LOS TAMBORES DE LA TERCA ESPERANZA

Terminamos el año/ciclo “…Para un tiempo nuevo” con un grito de esperanza que es convencimiento y certeza a la vez. Un grito que, como los tambores de la terca esperanza que os ofrecemos en la última página, no dejará indiferente a nadie. Los tambores africanos –dice Domingo Pérez- o te entusiasman o te molestan y así ha sido siempre y será.

A nosotros nos entusiasma esto de la terca esperanza, porque estamos absolutamente convencidos de que “Otro mundo es Posible” y que “Otra Iglesia es Posible… (además de necesaria, que reza el eslogan que estos días encabeza en Valladolid el XIII Encuentro estatal de CCP).

En el número que tienes en tus manos encontrarás, entre otros, un artículo introductorio sobre la fundamentación de la esperanza que conectará con los cuatro números del 2005, un mundo de todos y todas. A continuación se suceden una serie de testimonios personales y comunitarios que responden a las preguntas ¿En qué se basa nuestra terca esperanza? y ¿Qué nos mantiene en ella?. Y también 3 reflexiones sobre distintas actitudes que hoy mantienen viva esa esperanza, como son: la cultura de la vida, en contraposición a la cultura de la guerra y de la muerte, el diálogo interreligioso, y el posibilismo transformador.

Como decíamos al principio, el equipo que hacemos UTOPÍA estamos convencidos de que Otro mundo es posible y Otra Iglesia también, como lo estamos que el imperialismo norteamericano caerá, como cayó el imperio romano y por eso vamos dando pasos en uno y otro sentido. ¡Ojalá! Compartáis con nosotros la certeza en que así será. Que así sea.

 UN MUNDO DE TODOS Y PARA TODOS

Donde nadie es extranjero fundamentando la esperanza

 Los valores más profundamente humanos nos llenan de ilusiones y de gozo. Los valores del ser humano conseguidos con mayor esfuerzo nos llevarán a disfrutar felizmente de la vida. Los valores trabajados y cuidados en todas y cada una de las personas serán los que fundamenten y hagan crecer nuestra esperanza.

La paz que nace de la práctica de la justicia dignifica al ser humano. La libertad como resultado del ejercicio del diálogo y de la tolerancia engrandece a la comunidad humana. La justicia ejercida como derecho vital para todos los hombres es la única esperanza de hacer posible un mundo de todos y para todos.

 Un mundo con esperanza, porque disfruta en LIBERTAD.

 La realidad del mundo y sociedad de hoy, sobre todo del mundo desarrollado, ha tomado unos derroteros preocupantes, basados en una ética individualista que rechaza los sentimientos más hondos de solidaridad humana para asegurar la permanencia del sistema socio-económico y cultural vigente.

En aras de una equivocada libertad defendemos y proclamamos la necesidad de la sociedad del bienestar, (para unos cuantos), justificamos y apoya  mos a quien ejerce el poder para mantener, a quienes como elegidos, disfrutamos de los beneficios de esta sociedad que así vive el ejercicio de la libertad.

La misma Iglesia y sus movimientos actuales más preponderantes (Comunión y Liberación, Opús Dei, Legionarios,…) se convierten en justificadores de este “ejercicio libre” por vivir en el mundo de hoy y afianzar una forma de ser y de pensar.

Las apuestas esperanzadas por algo nuevo que tome partido por los desheredados se han desnaturalizado e integrado en el marco de la sociedad que funciona a nuestro alrededor.

Por ello, vivir tercamente la esperanza lleva consigo un ejercicio por la libertad que mire, contemple y mantenga todo germen de futuro, sobre todo para los más pobres, de una sociedad más justa y humanizante.

 TERMINANDO

La paz, la justicia y la libertad como valores que hacen posible la esperanza, en un cristiano, no consisten sólo en defender los derechos humanos, como quien desde la neutralidad defiende un mundo más feliz y mejor . La terca esperanza del Cristiano, (o porqué no del no creyente o de otras confesiones religiosas), se va gestando cuando se vive en profundidad la experiencia de asumir los intereses del necesitado como mis propios intereses. Cuando se toma parte a favor de los oprimidos. Cuando como decía Helder Cámara “a los pobres se les ama liberándoles y a los ricos criticándoles”. Cuando, como plantean las primeras comunidades, los creyentes en Jesús hacemos de la justicia el valor por excelencia que nos lleva a poner todo en común: el país, la casa, la tierra, todas mis posibilidades,…

En definitiva, la terca esperanza debe servir en la cercanía y en la lejanía paz, justicia y libertad para superar tanta fragilidad que sufrimos en la sociedad: inmigración; la estructura de un norte rico y envejecido y el sur joven y empobrecido; la descohesión de la comunidad que descansa mucha pobreza, demasiada, en familias que se sienten impotentes para salir adelante; marginación,… porque no nos equivoquemos ni nos engañemos “el mundo es de todos y para todos”, pero somos bastante menos fuertes de lo que parece.52 pg 5

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