En el nº 109 publicamos la primera parte del documento “Hacia una espiritualidad comprometida” elaborado por la Comisión de Laicidad de Cristianos y cristianas de Base de Madrid. A continuación publicamos la segunda parte
- Espiritualidad y Religión.
Con frecuencia confundimos espiritualidad con religión, valores morales con valores espirituales. ¿Qué entendemos por religiosidad y qué entendemos por espiritualidad? La religiosidad se expresa como una serie de creencias, normas o dogmas, aprendidos o impuestos, a través de las cuales creemos relacionarnos con lo trascendente, aunque ello en nada comprometa nuestra vida. La espiritualidad, en cambio, es el aliento que, brotando de lo más profundo de la existencia, guía y empuja al ser humano hacia su pleno desarrollo, en contextos de libertad, igualdad y justicia social.
La espiritualidad no es monopolio de las religiones, sino la dimensión más profunda de la persona. Es la capacidad de dialogar, escuchar la llamada del corazón y convertirse en instrumento de progreso, transformación y movilización social en orden a construir modelos de sociedad interdependientes, relacionales y corresponsables, con equidad y justicia para todas y todos.
La espiritualidad ‘laica’ puede ser ambigua.
Porque la hay comprometida con la realidad y la hay de corte ‘posmoderno’. Lo que caracteriza la espiritualidad posmoderna es la búsqueda, no del otro, sino de sí mismo, de la tranquilidad espiritual, de la paz, del sosiego del corazón. Esa sería una espiritualidad egocéntrica, centrada sobre el propio ego. La espiritualidad comprometida, por el contrario, es política, volcada sobre la promoción de la justicia y de la paz, comprometida con la Ética y la protección del medio ambiente. Es decir, una espiritualidad holística, que lo abarca todo.
Y es particularmente imprescindible ante las crisis que nos envuelven, que son de carácter económico, político, ético y espiritual, etc. Todas las crisis son una, como son uno el grito de la tierra y el grito de los empobrecidos/as, es decir, el grito de la vida.
Ese no es el evangelio de Jesús
En consecuencia, la espiritualidad a proponer como cristianos no es alentar la religión, si ésta es entendida como conjunto de verdades, normas morales, ritos y prácticas religiosas. Ese no es el evangelio de Jesús. La espiritualidad que impulsa el proyecto de Jesús es un aliento de fe subversiva que tiene su preferencia no en el templo ni en el autoconsuelo pietista, sino en las personas, especialmente las más desprotegidas. El proyecto del Reino de Dios no es tanto un proyecto religioso, sino un proyecto de sociedad alternativa, justa, equitativa e igualitaria, donde todos los seres humanos podamos disponer de una vida digna y convivir como iguales.
Lo cual en ningún caso es opuesto a la búsqueda del silencio, sosiego, calma, profundidad, la conexión con la Fuente de la vida.
2) Espiritualidad y Política
De lo anterior se deduce que la espiritualidad tiene un fuerte componente político. Es un grave error pensar que la espiritualidad atañe a la vida privada y que la política se encarga de la vida pública. La espiritualidad de las personas y de las comunidades se proyecta inevitablemente y determina la calidad de la vida pública. Y, a la vez, la política (la calidad del trabajo y del salario, el sistema sanitario y educativo, el cuidado de la naturaleza, la vivienda en que vivimos…etc.) nos configura en lo más íntimo de nuestra vida privada. Son esferas que se solapan diariamente. De ahí que si somos coherentes con esa espiritualidad comprometida de la que hemos hablado, nuestra opción política fundamental debe ser revolucionaria, apostando siempre por la transformación hacia una comunidad del cuidado y del bien común.
No puede haber una política del Bien Común sin espiritualidad.
Y, a la inversa, no puede haber una espiritualidad liberadora que, de una u otra manera, no se traduzca en praxis política, a pesar de la ambigüedad y los riesgos que le son inherentes. La “espiritualidad pura”, aislada de lo real, no existe, como no existe el espíritu sin encarnarse en la realidad del mundo. No puede haber una espiritualidad a-política. Sería una ilusión alienante. Y, al revés, una política sin espiritualidad carece de alma y lleva a la muerte.
Para Platón y Aristóteles la política era inseparable de la ética
Creemos inaplazable la recuperación del sentido originario de la política como arte de atender a las necesidades de la ciudadanía, de la polis, como gestión del Bien común. Es decir, la búsqueda del mayor bien posible para el mayor número de personas. Para Platón y Aristóteles la política era inseparable de la ética. Y Santo Tomás de Aquino decía que buscar la felicidad de las personas era una tarea fundamentalmente política, y llegaba a afirmar que “la felicidad es un bien común”. De modo que, el espíritu originario de la política sólo podrá recuperarse con una ética pública laica, es decir, que atienda al desarrollo y bienestar comunes a todo el pueblo (el laos).
En resumen, cultivar una espiritualidad política supone cultivar personal y comunitariamente un talante, una manera de estar en la realidad y una manera de organizar la gestión de la polis y el gobierno, que haga del Bien Común real el centro de los esfuerzos y preocupaciones. Un Bien Común que ha de tener en cuenta la vida y la felicidad de toda la humanidad, empezando por los más pobres y excluidos.
3) Espiritualidad y Ética
La espiritualidad laica que propugnamos es fundamentalmente ética, más allá de cualquier inspiración religiosa, aunque no en contra de ella. Si la espiritualidad es la fuerza que alienta la realidad, esa fuerza se cifra en la actividad política, que también es ética, porque ética y política son inseparables.
Situamos la Ética en los principios, normas y valores que cada cual elige para orientar su conducta. Nada material, nada que se palpe por los sentidos. Dado que la espiritualidad es la fuerza que alienta la realidad humana, si no perdemos de vista la ingente –y dolorosa realidad- de los 7.200 millones de SS.HH que habitan el planeta, tenemos que apelar a una ética y una espiritualidad de alcance universal, que nos invita a cuestionarnos y a deconstruir los mandatos heteropatriarcales, colonialistas y opresores para involucrarnos en las luchas a favor de la justicia en las relaciones humanas a nivel planetario.
Una nueva espiritualidad
A partir de esa exigencia ética, resulta obligado subrayar que la espiritualidad de hoy y del futuro, ha de ser una espiritualidad comprometida con la realidad, y por tano una espiritualidad subversiva, (Subvertir significa “mover el ánimo de la gente para inducirle a adoptar una actitud rebelde u hostil para cambiar el orden público y moral” dice el Diccionario de la Lengua). Es decir, la que mira el mundo desde los excluidos y se ocupa de los de abajo, de las personas empobrecidas, para cambiar el actual orden injusto.
Se trata de asumir una espiritualidad nueva, claramente comprometida con los valores básicos de la ética, es decir, con la vida, la justicia, la libertad, la verdad, la igualdad, la paz. Se trata de sacudir nuestras conciencias para instalarnos en la óptica de la Vida, de los derechos humanos, de la dignidad, para desmontar el poder de los de arriba y reconstruir los auténticos valores de los de abajo, del pueblo sufriente. Se trata de hacer justicia, para que todos/as podamos gozar, en verdad, de las auténticas libertades. Repetimos, no es sólo una mirada nueva, se trata de asumir una espiritualidad de compromiso ético.
Si no es así, sólo será una espiritualidad burguesa, más o menos piadosa, pero encerrada en sí misma y descomprometida con la realidad. Espiritualidad y realidad serán dos caminos que nunca llegarán a encontrarse. Se trata de elegir entre dos modelos de espiritualidad que responden a dos visiones distintas del mundo: experimentarlo desde los oprimidos, o contemplarlo pasivamente desde la comodidad y el bienestar de cada quien.
************N.B. Esta espiritualidad laica, basada en valores éticos fundamentales, y comprometida con la realidad para liberarla de esclavitudes, opresiones y vulnerabilidades, ha de materializarse en la praxis de cada persona y cada colectivo, de acuerdo con las condiciones de vida y las posibilidades que cada cual tenga a su alcance. Pues, para ser fecundos, los postulados teóricos han de traducirse en experiencias prácticas liberadoras. Una tarea a la que estamos todos/as convocados/as, como personas responsables y como cristianos/as que miran más al evangelio de Jesús que a las tradiciones religiosas en que hemos sido socializados.
1 comentario
El documento afirma: “Y, al revés, una política sin espiritualidad carece de alma y lleva a la muerte”. ¿Encontramos espiritualidad o encontramos economicismo en los movimientos y fuerzas políticas que dicen perseguir un mundo más justo? En los fundamentos sobre los que se ha tratado de cambiar elmaterialismo capitalista ¿encontramos espiritualidad o encontramos un materialismo tan radical como el otro? ¿No estará en la falta de espiritualidad y de alma la clve que nos explique el fracaso de todos los intentos de construiruna sociedad justa y fraterna?