Antonio Cano Lax
(Miembro de las Comunidades Cristianas de Base. Murcia).
Para dar razón de nuestra esperanza, desde las Comunidades Cristianas de Base de la Región de Murcia, bastaría con decir que somos signo de la misma, exclusivamente, por el lugar donde todas y cada una de ellas se encuentran ubicadas, realizando una tarea salvífica que sólo los creyentes que hemos optado por el reino podemos hacer, aunque sepamos que todo el entorno nos es hostil. Hostilidad acrecentada, si tenemos en cuenta que, en su mayoría estamos en el extrarradio de las ciudades o de los pueblos, donde marginalidad y exclusión social son signos absolutamente evidentes de la injusticia del mundo. Mantenernos en estos lugares acompañando a los desposeídos en sus itinerarios de liberación, es dar razón de esa esperanza.
Basamos nuestra esperanza, fundamentalmente, en Jesús vivo que primero nos ha elegido para trabajar en posibilitar la llegada de su reinado y luego nos libera, poco a poco, de nuestros temores e inseguridades, de dificultades e indecisiones, hasta ir modelando seres nuevos capaces de trabajar en su vid sin desmayar.
Del esfuerzo realizado no veremos el fruto, sin embargo hay que mantenerse en primera línea de acción de los compromisos adquiridos, ya que a la vez que nos encontramos con los pobres nos encontramos con Jesús, motivo añadido para nuestra esperanza, fraguada desde la base en la dificultad y el compromiso. Sin ambas cosas quedaría debilitada, con ellas, se hace fuerte, permanente y decisiva en la vida de todos, porque aunque es dura la tarea, por la dificultad que entraña, no hemos de abandonar, sino todo lo contrario, con la esperanza hacernos fuertes ante la injusticia imperante.
Para mantenernos en ella procuramos estar presentes, de manera activa, en todos los frentes conocidos, también en los nuevos que van surgiendo, tomando conciencia de que el trabajo es mucho y “los braceros somos pocos”. Así cada año al iniciar el curso, cada comunidad va proponiendo compromisos que se han de añadir a los ya existentes, urgentes en su atención, para los cuales se reclama nuestra presencia activa, aunque algunos estemos en muchas ocasiones en varias líneas de acción a la vez, en vigilia constante.
No hemos de olvidar el evangelio, fuente de vida donde bebemos cada semana, que nos permite mantener viva la esperanza, escuchar a los hermanos en fraternal diálogo, anima a continuar. Seguir a Jesús es una invitación permanente a vivir nuestra “terca esperanza”, concretada en signos tales como: la masiva participación en manifestaciones contra la guerra, en el foro social y sus actividades, acompañar a los inmigrantes en sus reivindicaciones, ser sus amigos, acogerlos, darles clase, colaborar con proyectos de atención al tercer mundo, especialmente para el continente africano, las manifestaciones contra la droga y la degradación de los barrios, el tejido social que se crea en las barriadas con nuestra asistencia a los plenos de las juntas vecinales reivindicando aquello que las autoridades nos niegan por estar en la periferia y no ser éstas objeto de atención prioritaria, las denuncias constantes ante las autoridades de la dejadez, mediante escritos, cartas a los periódicos o reuniones con los responsables de la política municipal.
Podemos afirmar que el compromiso es el signo más evidente de nuestra esperanza. Si otro mundo es posible, MANTENERNOS EN LA ESPERANZA ES POSIBLE y a ello animamos.