EL PROYECTO DE JESÚS

Deme Orte

CCP Valencia

Dicho así puede parecer que Jesús tenía un proyecto bien definido y que proponía como programa. Si acaso él mismo lo fue buscando y perfilando a lo largo de su vida en base a lo que veía y vivía. La inconformidad con la realidad que veía le hacía creer que las cosas no podían ser así y le hacía creer, desde su fe religiosa, que podían  y debían ser de otro modo.

 De la constatación a la indignación. De la crítica a la propuesta

 El contexto social de gran desigualdad  y mucha pobreza y exclusión le interpelaba y le conmovía: “al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas “como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,36).

Al constatar que el poder político, romano y judío, oprimía al pueblo, veía que aquello no podía ser. Todo poder tiende a ser opresor, y eso no ha de ser ni en la comunidad de creyentes ni en la nueva sociedad.(Mt 20,26)

Al comprobar que la religión se había convertido en una carga enorme, que los sacerdotes, letrados y fariseos cargaban sobre los pobres y ni con un dedo les ayudaban a soportar, afirmaba rotundamente que aquello no podía agradar a Dios :“Misericordia quiero, y no sacrificios2(Mt9,13)

Al ver directamente cómo a su amigo Juan, el profeta, lo encarcelaban y mataban, empezó a asumir la llamada profética como propia: “El Espíritu del Señor sobre mí,…para que dé la buena noticia a los pobres”(Lc 4,18).

 La propuesta utópica del Reinado de Dios. Una sociedad alternativa

 Mediante un lenguaje simbólico y asequible a la gente sencilla con quien vivía, Jesús va perfilando rasgos del “Reinado de Dios” que propone como utopía a ir viviendo y construyendo:

            -con parábolas como la del Padre misericordioso (o el hijo pródigo) (Lc15, 11-32), presenta una imagen de Dios como Padre misericordioso, frente a una religión de la exigencia legalista, de la culpabilidad, del sacrificio expiatorio…

            -en una sociedad cargada de prejuicios religiosos y xenófobos, propone el amor servicial y la solidaridad como única respuesta a la necesidad del prójimo: parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37). A la frialdad de la ley pone el calor de la misericordia, denunciando la hipocresía de los poderes religiosos ( escena de la mujer adúltera, del ciego o los leprosos).

            -frente al exclusivismo judío del pueblo elegido, ofrece el universalismo que rompe fronteras y exclusiones. Es más, los últimos y los excluidos de este mundo injusto son los primeros invitados a ese Reinado de Dios que presenta como un banquete festivo(Lc 14,15). 

Propuesta de felicidad: Las Bienaventuranzas        67 Reflex 4

El sentido de la vida humana está básicamente orientado a la felicidad: todos y todas buscamos ser felices. El problema es cómo. Entonces como ahora se ofrecen fórmulas de felicidad o claves para encontrarla que no siempre resultan satisfactorias.

            Frente a la felicidad basada en el tener, en el poder, en el sobresalir, en el disfrutar de las cosas (dinero, sexo, fama…), Jesús, paradójicamente, ofrece un mundo al revés, y sin términos medios. “No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24). Nuestra sociedad injusta basa la felicidad en el egoísmo y el triunfo personal, que acaba siendo sólo de unos pocos a costa de muchos. Jesús propone una felicidad que no es completa si no lo es de todos y todas, una felicidad basada en el amor y en la entrega, en la experiencia de una nueva sociedad donde los pobres son felices porque son liberados de su pobreza porque hay quienes se hacen pobres para que no haya pobres. Unos y otros experimentan la fraternidad del Reino: felices los pobres porque vuestro es el Reino de Dios (Mt 5,3).

            Desde esa opción fundamental por los pobres, las personas creyentes en Jesús son felices en la fidelidad a esa opción, aunque les acarree persecución. El movimiento liberador de eliminar toda opresión, marginación, exclusión e injusticia es ya experimentar una nueva sociedad de justicia, de fraternidad, de solidaridad, de libertad y felicidad para todos y todas.

            Las personas que trabajan por la paz, con corazón limpio, con entrañas de misericordia, con hambre y sed de justicia… son felices porque experimentan que en ello se sienten hijos e hijas de Dios, hermanos y hermanas en solidaridad con hermanos y hermanas que sufren y trabajan por la paz y la plena liberación. Les anima el mismo espíritu que les hace sentirse libres, valientes, alegres, personas con dignidad y miembros de la gran familia humana que aspira a ser feliz en comunión.

La propuesta comunitaria de Jesús: vivir ya el Reino

           La fe en Dios le lleva a Jesús a vivir de un modo confiado en la sencillez, la austeridad y la comunión con la naturaleza: “mirad los lirios del campo…No andéis agobiados por la vida” (Mt 6,25) “Sólo una cosa es necesaria”: hay que cuestionar muchas falsas necesidades con las que nos complicamos la vida. La persona creyente en Jesús, como él mismo, vive la vida con sencillez, con austeridad, con libertad, con confianza, con alegría..

            La persona no se encuentra a sí misma en el egoísmo y el individualismo, sino en los demás, en el darse, incluso en morir. “Si el grano de trigo no muere”…,”Quien se guarda su vida, la pierde; quien la da, la salva”.(Mt 10,39)..El egoísmo puede ser muy sutil y disfrazarse con eufemismos de autoestima, crecimiento interior, encontrarse a sí mismo, realizarse…o que “la caridad bien entendida empieza por uno mismo”. Si una persona no está dispuesta a negarse a sí misma no puede seguir a Jesús.

 Una comunidad de iguales

           La comunidad de Jesús se basa en unas relaciones de igualdad radical: nadie es más que nadie. No llaméis padre, ni maestro, ni señor… Ya no os llamo siervos, sino amigos…Y unas relaciones no de dominio, supremacía u opresión, sino de servicio: Veis que los poderosos de este mundo oprimen…; entre vosotros no sea así. Quien quiera ser primero, hágase servidor…Significada sobre todo en el gesto del lavatorio de los pies a sus discípulos, la vida de Jesús fue esa entrega servicial, que ha de ser programática para quienes quieren seguirle.

            Unas relaciones no sólo de respeto y tolerancia, sino de perdón e incluso de amor a los enemigos. “Si amas sólo a quienes te aman, ¿qué mérito tienes?”…Devolver bien por mal, poner la otra mejilla, dar más de lo que te piden, tratar a los demás como quieres que te traten a ti…Y unas relaciones de solidaridad, que hacen posible el milagro del compartir: a la multitud hambrienta, “dadles vosotros de comer”(Mt14,16). Aquel gesto, eucarístico por demás, define el compromiso de quien celebra la fracción del pan: el pan de vida compartido. Celebrar la eucaristía ha de ser celebrar la vida y la entrega de Jesús, y vivirla. La liturgia no puede ser ajena a la vida. El culto que agrada a Dios es el amor al prójimo, la misericordia y la vida en plenitud: que las personas puedan vivir con plena dignidad: esa es la gloria de Dios.

 Una comunidad profética,  libre y servidora

La comunidad de creyentes en el mensaje de Jesús no es un grupo de privilegiados que se salvan frente a la multitud que se pierde. La comunidad cristiana es el germen de una nueva humanidad, que intenta vivir ya lo que quiere para toda la humanidad: ser la gran familia humana. La fraternidad es signo de esa nueva humanidad. Y la solidaridad. La comunidad no está para servirse a sí misma sino para servir a la causa del Reino: a los pobres. “Una iglesia que no sirve no sirve para nada” (J. Gaillot).

            La comunidad cristiana ejerce una función profética de denuncia y anuncio: cuestionamiento y desenmascaramiento de este sistema injusto, poniendo nombre a las injusticias;  y propuesta de una alternativa liberadora, concretándola en acciones de construcción de ese “otro mundo posible”. También en la Iglesia: la que debería ser transmisora del Evangelio se convierte en obstáculo y tropiezo.”Otra iglesia es posible”.  

            La estructura misma de la comunidad cristiana ha de reflejar la  igualdad radical, donde nadie es más que nadie, y la diversidad de carismas y funciones para el servicio mutuo y el servicio a los demás. La diversidad es funcional, no otorga ninguna superioridad. Las funciones son servicios, no cargos de poder.

            La comunidad cristiana, en su precariedad, hace concreta la utopía del Reino. “Nadie llamaba suyos a sus bienes; lo tenían todo en común;…se distribuía según lo que necesitaba cada uno…”(Hech 4,35)…Cada creyente, personalmente, y cada comunidad hace su aportación a la construcción de una sociedad alternativa donde no haya pobres porque todos comparten lo que tienen. Si se concretara y generalizara esa alternativa, se acabaría con el hambre en el mundo y con la miseria que deshumaniza a gran parte de la humanidad: una parte porque la sufre y otra parte porque la produce. Humanizar la humanidad es hacer posible que todas las personas puedan vivir con la dignidad de personas. Y eso es también evangelizar.

 Propuesta “escatológica” de Jesús: mirando al futuro

          Optimismo histórico: frente a los profetas de calamidades que nos presentan el “fin del mundo” como una catástrofe terrible, o el “fin de la historia” como la aceptación de la realidad presente sin alternativa posible, Jesús nos propone el optimismo histórico de considerar que el mundo camina hacia su plenitud, hacia su realización plena, hacia la plena comunión con el proyecto de Dios.

            “Utopía de otro mundo posible, como horizonte hacia el que caminar, que aunque nunca lo alcancemos del todo, nos sirve para eso: para caminar (Galeano). Pero si no somos capaces de soñar lo imposible, tampoco tendremos el ánimo de intentar lo posible y de hacerlo realidad. Personas utópicas no son sólo soñadoras, sino inconformistas con esta realidad y luchadoras por otra con terca esperanza. 

            “Paciencia histórica”: las parábolas del Reino dejan entrever que el Reino se construye poco a poco, que la “eficacia” de Dios no es la nuestra, que, a trancas y barrancas, o a trompicones, el mundo avanza poco a poco, de día y de noche ..El Reino está sembrado ya, está vivo y activo, crece, inspira, anima, fermenta…(parábolas del Reino: la semilla, la levadura, el tesoro escondido, la moneda perdida…). Nuestro compromiso no es de un mesianismo salvador, de resolver todos los problemas, sino de aportar nuestro grano de arena a esa historia de liberación.

            Compromiso histórico. El Reino no es para el más allá, ni para otra vida, ni para el final-final. La historia se hace empujándola. Unos la empujan en una dirección; otros, en otra. Habrá que “empujar la historia hacia la libertad” (Labordeta). Con la vista en el horizonte, pero los pies en la tierra y las manos en la masa.

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