COLORES, AROMAS, SABORES Y SONIDOS DE LA SEXUALIDAD

El cantar de los cantares 

Jesús Bonet Navarro

 Un mundo de sensaciones

Es difícil que alguien pueda entender el amor de Dios y hablar con sentido de él si no sabe lo que es el amor humano o no lo ha experimentado en sus distintos registros psíquicos y físicos. “¿Qué otra cosa es la fuente –dice A. Gala-, sino el agua? ¿Qué es la vida, sino la sed y la alegría? ¿Qué los labios, sino la palabra y el beso?”

Los poemas que componen el Cantar de los Cantares dan forma a un mundo de sensaciones táctiles, perfumes, arrullos, sabores, besos, colores, contactos de piel con piel, imágenes sensuales, corazones de amantes, fantasías sexuales estimulantes, bocas que describen el cuerpo, ojos y dedos que lo exploran, flores, frutas, canciones insinuantes y naturaleza que bulle de vida. Todo ese mundo está interpretado por una orquesta sinfónica cuyos instrumentos son el amor, la sensualidad, el juego erótico, la ternura, el enamoramiento y el disfrute de la vida.

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Es cierto que a lo largo del tiempo el Cantar ha recibido interpretaciones alegóricas y espirituales, entre ellas la que ve en él una expresión del amor entre Dios y el alma humana; pero, en principio, es una colección de poemas de amor humano, con personas de carne y hueso. En el Cantar de los Cantares tenemos una versión del amor entre dos amantes con toda su carga de sensibilidad, deseo, goce y éxtasis. “El amor -cito otra vez a Antonio Gala- no es un objeto como lo son una mesa o un cuadro, sino un sentimiento que cada cual interpreta a su modo, de un modo inalienable: lo mismo que una oración o que un anochecer”.

Leyendo el Cantar en la clave humana en que fue escrito, cuesta comprender por qué los cristianos nos hemos empeñado durante siglos en estar amargados con la sexualidad, rodeándola de tanta culpa y tanto miedo.

 

Un mundo de imágenes

58 Reflexiones 8Si se saben interpretar mínimamente los símbolos orientales que utilizan el autor o autores del Cantar de los Cantares, leer éste equivale a sentirlo y gozarlo de principio a final.

Disfrutar del propio cuerpo o del de la persona amada requiere previamente tener sensibilidad y tiempo para describirlo. Los poetas del Cantar se entusiasman describiendo diferentes partes del cuerpo desnudo de los amantes: los labios, los ojos, la nariz, el cuello, la cabeza, los brazos, los senos, las caderas, el vientre, los dientes, las mejillas, las piernas o los pies. En varios fragmentos se describe el cuerpo de ella (Cant 4,1-5; 6,5-7; 7,2-6); en uno, el de él (5,10-16). Las descripciones, aunque se hagan a veces con metáforas diferentes de las que nosotros utilizaríamos en nuestra cultura, son extraordinariamente bellas y eróticas.

Hay, además, imágenes que no hacen alusión directa al cuerpo y que, sin embargo, son claras referencias sexuales: el trigo (símbolo de la fertilidad) (7,3), las azucenas (vello púbico) (7,3), el montón (vulva) (7,3), la cerradura (labios vaginales) (5,5), los diferentes líquidos que brotan del cuerpo de la persona amada y que se identifican fácilmente (saliva, flujo vaginal, semen) (4,11.15; 5,5; 7,3), los variados modos de simbolizar el lugar o el mismo hecho del coito: bodega, alcoba, casa, bandera de amor enarbolada (1,4; 2,4-6; 3,4; 8,1-2), “bajar al jardín” (6,2-3), “bajar al nogueral” (6,11-12), y un largo etcétera.

El cuerpo es una viña o un jardín llenos de frutos, flores, olores exóticos y sonidos atractivos (4,12-5,1; 7,8-10; 2,11-14): la granada, la uva, la mandrágora (supuestamente afrodisíaca), la azucena, el narciso, el nardo, la canela, el incienso, el cinamomo, la mirra, el áloe o el canto de la tórtola (7,12-14; 6,2-3; 2,1.16; 1,12; 4,14; 7,14) dan color, olor, sonido y erotismo al jardín.

 Un mundo lleno de vida

El Cantar de los Cantares se halla, sin duda, entre los textos poéticos más maravillosos que se han escrito sobre el amor humano en todas las culturas. Seguramente, a través de ese amor humano, captamos algo de lo que debe ser el amor de Dios, porque aquél es el reflejo más accesible que tenemos de éste.

La sexualidad, vivida profundamente, es comunicación y compromiso. Pero es, sobre todo, vida, un mundo lleno de vida, que, no faltándole a veces el dolor y la sombra, es sustancialmente color, sonido, perfume y sabor. Tener miedo a la sexualidad es uno de los modos de tener miedo a la vida.

Si se puede hablar de la sexualidad como se habla en el Cantar, ¿cómo vamos a abrir nuestros oídos a quienes hablan del sexo como algo sucio, peligroso, temible o pecaminoso? Tal vez sea la ignorancia o tal vez sea el intento de tener poder sobre las conciencias en algo tan personal y tan creativo como es la sexualidad lo que les lleva a hablar así; pero una conciencia libre y responsable no puede aceptar ese modo de ver las cosas.

Para un creyente la lectura del Cantar de los Cantares es una puerta a la sexualidad liberadora, una sexualidad sin ropas de vergüenza o de culpa: “Ya me quité la túnica; ¿cómo voy a ponérmela de nuevo?” (5,3).

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