Creyentes, católicas y por el derecho a decidir

Paloma Alfonso

 CDD-España.

Siempre aparece la misma pregunta cuando nos mostramos públicamente: “¿ser católica y estar por el derecho a decidir de las mujeres, no es una contradicción?”. Siempre doy la misma respuesta: “si es así, lo es para millones de católicos  y católicas que usan anticonceptivos, que recomiendan el uso del preservativo, que demandan reproducción asistida e in vitro, que abortan llegado el caso”. La disidencia en el seno de la Iglesia en temas relacionados con moral sexual y derechos reproductivos, es masiva. Pero me gustaría explicar un poco más sobre nosotras.

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Este movimiento nace en EE.UU a finales de los años 70 como, Catholics for a free Choice,  en el seno de la polémica “pro Choice” que generan los debates de la legalización del aborto en ese país. En 1987, un grupo de mujeres feministas y creyentes latinas conectan con CFF en el encuentro Internacional de Costa Rica. En los años 94 al 96 se redacta la Carta de Principios de Catxambú y nace la red de Católicas por el Derecho a Decidir de Latinoamérica. Esta carta declara, entre otras cosas, que Católicas es: “…Un movimiento de personas autónomas católicas…que afirman: el derecho de las mujeres a la autonomía,  el control de su cuerpo y a la vivencia  placentera de la sexualidad. Afirman también,  la capacidad moral de las mujeres para tomar decisiones sobre su sexualidad y reproducción. Proponen: crear espacios de discusión ético-religiosos sobre estos temas.  Intentan  influir en la sociedad para que se reconozcan los derechos reproductivos y luchan por la legalización del aborto…”

En el año 97 un grupo de mujeres católicas practicantes (teólogas, monjas, laicas) que estábamos haciendo un proceso de concienciación en temas de género, decidimos poner en marcha el colectivo CDD-España y nos presentamos públicamente, teniendo como objetivos: ser altavoces de la red latinoamericana; introducir debates de género, especialmente los que tiene que ver con sexualidad y reproducción humana, en las reflexiones de los grupos de la iglesia de base. Trabajar en red con: redes de salud; redes de iglesia de base; redes feministas.

Ser y pertenecer a una tradición como la nuestra no nos impide, sino por el contrario nos anima a no aceptar sin más cualquier directriz que emane de la jerarquía, especialmente si va en contra del avance de las mujeres y en detrimento de su salud y de su vida. Desde una profunda creencia en el Espíritu que no es patrimonio de nadie nos atrevemos a revisar, criticar y cuestionar, llegado el caso, todo aquello que afecta negativamente al conjunto de la sociedad y especialmente a las mujeres.

CDD, promueve, favorece e impulsa talleres, seminarios y cualquier tipo de foros en torno a temas relacionados con moral sexual, derecho a decidir y disenso. Realiza estudios en torno a temas polémicos que afectan a la sexualidad humana y señalamos las lagunas que el magisterio de la Iglesia tiene con respecto a estos temas.

Ponemos en marcha campañas específicas de sensibilización ciudadana como: “Condones por la Vida” sobre el uso del preservativo y la pandemia del SIDA. Campaña: “A Rendir Cuentas”, sobre los abusos sexuales dentro de la Iglesia. Campaña: “Tu Boca es Fundamental contra los Fundamentalismos”, donde hemos intentado poner de manifiesto la importancia de la separación de los ámbitos estatales y eclesiales, la laicidad del estado y su independencia frente a las religiones aunque éstas cuenten y deban tener su papel en la sociedad.  Somos la única organización del mundo que hemos pedido que se revise la situación de privilegio del Vaticano en Naciones Unidas, porque entendemos que esta situación, en pie de igualdad con otros estados, es dañina para el avance de las reivindicaciones de las mujeres en el mundo. Así, la campaña “Cambio de Status” que lanzamos en el año 2000 y a la que se han sumado organizaciones del mundo entero.

El aspecto más polémico de nuestro trabajo es la defensa del derecho a decidir de las mujeres, incluso ante el dilema del aborto. Nuestra defensa se apoya en:

¡       La defensa de la salud y la vida de las mujeres La Iglesia dice defender la vida, pero pone más interés en la vida del no nacido que en la vida de los seres humanos concretos. No condena las guerras, bendice las armas en ceremonias castrenses, acepta la pena de muerte y fundamentalmente no se cuestiona que pasa con la vida de las mujeres que mueren por abortos inseguros. Invisibilizar el aborto no es acabar con él, como demuestra el hecho de que el año pasado en un país como Polonia se produjeran 200.000 abortos clandestinos. Legalizar el aborto, nos permite estudiar sus causas para hacer políticas de prevención más eficaces, como es el caso de Japón y Holanda, que teniendo leyes muy permisivas en ese sentido y una buena política de prevención también, van reduciendo sus abortos. Prohibir el aborto, es condenar a muchas mujeres, las más pobres, las que tienen menos oportunidades, a caer en el aborto inseguro y de riesgo.

¡       Los derechos de las mujeres deben prevalecer sobre los derechos del feto pues no se le puede considerar una persona sujeto de derechos al mismo nivel que la mujer. Nadie debe ser obligado a llevar a término un embarazo sin su consentimiento.

¡       La capacidad de las mujeres para tomar decisiones morales y justas. Afirmando la valía de las mujeres que deciden en conciencia que es lo mejor para ellas y sus familias. Las mujeres hemos asumido desde toda la historia el cuidado y mantenimiento de todos los seres humanos y hemos demostrado nuestra responsabilidad sobradamente.

¡       El riesgo de embrutecimiento social  que enarbolan los grupos antielección. Podría parecer que las sociedades que practican abortos se embrutecen, pero muy al contrario, suelen ser sociedades respetuosas de los derechos individuales. Por el contrario, las sociedades donde se niega este derecho, se niegan otros también, especialmente a las mujeres que suelen tener un papel subordinado, secundario y sin autonomía.

Nuestro interés y preocupación se centra en las mujeres, sus valiosas vidas, su capacidad de controlar su fecundidad y su cuerpo, como condición sin la cual ninguna autonomía es posible.

Claro que ésta es una posición incómoda, pero a la incomodidad y a la paciencia histórica estamos las mujeres más que acostumbradas, aunque tratándose del Vaticano, desde luego, implica emplearse a fondo.

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