Mensaje del arzobispo de Bamenda a todo los cristianos de su diócesis.

Mensaje del arzobispo de Bamenda a todo los cristianos de su diócesis.

Paul Vordzekov. Arzobispo de Bamenda.

En primer lugar, quiero daros las gracias de todo corazón por las oraciones que hacéis de manera continua para que nuestro país encuentre de nuevo la paz. Hay una intención por la que insisto que pidáis. Se trata de la abolición de la tortura en nuestro país. Este crimen inexplicable existe en nuestro medio y ha tomado dimensiones realmente horribles en Bamenda, después de la noche del martes 27 de octubre de 1992.

La misión de la Comisión Nacional de los Derechos del Hombre de Bamenda, del 14 al 19 de noviembre de 1992, ha efectuado, entre otras, las siguientes observaciones: “La brutalidad de las fuerzas del orden, en particular en el momento de las detenciones, es muy inquietante”. “Numerosos detenidos han sido sometidos a una tortura psicológica y física, hemos visto a algunos sufrir de una forma horrible con los órganos sexuales destrozados, con quemaduras y llagas profundas y con fracturas de cráneo”.

La muerte trágica de Che Ngwa Gandhi, a consecuencia de la tortura sádica a la que fue sometido, es una prueba elocuente de que la tortura existe y que se practica cotidianamente y de manera impune a nuestros compatriotas cameruneses, aquí en Bamenda y en otros lugares de nuestro país. Os pido que recéis con insistencia:

  • Por todas las víctimas de la tortura, por los que autorizan la práctica de la tortura y por los que la ejecutan.
  • Pidamos de una manera especial por los que han sido víctimas de la destrucción injusta y criminal de sus bienes, así como por los que han sido injustamente acusados, detenidos y sometidos a tortura, a fin de que no estén animados por sentimientos de venganza, sino que la gracia de Dios pueda ayudarles a adoptar actitudes de perdón, paz y reconciliación.

Que la sangre inocente de Che Ngwa, así como la de las otras víctimas inocentes de la tortura, consigan para el Camerún la abolición y la desaparición total de la tortura. Que su muerte haga desaparecer todas las formas crueles, inhumanas y degradantes de represión y castigo, que son prácticas corrientes para innumerables personas de Bamenda desde la noche del martes 27 de octubre de 1992.

Quiero felicitar públicamente a los policías, gendarmes y soldados que, reconociendo que la tortura es un crimen abominable, rehúsan participar en ella o practicarla. Tales hombres de uniforme son el honor de nuestras fuerzas armadas y del orden. Cuando en junio pasado, en Ndu, los gendarmes comenzaron a torturar a los ciudadanos inocentes y a destruir sus bienes, otros gendarmes hicieron todo lo posible para retener a sus compañeros que se habían vuelto prácticamente locos.

En cuanto a los gendarmes, policías y soldados, que desgraciadamente aceptan la práctica de la tortura y otras formas de violencia crueles, inhumanas y degradantes sobre otros seres humanos, lleno de respeto y fraternidad, yo les propongo meditar de una manera profunda sobre los puntos siguientes.

Ante todo, si creéis en Dios, acordaos de que la tortura que infligís a otros os deshumaniza infinitamente más que a vuestra víctima. La tortura que infligís a otros os convierte en bestias salvajes y no en hombres. Torturando a vuestros hermanos perdéis vuestro derecho a ser considerados y respetados como hombres honestos.

Acordaos también de que, cuando aceptáis la práctica de la tortura sobre otros únicamente porque vuestros jefes os han dado tal orden, os volvéis un verdadero robot, no sois una persona responsable. Vosotros tenéis vuestra propia conciencia que os indica que la tortura es un mal abominable y que es necesario rechazarla, lo sabéis: por ello, practicáis las torturas más refinadas en secreto, lejos de los ojos del público. Tened en cuenta que aunque el Estado no os castigue por vuestro crimen de tortura, la excusa de haber ejecutado estas órdenes no os será de ninguna ayuda delante de Dios.

Por otra parte, cada miembro de las fuerzas del orden se debe acordar de que nuestro país se ha unido libremente a la Convención Internacional contra la Tortura y otros castigos crueles e inhumanos. Esta Convención dice que, “una orden dada por un oficial superior o autoridad pública, no debe ser invocada como justificación de la tortura”. Como consecuencia, los elementos de las fuerzas del orden que aprovechan el estado de urgencia, que actualmente se encuentra en vigor en el noroeste del país, para torturar a sus hermanos, se están burlando de la citada Convención Internacional y atraen sobre nuestro querido país la vergüenza y el desprecio. Colocan también en mal lugar a las autoridades públicas civiles, que de una manera periódica, desmienten esta realidad de la práctica de la tortura en el Camerún.

También es mi deber recordaros, queridos hermanos, la enseñanza de la Iglesia concerniente al octavo mandamiento de la Ley de Dios. Entre otras cosas, este mandamiento prohíbe el falso testimonio, el que adquiere una gran gravedad cuando ello lleva consigo la condena, detención y prisión de un inocente y la libertad de un culpable. Algunos de los que han sido detenidos anteriormente y ahora en Bamenda son inocentes, falsamente acusados y denunciados por sus mismos vecinos.

Cada católico que haya dado un falso testimonio contra su vecino que se encuentre ahora detenido por esta razón, tenga en cuenta que su falso testimonio es una falta grave que exige una reparación. Para obtener de Dios el perdón y la reconciliación con la Iglesia, el que ha denunciado falsamente a otros debe reparar el mal que ha cometido. Esta reparación que se le pide puede ser moral o material y debe ser proporcional al grado de injusticia que ha causado el falso testimonio dado. Es una obligación de conciencia.

De la misma manera, todo cristiano, bien sea civil o miembro de las fuerzas del orden, que, violando el séptimo mandamiento, ha robado o destruido a conciencia los bienes del otro, o utilizado su posición para quedarse con dinero o bienes de los otros, debe darse cuenta de que está obligado a restituirlos totalmente. Ello es una condición indispensable para el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia.

Paul Vordzekov .Arzobispo de Bamenda.

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