la Economía de Mercado que se define en el GATT, en Maastricht, en la CEE, en la Banca Mundial; y a la que sirven sin rechistar los Partidos Políticos, los del Gobierno y los de la Oposición.
No nos engañemos ni nos dejemos engañar. ¡Que no nos utilice nadie en su insolidaridad! La madre del cordero está en la organización capitalista del mercado, en el exclusivo interés económico multinacional que excluye y arroja a la calle a los no rentables, como son los campesinos de nuestra tierra, y al Tercer Mundo, mayoría del mundo rural, de Asia, África y América Latina. Esa es la causa del exterminio y la muerte del mundo rural. Contra eso hay que luchar.
La responsabilidad de este muerto -el mundo rural- está en la Junta de Castilla y León, en las Diputaciones, en los Ayuntamientos, en el Gobierno, en los Partidos Políticos, absolutamente todos, también el Partido Popular, y con creces, que admiten la reconversión agraria y sirven a las leyes del Mercado Competitivo que flaco servicio presta a los más pequeños de la tierra.
Y, también, en nosotros mismos, la gente que vivimos en el mundo rural, que «tragándonos ruedas de molino», dejamos que se manipulen nuestras conciencias y nuestras acciones de protesta; creemos que lo que hay que hacer es competir, triunfar sobre el otro, ganar y sacar el máximo provecho a costa de lo que sea, sin darnos cuenta que esa es precisamente la causa de nuestra ruina.
Así, desmotivados, no encontramos, por no buscarla, la piedra apropiada para arrojarla a la frente del gigante, como hiciera en otro tiempo un insignificante pastor.
Esta manipulación y este juego interesado y programado está privando al medio rural de un futuro digno: con identidad propia, con conciencia de su verdadera situación, con auténtico protagonismo y participación real. Con la apuesta por el desarrollo comunitario e integral, que se lleve a cabo desde la solidaridad efectiva con los más débiles, no sólo de aquí, sino también de otros lugares. Con una metodología de trabajo que analiza la realidad global, que coordina y organiza la acción local y que evalúa el proceso histórico que se va recorriendo.
Hay que movilizarse y manifestarse, SÍ, pero sin ceder a la ingenuidad de «todo vale». Es preciso aunar esfuerzos para asegurar y garantizar el protagonismo real de los habitantes del medio rural y de los distintos medios rurales.
Este medio rural actual necesita de una menor dependencia de grupos políticos y económicos, y de una mayor coordinación y organización de sus posibilidades, sus programas y sus propias reivindicaciones.
Que otros las escuchen y tomen buena cuenta de ello en su acción política. Esa es su responsabilidad.