Asociación de Sin Papeles de Madrid

 LA ASOCIACIÓN SIN PAPELES DE MADRID: UN ESPACIO DE LUCHA, CONVIVENCIA Y CREACIÓN.

 La Asociación de Sin Papeles de Madrid (ASPM) es un espacio intercultural de convivencia donde se comparten experiencias, valores y sentimientos entre sus miembros. Es un lugar donde amigos de diferentes lugares del mundo intentamos que se respeten los derechos de todos. Defendemos contra viento y marea que todas las personas que vivimos hoy aquí somos iguales, valemos y contamos lo mismo y, por lo tanto, tenemos los mismos derechos básicos y la misma dignidad. Significa luchar contra la discriminación y el racismo, pero también es la oportunidad de conocernos como vecinos y vecinas, un lugar donde escribir lo que pensamos y sentimos. Es un espacio donde podemos apoyarnos entre todos y todas y crecer juntos, donde también nos animamos, nos damos fuerza, compartimos nuestros problemas y luchamos por nuestros derechos, que son los derechos de todos y de cualquiera.

La ASPM nace de la constatación de que uno sólo no puede y que juntos podemos más. Por eso nuestro lema es Mbolo Mboy Dole (que quiere decir, más o menos: juntos podemos). No solo podemos luchar mejor para conseguir los objetivos concretos que nos proponemos, también para compartir el calor de caminar juntos. Formamos parte del Ferrocarril Clandestino (www.ferrocarrilclandestino.net) junto con otros grupos y experiencias con las que compartimos objetivos y modos de hacer.

En este espacio nuestro no pensamos todos lo mismo, no hemos nacido todos en el mismo lugar, ni conocemos los mismos idiomas, pero juntos luchamos contra la discriminación racial y el derecho a la legalidad de todos y todas. Hay muchas diferencias, pero también mucho en común. “Conocí la asociación en 2007 y desde que estoy aquí lo veo muy bien, porque estamos luchando juntos por nuestros derechos” cuenta Jibell, un compañero de Gambia. En realidad, cada día, en cada reunión, inventamos y construimos un poco más lo que tenemos en común.

Desde que comenzara hace unos años, la asociación se ha ido nutriendo de esa necesidad de apoyarnos entre todos y se han ido tejiendo redes en el barrio, en las calles, que aún están en pleno proceso de expansión. En palabras de Adama “al principio éramos pocos y nos reuníamos sobre todo para temas legales, pero luego la asociación creció”. El boca a boca, y la interacción entre vecinos y amigos/as ha sido la principal fuerza motora que ha hecho que cada vez más gente se una en el camino. Modou, recuerda cómo “llegué a España con catorce años y paseando por la calle me encontré con Antonio que me habló de la asociación y desde entonces voy a clases de castellano”. Lo bonito es que lo que comienza como un pequeño contacto, acaba por convertirse en una experiencia colectiva  que suele producir un cambio en nuestras vidas, tal y como explica Alioune, de Senegal “conocí la asociación por dos profesoras, Alcira y María, en 2007. Al principio yo no pensé que esto iba a ser así. Me enseñó muchas cosas en la vida: jurídica y administrativa. Es una asociación interesante para mi vida en España”. Así lo describe también Manuel, vecino español del barrio madrileño de Lavapiés: “en la asociación aprendes a mirar al mundo del que uno participa de otro modo, a problematizar lo que se naturaliza como obvio y a pensar con otros otra manera de vivir y hacer en tu día a día”.

Funcionamos en grupos de trabajo sobre algunos temas que nos preocupan especialmente: la continua invención de trabas burocráticas y administrativas inverosímiles para normalizar nuestra residencia; las redadas indiscriminadas para cazar y amedrentar a personas sin y con papeles; la existencia de centros de internamiento para extranjeros y los abusos que allí se cometen; conseguir y mantener trabajos dignos; la criminalización y estigmatización de los inmigrantes…De esta forma, nos repartimos en diferentes comisiones que hacen posible el funcionamiento de la asociación. Entre otras cosas, tenemos una asesoría legal, talleres de autoformación, clases de castellano, un grupo que organiza encuentros deportivos y hasta un grupo de teatro que actualmente está representando la obra “La manta no es mi sueño” en los más variados escenarios de Madrid. Los que participamos en la asociación, nos incorporamos a los grupos de trabajo que más nos atraigan para poner nuestro granito de arena. Así, cuenta Coumba, de Senegal, que “estoy en el grupo de teatro porque me gusta mucho conocer gente agradable”, mientras que Modou T. comenta que “a mí me gusta mucho el teatro y cuando estoy en casa hago mucha comedia con la gente con la que vivo”. En las clases de castellano no sólo se trata de aprender el idioma, lo cual es esencial para el entendimiento común del grupo, sino que también se tratan aspectos más prácticos (asistencia sanitaria, cuestiones legales) y creativos dentro de las actividades y campañas organizadas por la ASPM. “Me gustan las clases porque  aprendo a hablar y otras cosas importantes para mí. Además así puedo conocer gente”, explica Karima. Adama nos cuenta también cómo incluso en las comisiones en principio menos lúdicas, como la económica, “organizamos fiestas para sacar dinero, como la del cordero, una fiesta musulmana. Lo pasamos muy bien, comimos cordero y bailamos juntos”. Coumba, que trabajó durante años como cocinera en Senegal  explica que “me gustó mucho cocinar en para la fiesta del cordero. Me gusta cuando estamos juntos”. También hemos organizamos batallas concretas para conseguir que la situación mejore y convivir en condiciones más justas (acciones públicas, informes, denuncias, aparición en los medios de comunicación… contra las redadas indiscriminadas, la penalización del top manta, la existencia de los CIE’s, los abusos…). En todas ellas salimos a la calle juntos con un mismo mensaje expresado de diferentes formas que pueden ser también una voz, un grito, una denuncia, una manifestación, un baile, una obra de teatro, un partido de fútbol…

Así que tratamos de luchar juntos intentando pasarlo lo mejor posible, porque compartir las alegrías y las penas nos da fuerza. Nos emociona pensar que lo que iniciamos hace años en pequeños grupos de asesoría jurídica, haya devenido en una lucha colectiva que es capaz de cambiar la realidad en la que vivimos. Un ejemplo es cómo la campaña anónima por la despenalización del top manta, en la que espontáneamente numerosos colectivos nos vimos contagiados, ha conseguido reducir las penas a las que se somete a quienes venden en la calle. El sentir es que eso es un gran cambio y un paso hacia delante. Esperamos seguir juntos y cada vez más acompañados en este camino que hemos recorrido y construido con mucha ilusión, cariño y esfuerzo. MBOLO MBOY DOLE.

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