Javier Domínguez.
Estamos embarcados en un proceso de unificación europea, por el que vamos a formar parte, o ya somos parte, de una gran potencia económica, política y militar. Se van a romper las fronteras interiores, pero se están fortificando las fronteras exteriores, que impidan la invasión de los “nuevos bárbaros”. Hubo un muro en Berlín, en el que murieron muchos. Si contamos los muertos por números, han muerto más en el estrecho de Gibraltar desde que se estableció la ley de extranjería, que en el muro de Berlín a lo largo de toda su existencia.
Ante estos cadáveres que ocupan las páginas interiores de algún periódico (no son noticia), conviene que reflexionemos sobre la solidaridad e insolidaridad. No vaya a ser que estemos construyendo, con toda ilusión, un monstruo.
EL TRATADO DE MAASTRICHT
En diciembre de 1991 se firma este tratado del que todos hablan y pocos conocen el contenido. Vamos a explicarlo brevemente.
- Se aprueba el Tratado de la Unión europea. Este tratado incluye varios tratados anteriores: el Tratado de Roma, por el que se fundó el mercado común, el Acta Única, que varía algunos aspectos importantes del Tratado de Roma -sobre todo en lo que se refiere a la toma de decisiones- y engloba y ratifica todos los tratados anteriores. Además, regula la nueva unión económica y monetaria.
- Se decide que el 1 de enero de 1999 habrá un Banco Central Europeo y habrá una moneda única para toda la Comunidad: el ECU. Desaparecerán las monedas de cada país. Si se puede, se llegará a esto en 1996. El Reino Unido queda al margen de este punto.
- Se ratifica que para el 1 de enero de 1993 no habrá fronteras interiores.
- Europa formará una unidad militar, basada en la UEO, pero manteniendo la compatibilidad con la OTAN. Política militar común.
- Política exterior común.
- Política común: Policía Europea, sobre todo contra las drogas y el terrorismo.
- Se decide desarrollar la Carta Social de 1989, con un propósito vago de que los derechos de los obreros sean los mismos en toda la Comunidad, a la larga y sin prisas.
Para llegar al Banco Central Europeo y a la moneda única europea se requiere que la inflación, el precio del dinero, el déficit público y la deuda pública de todos los países sea semejante. Se decide igualar a todos tomando como medida a los países más prósperos.
- Inflación. No podrá superar más del 1,5% a la inflación del tercer país con menor inflación de la comunidad.
- Tipos de interés. No podrá superar más del 2% del tercer país con los tipos de interés más bajos.
- Déficit público. Máximo del 3% del Producto Interior Bruto.
- Relación deuda pública-ingresos públicos, no superior al 60%.
Además, se requiere que hayan pasado dos años en el sistema monetario europeo actual sin devaluar la moneda con respecto a ninguna otra de la Comunidad.
4o Conseguir esto es lo que pretende el llamado plan de convergencia con Europa. Advirtamos que en este país la causa de la inflación no son los salarios, que van siempre detrás de la inflación, sino fundamentalmente los grandes negocios especulativos que aumentan el dinero en falso sin aumento de producción. (El mismo solar que costó 100 millones, se vende a 2.000 millones. Y el solar es el mismo. Hasta el Gobierno lo hizo en San Sebastián de los Reyes).
Sin embargo, parece que el Gobierno apuesta por conseguir la convergencia haciéndola cargar sobre los más pobres para consolidar los beneficios especulativos de los grandes inflacionistas.
El déficit público no lo causa el dinero del paro, sino que se han gastado lo que no tienen en el tren de alta velocidad, la Exposición de Sevilla, las Olimpiadas, Madrid Capital Cultural… demasiadas cosas en un solo año para un país como el nuestro… Y ese dinero hay que pagarlo. El problema es quién y cómo. Pero la intención del Gobierno es bien clara.
DA UN POCO DE MIEDO
Fronteras comunes, Banco común, moneda común, ejército común, policía común. Fronteras, Banco, Moneda, ejército, policía… Cuando ve uno juntas todas estas palabras, se encoge un poco el corazón.
El capitalismo del milagro alemán fue un capitalismo “con rostro humano”. Me refiero al capitalismo que los técnicos llaman Keynesiano, que además del beneficio del capital, buscaba y en gran medida consiguió un “estado de bienestar”. Mediante una política de impuestos, un control riguroso de la especulación y unas leyes sociales avanzadas, consiguió elevar el nivel de vida de una Europa hambrienta tras la guerra. La Constitución alemana garantiza a todos los ciudadanos unos ingresos mínimos para poder vivir. Era una Europa en la que llamaba la atención que no había pobres pidiendo por las calles.
La social democracia y también la democracia cristiana de Adenauer consiguieron un capitalismo “domesticado”. El modelo sueco era el paradigma de este capitalismo. Felipe González era amigo de Olof Palme.
Pero ha caído mucha lluvia desde entonces. Felipe González supera su pasado izquierdista. Se impone un nuevo modelo de capitalismo: el capitalismo puro y duro, el que llaman capitalismo de Freedman, propugnado y propagado sobre todo por Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en el Reino Unido: un capitalismo que parte de que el Estado no es una nodriza, que hay que restringir el gasto social, que hay que someter a los sindicatos, que hay que garantizar sobre todo el beneficio, que hay que abaratar el despido, que no hay que dar dinero a los parados, porque no es rentable…
Resulta interesante que el primer decreto de convergencia con Europa haya sido “el decretazo” por el que se restringe el dinero a los más pobres, a los parados.
Y es que el signo del tratado de Maastricht es el capitalismo puro y duro: Banco Central Europeo y moneda única europea y caiga quien caiga.
El resultado de todo este proceso es que hoy hay más riqueza que en 1982 (el Producto Nacional y la Renta Nacional han subido), pero está peor repartida: hay más pobres y más ricos. El llamado proceso de convergencia llevará, si no lo impedimos, a que aumente el número de pobres y aumente la riqueza de los ricos. Entonces estaremos preparados para “converger con Europa”.
SER SOLIDARIOS EN EUROPA
Al terminar la guerra, la fábrica Volkswagen estaba absolutamente arrasada. Se reunieron obreros y patronos y llegaron a un pacto social. Se darían salarios de hambre, lo que se pudiera, hasta que la fábrica saliera adelante. Conforme la fábrica fuera siendo rentable y fuera posible, se iría pagando el salario atrasado, que se había cobrado de menos. Se pusieron a trabajar juntos y la fábrica prosperó, mejoraron los salarios y fueron pagando los atrasos con acciones de la empresa, que los obreros podían vender, si necesitaban el dinero contante y sonante. El resultado es que la mayoría de las acciones de la Volkswagen están en manos de los habitantes del pueblo de Wolfsburg, que prácticamente vive de la empresa. Esto es un pacto social: nos apretamos todos el cinturón en las vacas flacas, pero en las vacas gordas comemos todos.
Cuando hace pocos años se intentó unir la Volkswagen y la Mercedes no pudieron llegar a acuerdos precisamente por la enorme diferencia en el sistema de acciones.
Si queremos construir una Europa solidaria tenemos que empezar construyendo desde la base. De lo contrario, tendremos política europea, frontera europea, banco europeo y harán de nosotros lo que quieran. Necesitamos sindicatos europeos, partidos políticos europeos, asociaciones de vecinos europeas, asociaciones ecologistas europeas, huelgas generales europeas… Hemos perdido la solidaridad obrera internacional y es hoy más necesaria que nunca.
Pero no basta con organizar la solidaridad entre nosotros los europeos. Es necesario, y más difícil, estructurar la solidaridad con los extranjeros que viven aquí en condiciones precarias. No podemos tolerar que estén muriendo ahogados de veinte en veinte en el estrecho de Gibraltar…
Y finalmente, es preciso organizar la solidaridad con los países hermanos del tercer mundo, con comités, asociaciones de base… etc. De esto no saldrá nada de Maastricht. Si no lo hacemos nosotros, no lo hará nadie.