Leila Sant Massarrat
La discusión acerca del fundamentalismo y el papel de las religiones en combatirlo se torna cada vez más pertinente, especialmente a la luz de los recientes atentados terroristas en Barcelona y Cambrils. Bajo el grito “No tinc por” (no tengo miedo), una multitud de personas se unieron para expresar un mensaje de fuerza y unidad, privándoles a aquéllos que siembran el terror de su arma más poderosa.
Causas del fundamentalismo
Para superar eficazmente aquellas inercias fundamentalistas en la sociedad, es imprescindible una reflexión acerca de su origen. Los prejuicios, la pobreza estructural, la convicción de poseer la verdad absoluta aun por encima de todos los demás, o la marginación de un pueblo y el impedimento al desarrollo de sus capacidades y aspiraciones, son sólo algunas de las complejas y variadas causas que nutren los movimientos fundamentalistas.
La violencia es inaceptable desde cualquier perspectiva. Sin embargo, la imposición —y, en ciertos casos, el ataque— por parte de la cultura mayoritaria sobre la minoritaria, es precisamente lo que aviva la llama de la ideología fundamentalista y sirve de instrumento para el reclutamiento. Es necesaria una reflexión seria y profunda acerca de los valores que nuestra sociedad defiende y sus limitaciones, como es el caso de la libertad de expresión y el respeto por las sensibilidades culturales o religiosas ajenas.
Soluciones consensuadas de fondo
La complejidad del problema exige soluciones de fondo. Un primer paso, —anterior y necesario para la elaboración de cualquier medida de defensa eficaz— es obtener un entendimiento adecuado de aquellos elementos que caracterizan una determinada religión, en especial el Islam. Es posible que, bajo una enriquecida perspectiva, desprovista de prejuicios e ignorancia, incremente el impacto efectivo que las medidas de defensa puedan tener a largo plazo.
Las medidas y mecanismos de defensa implantados por el Estado son necesarios aunque, dada la naturaleza global y profunda del fundamentalismo, insuficientes. Buscar y alcanzar soluciones a medio y largo plazo es una responsabilidad que debe aspirar a comprometer a todos los agentes sociales: la sociedad civil organizada, los medios de comunicación, las instituciones educativas, el sector empresarial, el mundo académico, las estructuras de defensa y, por supuesto, la religión.
El papel de la religión en la lucha contra el fundamentalismo
A principios del siglo XX, se esperaba que, a medida que las sociedades se modernizaran, la religión perdería su influencia. No obstante, a pesar de estos pronósticos, la religión continúa ejerciendo un determinado papel en los medios de comunicación, en las instituciones políticas y en la sociedad en general, así como alimentando las necesidades espirituales de la humanidad.
Los ataques en Barcelona y Cambrils han provocado una doble reacción por parte de la sociedad. Por un lado, ciertos grupos han aprovechado para acusar e instigar odio hacia una población determinada, con los motivos e intereses de fondo que puedan tener. En cambio, la mayoría de la sociedad, incluyendo instituciones públicas, representantes políticos, organizaciones civiles e, incluso, algunos medios de comunicación, han optado por mostrar una actitud de unidad, respecto a la solidaridad hacia las víctimas y de denuncia al terror. Es más, la sociedad ha reforzado, de manera expresa, la confianza depositada en aquellos sectores de la población más vulnerables, y ha tendido la mano para trabajar hacia una mayor integración.
Es especialmente relevante el papel unificador que juega la religión en momentos en que la confianza social se encuentra cuestionada. Un pequeño reflejo de esa capacidad es el acto interreligioso en honor a las víctimas que tuvo lugar a la semana de los atentados en Barcelona, o el comunicado conjunto de más de una treintena de instituciones religiosas, poniéndose al servicio de la sociedad para la búsqueda de soluciones que puedan contribuir a la disolución de la violencia de forma efectiva y duradera.