Decía Marco Aurelio, filósofo y emperador, que “la sabiduría es el arte de aceptar aquello que no puede ser cambiado, de cambiar aquello que puede ser cambiado y, sobre todo, de conocer la diferencia”.
No sabemos si lo que vamos a cambiar en Utopía a partir de ahora es un acto de sabiduría, pero lo que sí tenemos cierto son las razones que nos asisten para no continuar haciendo lo mismo que hemos venido haciendo durante los 25 años de la revista. El tiempo nos dará o quitará la razón.
No vamos a cerrar Utopía, que quede claro. Pero después de este número 100 —al que hemos llegado con ilusión no exenta de esfuerzo—, no va a seguir apareciendo en papel como hasta ahora. Como se explicará más adelante, su versión será solo digital.
Como es de suponer, nos está doliendo mucho este paso, no vamos a ocultarlo. Pero, después de oír al sabio Qohelet, lo hacemos conscientes de que “todo tiene su tiempo y razón, todas las tareas bajo el sol” (Eclo 3 y ss.). Y el tiempo de Utopía en su versión habitual —nacida en 1991 como “órgano de comunicación e intercambio desde la fe” entre colectivos y personas del “Movimiento Cristiano de Base”—, a nuestro entender, ya se ha cumplido.
Nada ocurre sin razón suficiente. Y este cambio en Utopía obedece a diferentes motivos fácilmente comprensibles. No es pequeña, en primer lugar, la presión dominante de las nuevas formas de comunicación, más ágiles y globales, que la tecnología está poniendo, a mínimo coste, en nuestras manos. No aprovecharlas sería un despropósito, más por la mayor difusión que nos ofrecen que por su mismo coste —porque, en verdad, la fidelidad y generosidad de nuestros suscriptores, de nosotros mismos y de algún pequeño mecenas, nunca nos han hecho pasar demasiados apuros económicos—.
Sería ponernos una venda en los ojos, por otra parte, si no viéramos cómo el público de Utopía y su mismo Equipo de Redacción, se van agotando día a día, como una lámpara que se consume, fundamentalmente por la edad. Debido al carácter confesional de la revista y a su talante profético y liberador, el escenario de su despliegue nunca ha podido ser masivo. Y, por lo que estamos viendo, este escenario hoy, muy a nuestro pesar, se va achicando.
De mayor peso nos parece, finalmente, el monumental cambio sociocultural al que estamos asistiendo en estas últimas décadas. Muchos observadores hablan abiertamente de revolución, de una nueva era que afecta muy directamente también a la morfología de las formas religiosas y, más al fondo, a sus mismas creencias. Desconocer lo que está ocurriendo a nuestro lado y no tratar de adaptarnos a ello sería, en palabras de Marco Aurelio, ”desconocer la diferencia” entre “aquello que puede y aquello que no puede ser cambiado”.
Utopía se siente orgullosa de haber contribuido modestamente, durante un cuarto de siglo, a este cambio y os agradece, a cuantos y cuantas nos habéis acompañado, vuestro aliento y simpatía. Gracias. Además, en esta su última aparición en papel, quiere dejar constancia de su experiencia acumulada y de sus apuestas de futuro. Desde esta tensión entre memoria y promesa, presentamos las siguientes páginas en dos escenarios complementarios: 1º Somos testigos del cambio, y 2º apostamos por un futuro desde… El número 100 se cierra con un epílogo sobre el futuro “on line” de la revista.