Entrevista a Gerardo González, escritor y redactor jefe de la Revista Mundo Negro
Raquel Mallavibarrena / Evaristo Villar
“Hay que mirar a África de otra manera”
Conversamos con Gerardo en su casa, colindante con el edificio de “Mundo Negro”. Además de los muchos objetos y recuerdos africanos que tiene, escuchándole nos sentimos enseguida transportados a la realidad de ese gran continente que comienza a pocos kilómetros de España. Gerardo lleva a África en las venas, su mensaje es claro: el camino para implicarse pasa por conocerlos y dejarse interpelar.
Queremos comenzar la entrevista pidiéndote una especie de panorama o mapa de conflictos que perviven en África en los primeros meses de 2005. Todos tenemos en la mente las imágenes de matanzas, refugiados, etc., ¿cómo está la situación?
Todas esas imágenes son verdad, y aún se habla poco. La información que nos llega de África no llega ni de lejos al detalle con que hemos podido seguir la guerra de Irak. Es necesario hacer visibles los conflictos africanos; que nos conmuevanlas muertes, torturas, violaciones, etc. Hay que decir también que hay un racismo sibilino en la consideración de estos conflictos Tenemos etiquetados a los negros como salvajes que son capaces de cometer atrocidades y nos llega a parecer natural que ocurran esas atrocidades.
En todo caso, el 2005 ha empezado con signos de esperanza. El acuerdo alcanzado en Sudán, después de dos años y medio de negociaciones, abre la posibilidad de un período de mayor estabilidad que permitirá ir despejando incertidumbres y llegar a un referéndum dentro de unos meses. Este tipo de procesos ha dado también fruto en Mozambique donde la paz no se improvisó, se fraguó en dos años y dura ya once. Volviendo a Sudán, se han sentado las bases de pacificación en la guerra más larga de África (desde el 1983), ahora quedan cuestiones abiertas de gran importancia: refugiados, desplazados, etc.
El conflicto de Darfur surge en febrero de 1993. Hay un levantamiento de grupos locales de una zona abandonada. Los yanyawuid (milicias respaldadas por el gobierno sudanés) producen una gran represión en la zona, violaciones que causan estigmas en la dignidad de las personas y familias. En el marco de la nueva situación, queda por ver cómo afecta la situación del país a la de esta región.
La zona de los Grandes Lagos sigue con graves problemas sin resolver. Lo grave aquí es que tanto Ruanda como Uganda se han convertido en exportadores de recursos que ellos no tienen a base de ser utilizados por las multinacionales para ocupar áreas que producen oro, diamantes o coltán. Es una guerra no visible en la que africanos explotan a otros africanos. La pretensión de Kabila de convocar elecciones en noviembre de 2005 cuenta con grandes dificultades.
Podemos situarnos en 1990 para entender mejor el conflicto. A raíz de la caída del muro de Berlín, se plantea como exigencia europea para la ayuda internacional la existencia de partidos políticos en los países africanos. Así ocurre con Mobutu y en la práctica totalidad del África Negra, aunque, a su vez, no se deja que funcione este sistema.
Por otro lado, soldados procedentes de Ruanda, pero que están en Uganda, crean el Frente Patriótico Ruandés y se proponen derrocar al gobierno hutu de Ruanda.
En Burundi hay elecciones en el 93, pero tres meses y medio después, el presidente elegido es asesinado y el ejército toma el poder. En la República Democrática del Congo la situación es caótica, lo cual interesa a los que quieren sobre todo sacar beneficios económicos.
El 1994 es el año del genocidio de Ruanda. Lo cierto es que tanto hutus como tutsis estaban negociando para llegar a un gobierno de consenso, pero extremistas de los dos bandos abortan el proceso de negociación. El derribo del avión en el que viajan el presidente de Burundi, el nuevo presidente de Ruanda y varios jefes militares descabeza al gobierno y al ejército y desencadena el conflicto sangriento que todos conocemos. El holocausto ha beneficiado sin duda al gobierno actual y a la nueva élite tutsi que vive muy bien. La idea es que Paul Kagane pudo estar detrás de la matanza.
Tanto Ruanda como Burundi son países muy pequeños, pero muy poblados (la media africana de ocupación es de 20 habitantes por kilómetro cuadrado y en esas zonas es de 300). Estos países quieren expansionarse. Podemos empezar a hablar del problema de la tierra en África, con características distintas a zonas como Brasil, aunque aquí no hay latifundios. La región que cobra importancia en todo este conflicto es la fronteriza del Kivu, ahí se centra el interés de muchos por controlar y tener el poder sobre sus recursos.
Respecto al reciente conflicto de Costa de Marfil hay que decir que ha sido un país modelo de equilibrio y estabilidad. Muchas personas de otros países iban a vivir allí. Había un acuerdo con Francia, la antigua metrópoli, que había que renovar después de cuarenta años. Había sectores partidarios de diversificar el origen de las inversiones en el país y abrir puertas a Asia y a América, junto con Francia. Este planteamiento no es compartido por los partidarios de Francia y se produce un intento de golpe de Estado en el Norte, no secundado por el Sur. La intervención de las tropas francesas es desmesurada y brutal y provoca incluso una protesta de los obispos en la que se recuerda a Francia que Costa de Marfil ya no es una colonia y que la independencia política debe ser también económica.
¿Cuáles podrían señalarse entonces como causas o denominadores comunes de estos conflictos?
La idea clave es la siguiente: África ha sido siempre para Occidente un suministrador de esclavos y de materias primas. Lo primero influyó en el desarrollo de países como Estados Unidos; lo segundo tiene importancia básica en el desarrollo de los países industrializados.
Conviene, de todos modos, mirar atrás en la Historia y darse cuenta de que hasta mediados del siglo XIX no se entró propiamente en el continente africano, a pesar de que sólo está a catorce kilómetros de Europa. Con la excepción de los boers, que se instalan en el Sur, era una costa en la que recalar camino de las rutas orientales y una fuente de provisión de esclavos. Pero la esclavitud abre una brecha de tensiones entre unos pueblos africanos, que son los captadores de esclavos, y otros que son esclavizados. Es un terreno abonado para la colonización posterior.
Las religiones aparecen como causa de enfrentamiento y violencia con demasiada frecuencia en la Historia, ¿podrías comentarnos si esto también ocurre en África?
No, una afirmación en esa línea es una simplificación de la realidad. Las diferencias religiosas pueden ser un detonante si se azuzan convenientemente, pero el origen de los conflictos viene de el control de poder de ciertos grupos sobre otros. La mentalidad africana es práctica. Podemos considerar el caso de Senegal, un 85 o 90 por ciento de la población es musulmana, sin embargo el primer presidente fue un católico y el segundo un musulmán casado con una católica. Es verdad, de todos modos, que el islam en Senegal no es uniforme, está dividido en cofradías distintas, cada una con sus rasgos propios. El riesgo puede estar cuando en situaciones de hambrunas, crisis, etc., alguien azuza las diferencias religiosas para hacer estallar un conflicto.
Hay que dejar claro que el africano es una persona muy religiosa. No hay ateos en África. Nacen inmersos en lo religioso y la existencia de un dios creador y de espíritus mediadores es natural para ellos. En ese sentido, la difusión del islam o del cristianismo es fácil por no ser algo forzado. El cristianismo le aporta al africano la idea de Dios Padre, al que no hay que temer.
¿Qué papel está jugando Europa actualmente en el desarrollo de África?
Europa está cometiendo un delito grande. Tras la caída del muro de Berlín los Estados europeos se han desentendido de África para volcarse en Europa del Este. La intervención en África ha quedado en manos de las multinacionales y eso crea una fragilidad creciente en los Estados, que no pueden defenderse ante esa omnipotencia económica, como podemos hacerlo en Occidente con más tejido democrático y mucho mayor nivel de bienestar. África tiene petróleo sin explotar en buena parte de su territorio y un país como China, cuyas necesidades de energía van en aumento, se perfila ya como un inversor de primera fila, que, a medio plazo, podría situarse a un nivel competitivo como Estados Unidos.
¿Cuál es la situación del comercio de armas?
Con la excepción de Sudáfrica y los países norteafricanos, el resto no tiene capacidad para producir armas. Sin embargo, los ejércitos y milicias están completamente armados. Occidente arma a África a cambio de diamantes, oro, etc.
Pese a la prohibición formal de vender armas a países con pocas garantías democráticas, es muy fácil vender armas por vías indirectas y el resultado es desastroso. España también participa en este lamentable negocio.
¿Cómo puede describirse la cooperación española en África?
España no tiene potencial, ni ha sido colonizadora de África, con la excepción de Guinea Ecuatorial. Por tanto, poco puede hacer. Incluso en Guinea las empresas francesas y americanas están dominando. Ni Portugal ni España han sido “buenos colonizadores en beneficio propio”, ni en África ni en América. Por tanto, en el sentido de relaciones comerciales no es importante la presencia española. Sí lo es en lo que se refiere a la cooperación humanitaria y misionera. Los españoles muestran un talante abierto, confiado, generoso y no racista que los hace ser muy bienvenidos como personas.
Háblanos del tejido social africano, del papel de la mujer y de la situación de los jóvenes.
La sociedad africana está poco organizada. La esperanza está en las mujeres, que son más valientes y, al haber sufrido y soportado grandes cargas, tienen mayor sentido de responsabilidad. Ahí están, por ejemplo, las protestas medioambientales de las mujeres en Nigeria. Un problema grave es que a la mujer no se le deja hablar en público; a lo más, se la consulta en privado, incluso aunque tenga estudios y trabaje. Va habiendo cada vez más iniciativas de actividades de formación de mujeres en derechos constitucionales y, en esta línea, la concesión del último premio Nóbel es un espaldarazo a estas mujeres luchadoras y desconocidas para mucha gente.
En cuanto a los jóvenes, el 60% de la población está en torno a los 20 años. La falta de perspectivas de futuro lleva a emigrar a muchos de ellos; además el SIDA está haciendo estragos en varias zonas (muerte de profesores, por ejemplo). El tema es muy grave porque la única solución es que cambien las reglas del juego en el comercio internacional. Los europeos tenemos que ser conscientes de que las políticas de subvenciones a nuestra agricultura suponen a veces el hundimiento de muchos sectores africanos que no pueden competir. La ayuda humanitaria está bien, pero no deja de convertirse en un parche si no se ataja esta causa principal.
Europa empieza ya a necesitar a África para mantener su nivel de desarrollo. Pero tiene que ser más coherente entre lo que predica (derechos humanos) y la explotación corrupta que lleva a cabo. En este sentido, el rumbo que está tomando la Unión Africana (antigua Organización para la Unidad Africana) es prometedor, se está haciendo presente en las zonas en conflicto, apostando por la gobernabilidad (democracia en los distintos países, cambios a través de las urnas y no de las armas) y puede ayudar a encauzar las relaciones con los países occidentales.
Recientemente el gobierno inglés apuntaba a un Plan Marshall para África. Mi opinión es que un primer paso debe ser la condonación de la deuda externa con las condiciones que se precisen, pero que lleve a la condonación real de la deuda.
El proceso es muy lento y los conflictos siguen, pero hay que darse cuenta que la independencia de los países africanos es muy reciente (años cincuenta) y se ha producido con mucha presión de las antiguas metrópolis, de Rusia y de Estados Unidos. Se llegó a conceder la independencia a países con sólo un licenciado superior porque convenía en ese momento a la metrópoli.
Una pregunta delicada y peligrosa: ¿qué valoración haces de las ONG´s, tanto de las de aquí como de las que trabajan allí?
Lo primero que se me ocurre es que sobran un montón. Está claro que algunas son muy eficaces y deben estar ahí, pero el riesgo es que, al crearse toda una política de subvenciones y ayudas oficiales, se ha ido creando un cúmulo de ONG´s y de personas que viven de las ONG´s. Los donativos particulares no son suficientes para mantener a tantas como hay. Existe el riesgo de que nos quedemos tranquilos porque estamos ayudando, pero no vayamos a las raíces de los problemas y, al final, nos quedemos en los parches o en medidas que no ayudan a que la situación social cambie para ser más justa.
Hay personas que van a África durante un cierto tiempo para ver y conocer la realidad. Es una buena experiencia que educa, pero es necesaria la actitud de sacudirse de las zapatillas la soberbia de occidentales y reconocernos débiles allí, propicios a coger enfermedades, a estar dispuestos a aprender mucho de ellos. Si no se va con esa disposición, el voluntario o cooperante puede convertirse en una carga en lugar de poder echar una mano.
Finalmente, Gerardo, ¿qué puedes decirles a los lectores de Utopía para interpelarles en su compromiso con África?
Diría, en primer lugar, que no se puede amar sin conocer. Por tanto, hay que conocer y acercarse a África para descubrir los grandes valores de su cultura. Empezando por su historia (figuras de la talla de San Agustín u Orígenes eran africanos, la civilización egipcia, etc.) y la influencia cultural que ha tenido y sigue teniendo en una Europa cada vez más agotada de ideas e inspiración.
La nueva esclavitud consiste en el peaje que pagan muchos africanos al jugarse la vida en las pateras. Están aquí y seguirán viniendo y tenemos que aprender a convivir con ellos, no sólo cuando los vemos en oficios que nosotros no queremos, sino principalmente cuando la segunda generación vaya a la universidad y se vaya insertando a todos los niveles. Los brotes de racismo pueden surgir ahí.
El africano ha sufrido desde pequeño y es por ello más maduro psicológicamente que las personas europeas de su misma edad. Podemos valorar en ellos su paciencia y serenidad aún cuando las dificultades por las que atraviesen sean grandes. Para comprometernos con África tenemos que ver al africano de otra manera.