Andrea Catalá (psicóloga Ambit)
Susana Dopateo (integradora social ambit)
“Una hace cosas raras. Ya sabe, cuando se es joven, una todavía no se siente parte de la condición humana; hace las cosas de cierto modo porque no son para siempre: todo es un ensayo. Un ensayo que hay que repetir improvisando, que hay que corregir cuando el telón se levanta de veras. Un día una se da cuenta de que el telón estuvo levantado todo el tiempo. Y eso era la función”
Sybille Bedford
ÀMBIT Associació pretende paliar los efectos de la marginación, especialmente de las personas reclusas y exreclusas. Fundamentalmente buscamos que todas las personas tengan acceso a los recursos sociales y a la libertad real de optar por otro estilo de vida.
Hace poco más de un año nació el programa Adara destinado a mujeres que cumplen condena en el Centro Penitenciario de Picassent. Este programa pretende llegar a algunas de sus necesidades como son: trabajar habilidades sociales, preparación a la libertad, hábitos saludables… con el fin de que estas mujeres adquieran unos recursos personales que les haga volver a tomar las riendas de su vida y aumentar su autoestima.
Por ello nos planteamos qué podíamos hacer para trabajar temas primordiales para la mujer, como son el cuidado personal, tanto a nivel físico como psicológico, queríamos hacer algo diferente, algo que les sedujese y que a la vez se sintiesen protagonistas y verdaderamente parte de esta historia, creando un espacio donde poder ser ellas mismas, donde poder hablar de sus sueños y olvidarse por un momento de las rejas, las celdas, los muros…
Pensamos que abordar temas personales, algunos llenos de alegría y otros de una gran dureza, a través del teatro, la música, la danza, nos permitiría llegar a sus corazones de una manera distinta, utilizamos esta técnica como herramienta para trabajar su autoestima, para conocerse a ellas mismas, para aprender que son capaces de crear un mundo, de hacer cualquier cosa que se propongan y sobre todo para aprender que el trabajo en grupo es más enriquecedor y necesario para su crecimiento personal.
Cada semana fuimos trabajando estos temas y creando entre todas una historia, la historia de cualquiera de ellas, desde su nacimiento, pasando por todas las etapas de sus vidas, su niñez, su juventud, el primer contacto con el mundo de las drogas, las consecuencias de las mismas, la prisión, la importancia de la familia y cómo no, nuestro objetivo, mostrar que son capaces de mejorar, de crecer y de volver a nacer con nuevas perspectivas para su futuro.
A través del trabajo, conseguimos crear un clima de grupo muy personal, quisimos por ello ponerle un nombre al grupo, un nombre que nos identificara, algo único y nuestro, de ahí nacen LAS LUNÁTICAS, como mujeres nos reconocíamos con la luna, y como todas hemos dado un punto de locura a esta historia, pensamos que este nombre nos daría identidad y personalidad. Los textos, las propuestas, los diálogos, la música, el baile y sobre todo la alegría y el entusiasmo que cada una pusieron, nos llevó a la creación de “MUJER DE FUEGO”, su historia, una historia contada a través de sus miradas, sus experiencias…
Aunque a veces nos hayamos encontrado con muchas dificultades, el trabajo ha sido una experiencia hermosa, un regalo totalmente gratuito y mágico, nos abrieron sus corazones y nos permitieron entrar en sus vidas casi sin llamar a la puerta, por lo que sólo podemos hablar de gratitud, de aprendizaje.
Desde Adara creemos posible dar un cambio al proceso de marginación en el que están inmersas, ofreciéndoles nuevas perspectivas de vida, promoviendo el cambio de actitudes y facilitándoles el acceso a los recursos sociocomunitarios, pero para ello es necesario el esfuerzo por parte de la sociedad para reducir esas desigualdades sociales que en numerosos casos son el origen de este proceso de inadaptación y exclusión.
Nos sentimos totalmente afortunadas de haber sido partícipes de este proyecto y sobre todo partícipes de sus vidas.
Algún día las rejas se convertirán en lazos y juntas podremos seguir luchando y caminando por encontrar nuestro lugar en el mundo.