JOSÉ LUIS CORTÉS

Evaristo Villar

Tú, José Luis, partes con ventaja en este campo, porque, además de andaluz y dibujante de humor, eres poeta. Y esto me merece mucho respeto. No obstante, quiero ser incisivo: ¿Gozas tú de un envidiable estado de bienestar?

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Sí, por la gracia de Dios (aunque lo de “envidiable” no me compete). En cuanto a lo de poeta, ¿qué es un poeta? Como diría Wittgenstein, ojito con las palabras.

Todavía no sé cómo entiendes tú el bienestar, en qué criterios lo apoyas. Supongamos que tiene algo que ver con la felicidad, que puede ser su antesala… ¿Eres entonces feliz?

Qué sea la felicidad en abstracto, lo ignoro. Mi felicidad hoy por hoy consiste en vivir. Soy feliz viviendo, aunque la vida no sea siempre feliz; aunque haya motivos para sufrir, aunque haya momentos en que la muerte aprieta. Me gusta mucho vivir. Y, si puede ser, en abundancia.

Tú, que eres amigo de la pluma y del pincel, decimos ahora, del teclado y del lápiz, déjanos ver en un autorretrato cómo eres feliz…

Pintarme, ya me he pintado muchas veces: con gafas, orejudo, calvo desde hace años, con algo de michelines… No había en él belleza alguna (por lo demás, creo que debe de ser terrible ser guapo/a). Sobre el otro autorretrato, el escrito, puedo decir: me faltan veinte años para cumplir ochenta; estudié (y no me arrepiento) filosofía y teología. Me “ordené” de “cura” en 1976 (pongo estos términos entre comillas porque, tal como hoy los entiendo, no tienen nada que ver con el significado que suele atribuírseles. Ahora comprendo que todo eso eran cosas de la antigua Alianza). Fui librero. Desde 1981 trabajo en un gran Grupo Editorial, que me ha enseñado algunas claves del capitalismo, la importancia de cada eslabón de la cadena de valor y de una buena gestión de la cuenta de resultados (tengo la responsabilidad sobre una línea de negocio que factura 25 millones de euros al año). No me he casado, pero he amado mucho (espero por eso que se me perdone mucho). Y desde siempre dibujo lo que voy viendo, aunque publiqué mi primer dibujo solo en 1976. Toco el piano (en esto coincido con el pontífice felizmente reinante) y me siento más bien gilipollas cuando intento hacer mi autorretrato.

Para “ser algo el día de mañana” nos han enseñado a pasar la vida (¿exagero?) luchando contra el cuerpo… ¿Qué tiene que ver el cuerpo con el bienestar y la felicidad?

Tópico primero: la salud es lo primero. Es mucho más difícil sonreír cuando te duelen las muelas, y hasta ser piadoso: los crucificados sólo cantan y bailan en La vida de Brian. Pero el cuerpo no es sólo sexo (que está muy bien, según dicen), ni estómago (¡qué buenas cenas con los/las amigos/as!): es también un cerebro sano y desarrollado. Y parece insano que alguien pueda hacer de la lucha contra eso un ideal de santidad. Somos cuerpo, todo cuerpo, aunque esperamos transfigurarlo. En cuanto a la enseñanza tan represora, al menos en mi caso, me ha servido para apreciar luego mucho más todo lo que había sido reprimido (la famosa compota de manzanas que le hacía Eva a Adán cuando ya eran viejecitos). Me gusta mucho que Jesús frecuentara comidas y bebiera del fruto de la vid… Probablemente nunca llegó a probar los canelones rellenos; pero dejó constancia de que hay mucho bueno por lo que dar gracias. Si el cuerpo no tuviera importancia, él no se habría molestado en sanar enfermos, ni la curación de enfermos hubiera sido una de las principales señales del reino de Dios.

Nos han enseñado a renunciar a todos los placeres (¿exagero otra vez?). ¿Nada que ver el placer con la felicidad? ¿Necesitaremos comenzar a des-educarnos para recuperar la felicidad y la alegría de vivir?

Una cosa es lo que nos enseñaban y otra lo que aprendíamos. Afortunadamente, venimos de fábrica con el chip de la felicidad instalado; otra cosa es que lo sepamos y podamos usar con mayor o menor fortuna. Mientras la sociedad sea como es, necesitaremos des-educarnos sin cesar si no queremos que la alegría nos la vendan otros, una alegría estilo Marbella. Los cristianos pasamos la vida educándonos en el evangelio (despojándonos del señor viejo). Aunque no creo que haya que esperar a deseducarse del todo para recuperar la alegría de vivir. Los niños, incluso los maleducados, se lo pasan de vicio.

Lo de Francisco de Asís fue ciertamente una pasada. ¿No crees tú que estaba de remate? Bueno, dejémoslo simplemente en un poco loco. ¿Cómo se puede tratar “de tú a tú” con las criaturas y los animales? ¿Es cierto que se llega a la paz y la alegría por el camino de la sencillez?

Probablemente Francisco tenía algún tornillo suelto (como todos); pero los cojones los tenía bien apretados. Es el ejemplo más hermoso de vida exagerada que conozco. Lo de hablar con los animales es normal cuando se vive de determinada manera, con la intensidad con la que vivía Francisco. Y con las plantas, y con las nubes, y con las aceras, y con los espejos. Sobre la sencillez, yo creo que no existe como tal. Y mucho menos como pose (no se molesten en buscarla ni intenten “conquistarla”). Francisco nunca se propuso ser sencillo: se propuso vivir de otra manera. La sencillez es simplemente el corolario de vivir con inteligencia, cada momento con consciencia plena. Uno es sencillo no porque se lo proponga, sino porque es, porque existe con autenticidad. La paz, la alegría, todas esas grandes palabras no son, en el fondo, más que manifestaciones de la realización plena. En lenguaje bíblico, frutos que se dan por añadidura cuando uno busca en primer lugar el reino de Dios y su justicia. O como dice uno de los Isaías: “Dios será tu esplendor”.

¿Cómo se puede hacer uno “un hueco de silencio en el pecho”? ¿Cómo le puede coger uno gusto a la austeridad, a la pobreza… ¿Qué se gana cuando se pierde todo?59 Entrevista 2

Creo que esta pregunta se contesta sola si aclaramos qué entendemos por “riqueza”. Cuando se pierde todo, se pierde todo, no se gana nada. Pero si lo que se pierde son cosas, apenas se pierde nada. Y si alguien cree que con ello pierde su riqueza, bien pobre es el pobre. Por otro lado, me parece masoquismo cogerle gusto a la pobreza (¡esa famosa y cacareada “opción por los pobres”!): la pobreza es carencia, y no se la deseo ni a mi peor enemigo. Pero en cambio la austeridad es riqueza.. Esto ya lo dijo el de Nazaret, a propósito de un tal que, cavando en el campo, encontró un tesoro: fue, vendió… ¡y compró! Cosa que no hizo el joven pijo, que decidió quedarse con lo que tenía, porque creía que era muy rico. Y se perdió el amor que se le ofrecía. Fue una gran pérdida: hubiera hecho buena pareja con Jesús.

Cuando tú dibujas el Abba, todo corazón, todo comprensión y cordialidad, cuando haces un poema sentido y penetrante, ¿cómo sientes por dentro lo que sientes? Oye, y el Abba ¿es así porque es Abba o es Abba porque es así?…

¿Es mi Abba todo corazón? Es también indignación por la injusticia, el fanatismo, la hipocresía, la dureza del corazón. Es a veces lamento por la estrechez de miras, la estupidez… En lo que sí me esfuerzo es en intentar que, en cualquier circunstancia, Abba tenga a la vista toda la realidad (también la del “enemigo”), todos los amores (también los de los “condenados”), un orden de valores más amplio que el nuestro, que el mío. Por eso Abba no soy yo, que me encabrito con los del PP, me comería crudo a Cañizares, odio al vecino que pone la música fuerte, me repele el olor a pis de las mendigas… ¿Qué cómo me siento por dentro? Siento que Dios (quien lee, entienda) es lo mejor que me puede pasar. Y poco a poco voy logrando que lo mejor de mi vida tenga que ver con Dios. Por eso no comprendo a los ateos.

Has visto alguna vez a este Abba, mochila al hombro, recorrer los frágiles senderos de esta pequeña joya que es la sierra de Madrid?¿Le 59 Entrevista 3has visto rodar por la cara alguna lágrima de gozo al descubrir la frescura de una amanita cesárea oculta entre los arbustos? ¿Le has sorprendido, con trompetita al oído, estar oyendo alguna “cosilla” de Beethoven? Mirando el ocaso del sol en la tarde….

Probablemente Abba sepa distinguir una amanita cesárea; yo no. Pero me parece normal ver a Abba admirando una lagartija, y conmovido por la misericordia del patrón de un barco que recoge emigrantes, y sonriendo al ver dar volteretas a una niña, y tan contento viendo cambiar de color la arena mojada, y oliendo un jazmín antes de irse a dormir, y deleitándose con la sucesión de Fibonacci… Además de una suite para violonchelo de Bach (mejor que Beethoven). Supongo que también le gustarán las constelaciones, y la materia oscura, y los universos paralelos… que, en el fondo, no son tan distintos de una lagartija. Al mismo tiempo, ese mismo Dios toma partido por los más pobres de Bolivia contra Repsol, y arroja de su boca a los neocon que usan su nombre en vano en el entorno de Bush, y recoge los cadáveres de los que se ahogan intentando llegar a Europa, para presentárnoslos a todos el día del juicio… Me da mucha envidia Dios, tan capaz de estar en todo, de ser todo. Me gustaría ser Dios, e intento seguir el consejo de Jesús: “Sed completos como Dios.” Menos mal que por lo menos ahora, gracias a Jesús, todos tenemos dentro un ramalazo filial que nos deja gritar: “¡Papá!”.

¿Quedan aún placeres gratuitos? ¿Ha sido Dios gratuito en alguna ocasión? ¿Por dónde diablos se va a la gran alegría?

Me temo que nada es gratuito (nada que merezca la pena). El amor hay que currárselo; la verdad hay que desbrozarla… ¡Hasta los chistes hay que pensarlos y dibujarlos! A la gran alegría se va, creo yo, por Jesús, que es el camino. Vivir como parece ser que él vivió, dentro de lo que podemos, te hace sentirte grande y alegre. Tampoco creo que Dios sea gratuito. Una cosa es que no podamos comprarlo, otra que por nuestra parte no haya que dedicarle un permanente, sólido y honesto esfuerzo (con todo el corazón, toda el alma, todos los riñones y las sinapsis). Porque si Dios es lo más hondo del hombre, si es el que es, ahí no es fácil llegar sin esfuerzo. “Si lo entiendes, ya no es Dios”, decía el gran Tomás de Aquino, que en paz descanse. La búsqueda ardua de Dios es lo que construye más sólidamente nuestro ser, y eso, por definición, es complicado.

Llevamos 2000 años de cristianismo y la Iglesia aún no ha producido ni un solo documento de humor… ¿Te imaginas a algún Papa seguido, no de borregos, sino de un perro, por ejemplo, y sin papamóvil y todo eso?

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Ojo: que también yo soy Iglesia y sí he producido algo de humor. Supongo que quieres decir la jerarquía. Como empecemos a hablar de lo que ha producido y no ha producido en estos 2000 años… Todo se andará. Los papas, y los obispos y hasta los curas (si los hubiera) algún día se dejarán de perifollos y de batas de cola. (Y de ponerse cosas en la cabeza: es casi lo que más me llama la atención, esa furia por colocarse cosas raras en la cabeza) y serán capaces de reírse de sí mismos. Mientras tanto, sigamos dándoles caña. Y, si no, que se ahoguen en su infantilismo, en sus puerilidades de manual, mientras no hagan daño a la gente. Si quieren ponerse faldas y viajar en papabobo, saludando como Mussolini, que lo hagan y que disfruten (¡no tienen mucho de qué disfrutar, los pobres!). Si quieren seguir redactando documentos en lenguas que sólo ellos entienden (espero que al menos ellos las entiendan) y que no prestan ningún servicio a la comunidad, pues que lo hagan. Pero in hoc non laudo. En cuanto a los perros, me encantan. Son un gran ejemplo de convivencia: con el ser humano y, generalmente, entre ellos, a pesar de ser de razas muy distintas. Creo que en una vida pasada yo fui perro.

Lo de Agustín de Hipona parece más fácil: después de pegarse una “buena vida” descubre “que la felicidad no consiste en la satisfacción de los sentidos ni en la posesión de las riquezas, sino en el deleite de la contemplación de la verdad”. Y esto ¿quién puede hacerlo?

Todos. Démonos (y demos a nuestros hijos) un tiempo para darse la buena vida. Si no, difícilmente van a apreciar luego la vida buena. Nadie podrá meterse con Agustín en mi presencia (a pesar de los pesares) mientras él siga siendo el autor de las “Confesiones”, un libro que nos honra a los cristianos. Pero es que, además, yo estoy de acuerdísimo con él: la contemplación de la verdad es el mayor deleite. Eso no quiere decir que no esté buena la paella o ese helado de chocolate que hacen ahora con trocitos de chocolate negro.

“Cada uno es lo que ama: ¿Amas la tierra? Serás tierra. ¿Amas a Dios? Serás Dios”. ¿Se puede entender esto en la era del conocimiento y la globalización?

Yo lo entiendo, y no soy ninguna lumbrera. Quizás en lo que diferimos el último Agustín y yo es en que yo sí quiero ser, además de Dios, tierra.

“Tú estabas dentro de mí mientras yo estaba fuera y por fuera te buscaba”. ¿Cómo se crece hacia dentro?

Lentamente, como las patatas. Me encantan estas frases de Agustín. Porque la verdad es que el gachó buscaba con todas sus ganas. Y con una honestidad y una coherencia que para mí quisiera yo. Un gran ejemplo, sí señor. También en la era del conocimiento y la globalización. Una gran tarea de los cristianos sería ayudar(nos) a ir hacia adentro. La gente que por lo menos intenta ir hacia adentro no está para guerras, ni siquiera para rencillas intraeclesiales. A la gente que crece hacia adentro le importan profundamente los demás. Estamos siempre buscando cosas por fuera; es una forma que tiene el maligno de hacernos creer que así somos más agudos, que estamos más comprometidos, que defendemos quién sabe qué valores, que prestamos un mejor servicio… Cuando la verdadera progresión va por dentro. Un poquito de contemplación, por favor.

 

NOTA FINAL: quítese a todo lo anterior la carga de petulancia que pueda tener. De la mayor parte de las cosas de las que hablo no tengo ni idea. Solo sé, y apenas, lo que he experimentado, aunque conozco palabras con las que adornar el resto. Complétese lo dicho, si se quiere, con la lectura de alguno de mis libros (recomiendo en especial Tus amigos no te olvidan. que, además, está amenazado de censura y podría desaparecer del mercado). En cualquier caso, quien esto lea ruegue a Dios en caridad por el alma de este pobre pintamonas.

 

 

PUBLICACIONES

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¡Qué bueno que viniste!

Un Señor como Dios manda

El Señor de los amigos

Tus amigos no te olvidan

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