Solidaridad con los insumisos

Iglesia de Base de La Rioja

Os llevarán a los tribunales para que deis testimonio.

Carlos, pues, como un gran número de jóvenes que va en aumento, decidió hacer una opción más radical, la de la insumisión. Y, naturalmente, lo consideraron delincuente y lo llevaron ante un tribunal militar.

Carlos tenía claro desde hace tiempo que no iba a hacer el servicio militar: quien quiere la paz tiene que trabajar por la paz; esto es mucho más difícil que prepararse para la violencia y la guerra, aunque quieran hacernos creer —¡ilusos!— que los ejércitos protegen la paz y la concordia. Pero Carlos también tenía claro que no le bastaba hacer una simple objeción de conciencia al servicio militar y aceptar la prestación civil sustitutoria, porque, en la práctica, es seguir el juego y dejar las cosas como están. Carlos (pues, como un gran número de jóvenes, que va en aumento) decidió hacer una opción más radical, la de la insumisión. Y, naturalmente, lo consideraron delincuente y lo llevaron ante un tribunal militar.

Lo que Carlos pedía ahora eran testigos que le apoyaran en el juicio; entre ellos, dos miembros de Comunidades de Base; uno como médico y otro como psicólogo. Los dos teníamos algo que aportar, como cristianos y como profesionales: primero, el testimonio positivo sobre un tipo de paz que «no es como la que da el mundo»; el segundo, el testimonio trágico de lo que percibimos en nuestro trabajo clínico al tratar a muchos jóvenes durante el período de la «mili» o inmediatamente después: aumento enorme del consumo del alcohol y otras drogas, de suicidios consumados o intentados, de autolesiones, de depresiones, de trastornos psicosomáticos, de fobias, de psicosis… en relación con la población que no hace el servicio militar. Así pues, aceptamos ser testigos y estuvimos declarando con los otros testigos ante el tribunal militar.

La verdad es que, visto «a posteriori», las cosas han sido muy diferentes de como yo pensaba: mucha gente está de acuerdo en que el servicio militar no sea obligatorio; son también muchos los que rechazan que un Estado pueda disponer de los jóvenes para servicios militares o civiles; y casi todos desechan la idea de que un insumiso deba cumplir penas por defender su postura; igualmente, muchos reconocen la necesidad de que otras personas, como era nuestro caso, se pusieran abiertamente de su parte.

Lo primero que quiero dejar claro para los que preguntan: «Si no quiere hacer la “mili”, ¿por qué no se hace objetar?», es que los insumisos, aun sabiendo que les cuesta la cárcel, están haciéndonos cambiar nuestra postura frente al servicio militar y lo que representan los ejércitos en nuestra sociedad.

Otro punto es el enfrentamiento a la institución militar. En los últimos años existe un claro distanciamiento entre el estamento militar y el pueblo, y los mismos militares son conscientes de ello.

Comprendo que la lucha de personas y de colectivos por una sociedad sin armas no es compartida por mucha gente; es una utopía. Pero recuerdo aquella definición de utopía: «Luchar por adelantar la historia». ¡Quién iba a decirme a mí hace veinte años que iba a verme metido en este juicio! Ha sido la lucha utópica de los objetores e insumisos la que ha ido cambiando nuestras mentalidades.

Creo que es hora de que los cristianos nos planteemos hasta qué punto es razonable seguir pactando con los ejércitos, o que desfilen en las procesiones, o que participen en las fiestas sagradas, y otras muchas cosas. Pero, sobre todo, ¿por qué tenemos que empuñar un arma? ¿No sería hora de que la Iglesia (que somos todos los cristianos) se manifieste públicamente en contra de todo lo que haga que un ser humano se enfrente con su hermano?

Por la experiencia de este juicio y por la solidaridad con otros insumisos podemos aseguraros que, aunque al principio sientes algo de duda y de miedo delante de los que parecen fuertes, luego vives la realidad de las palabras de Jesús: «Os llevarán ante gobernadores y reyes para que deis vuestro testimonio delante de ellos… Pero no os preocupéis por cómo habéis de hablar o qué habéis de decir, pues en aquel momento Dios os dará las palabras oportunas. No seréis vosotros quienes habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros» (Mt 10,18-20).

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