Maricarmen del Río Olmeda
IBdeM
Mi análisis, mi reflexión personal la hago desde mi pertenencia y mis vivencias en las comunidades de base de Comunidades Cristianas Populares a las que he pertenecido (por diferentes circunstancias han sido varias), desde el trabajo en coordinadoras locales, estatales y también desde Iglesia de Base de Madrid.
Estas últimas semanas he hablado con amigas y compañeras que también están en comunidades y hemos pensado juntas sobre este tema. Nos ha servido para refrescar ideas y comprobar el camino recorrido de emancipación de cada una de nosotras. Como siempre hemos asumido papeles secundarios porque teníamos una opresión internalizada donde éramos incapaces de ver el potencial sin desarrollar lo que había dentro de cada una de nosotras.
Esto que ocurre entre nosotras es un reflejo de lo que pasa en la sociedad. En la universidad los cursos están llenos de mujeres, pero al pasar a los trabajos y puestos de poder son minorías las mujeres, en nuestras comunidades reproducimos los mismos roles.
En el editorial de Utopía nº 71, “Voces de mujer en la economía” se dice “que el capitalismo es un sistema patriarcal y autoritario y que a la hora de distribuir los presupuestos se continua haciendo desde enfoques patriarcales”. El capitalismo se ha aprovechado del patriarcado para aumentar sus ganancias a costa de las mujeres. Nos han dicho que tenemos que cuidar a los hijos y a los enfermos y quedarnos en casa para así sacarle las castañas del fuego, haciendo nosotras los trabajos de los cuidados y no molestarse en buscar formas de conciliar trabajo y casa.Y si trabajas, ha de ser con salarios más bajos. El sistema nos excluye y ejerce un poder sobre nosotras que disminuye los derechos sociales de la mujer a ejercer su poder económico, político y personal .Está tan internalizado que muchas de nosotras a veces no lo reconocemos.
La Iglesia jerárquica, metida dentro de este sistema, ha sido la encargada de transmitir este patriarcado. Yo como mujer dentro de esta Iglesia lo he recibido desde las épocas del nacionalcatolicismo con todos los miedos y represiones como persona y como mujer especialmente.
También mi liberación personal la he realizado en las Comunidades de Base. Reconozco este proceso en mí y los pequeños pasos que empecé a dar en mi familia y en Comunidades. Tuve especial cuidado en que estudiase mi hija y no le ocurriese como a mi amiga Ana que de seis hermanos solamente ella no pudo estudiar y todavía hoy lo vive con dolor. Con mucha angustia e inseguridades estaba en las Coordinadoras Estatales, al principio los miedos no me dejaban enterarme de nada pero con el tiempo llegué a disfrutar y pasármelo estupendamente con todos los que participaban en ellas y comprobar que mis aportaciones eran válidas. Reconozco la ayuda que me prestó Loreto en este proceso, primero como mujer que creyó en mí que podría hacerlo y me apoyó en mis primeros pinitos públicos.
Hay que aclarar que no es lo mismo la vida en la comunidad de base, que la participación en grupo grande.
En la pequeña comunidad de vida de 8 o 10 miembros nosotras somos mayoría casi siempre y se participa mucho tanto a nivel organizativo como de fiesta con relajación y alegría. La parte celebrativa tiene siempre el toque del cuidado de hacer grupo acogedor y cálido donde las personas se sientan a gusto bien con unas pastas, un bollo o cualquier otro detalle. Incluso a veces en la celebración de la eucaristía, compartida por todos, puede ser una mujer la que la presida (me acuerdo de lo que me gustaba oír a Teresa Rodríguez diciendo las palabras y la celebración del rito).
Entonces me pregunto: si somos mayoría en comunidades, ¿por qué cuando pasamos a otras tareas de organización de gran grupo nos cuesta tanto encontrar mujeres que quieran hacerlo?
Las mujeres estamos habitadas por el patriarcado, necesitamos analizar cómo influye en cada una de nosotras; ¿por qué somos tan exigentes con nosotras mismas? ¿Por qué cuesta tanto encontrar una mujer dentro de comunidades que se ofrezca voluntariamente para moderar, presentar o hacer un resumen? No nos creemos capaces de saber hacerlo porque siempre nos han dicho en casa, en la educación y en la calle que la mujer debe ser reservada, dócil, maternal y asumimos estos papeles con mucha más facilidad.
Es cierto que hace un tiempo era peor y que en este tiempo me pueden decir que exagero, pero en mi experiencia del día a día trabajando en coordinación en grupos de trabajo y con amigas que se resisten a tener una presencia más pública porque dicen que “no saben”.
Las mujeres de comunidades sí queremos cambiar el mundo y hacer otro mundo posible; metiéndonos en la acción social y política tenemos que hacer un camino de autonomía personal y caminar junto unas a otras ayudándonos. A esta misma conclusión llegaba M. Michelete al decir que: “cuando una mujer llega a la política, cambia la mujer; cuando muchas mujeres llegan a la política, cambia la política”.