PIENSO, LUEGO ESTORBO

Jesús Bonet Navarro

 El monocultivo mental

“Pienso, luego estorbo”. Es lo que se leía en la pancarta que llevaba una mujer durante una de las manifestaciones promovidas por el Movimiento 15-M en la ciudad donde vivo. A quien tiene poder le molesta, le estorba, le irrita, le subleva el hecho de que otros piensen. Pensar es muy peligroso, sobre todo para quien pretende que todos realicemos un monocultivo mental (un pensamiento único) con las semillas, por supuesto, que él nos da; porque está claro (para él, desde luego) que “fuera del pensamiento único no hay salvación”.

Desde la primera página de los diarios, de los informativos de televisión y otros medios se nos invita al monocultivo mental de cada día, o sea, al pan nuestro mental de cada día. Se intenta distraernos de lo fundamental, sustituyéndolo por lo sensacional; se crean problemas artificiales o se aumentan los secundarios para ocultar los esenciales; se nos cuenta lo que sucede lejos pero se pasa de puntillas sobre la profundidad de lo de aquí; se nos dice que tenemos libertad de expresión pero no se confiesa que se quiere eliminar la libertad de pensamiento; y se intenta que nos contentemos –como dirían los antiguos romanos- con “pan y circo” en lugar de ofrecernos el servicio de una información objetiva. El engaño es más poderoso que la fuerza física; cuanto más ignorantes, más esclavos.

¿Por qué pretenden que no pensemos? Sencillamente: porque si practicamos el multicultivo mental agrietamos el pensamiento único; o sea, nos autoabastecemos de ideas y de motivos para el compromiso, saliendo de un conformismo culpable y de un infantilismo social; y eso no les conviene a quienes tienen poder. ¡Claro que si pienso, molesto! Si otros creen que tienen el derecho de decirme y de imponerme cuál es el bien y cuál es el mal (su bien y su mal, por supuesto), y yo me lo creo, renuncio a mi diversidad de cultivos mentales, a mi autonomía, a mi libertad, a mi sentido de la validez de lo plural, a mi solidaridad. Incluso siento miedo a pensar, por si me equivoco; o me siento culpable por haberme atrevido a disentir. Y el miedo y la culpa son nefastos para la libertad y para la madurez de la persona, porque son esterilizantes. Y que conste que estas reflexiones sobre el monocultivo mental sirven igual, aunque con los matices propios de cada campo, para el ámbito sociopolítico que para el económico, para el religioso en general y para el eclesial en concreto.

Los principios de la manipulación

Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, que sabía mucho de manipulación del pensamiento y del lenguaje de la gente, y mucho también de corrupción, nos dejó unas Delicatessen muy sabrosas al paladar de los que sólo están interesados por el poder (por trepar a él o por mantenerlo a costa de lo que y de quien sea); y lo hizo en forma de principios elementales de manipulación, que con palabras sencillas podrían sintetizarse así:

1) Elige un enemigo único y ponle nombre, añádele una idea fija y coloca todo bajo un único símbolo (Principio de simplificación y del enemigo único). 2) Junta debajo de un mismo paraguas a todos tus enemigos –reales o imaginarios- como si fueran uno solo y concentra tus iras en ese objetivo (Principio del método del contagio). 3) Tus defectos, tus errores y tus meteduras de pata cárgalos en la cuenta de tu enemigo; si no puedes disimularlo todo, invéntate noticias o promesas que distraigan a la gente de tus errores (Principio de la transposición). 4) Exagera, deforma, aumenta, convierte lo minúsculo en importante para amedrentar a la gente (Principio de la exageración y la desfiguración). 5) Haz una propaganda muy fácil de entender, aunque sea falsa; la gente no se para a comprobar y, además, olvida pronto (Principio de la vulgarización). 6) Selecciona pocas ideas y repítelas continuamente de diferentes modos; pero dilas sin dudar, como si no hubiera otras mejores, y no olvides que una mentira que se repite de modo adecuado termina convirtiéndose en verdad para quien la escucha (Principio de orquestación). 7) Emite continuamente informaciones, argumentos nuevos, acusaciones, disparates, pero hazlo a un ritmo tal que al enemigo no le dé tiempo de responder o que para cuando responda, la gente esté ya interesada en otro asunto (Principio de renovación). 8) Di verdades a medias, da informaciones parciales, elabora argumentos, aunque sean falacias, desde diferentes ángulos, envía carnaza en forma de globo sonda o de anzuelo fácil de picar (Principio de la verosimilitud). 9) Mantén silencio sepulcral sobre lo que no tienes argumentos, disimula u oculta todo lo que pueda dar la razón a tu adversario, emplea medios de comunicación tuyos que elijan lo que la gente debe saber (Principio de la silenciación). 10) Echa mano de estereotipos sociales, mitos tradicionales, odios sobre temas pendientes, prejuicios admitidos como verdades; basa tu propaganda en todo eso (Principio de la transfusión). 11) Hazle creer a la gente que lo que tú dices es lo normal, lo lógico y, sobre todo, que es lo que todo el mundo piensa (Principio de la unanimidad).

¿A que nos suenan todas esas formas de actuar? ¿A que seríamos capaces de poner nombres personales y colectivos muy actuales a todos los que en este momento se rigen por esos principios? Pues bien: son puro y duro modo de actuar nazi. ¿No nos atreveremos a tener nuestro propio pensamiento frente a esa avalancha de porquería?

Los principios de Goebbels no pertenecen sólo al pasado. Casi cualquier poder, comenzando por el de muchos medios de comunicación, los maneja a su antojo, sin escrúpulos, según los intereses que defiende, de acuerdo con los fines de quienes están detrás de esos medios. Noam Chomsky, lingüista norteamericano de primera línea mundial y también buen analista político actual, no cesa de denunciar lo que él llamó las “Diez estrategias de manipulación” utilizadas por los medios de comunicación de masas. También de modo sintético y fácilmente comprensible las exponemos aquí:

1) Estrategia de la distracción: Desviar la atención del público de los temas sociales importantes y orientarla hacia lo insignificante, lo trivial, mediante la técnica de la inundación continua en todos los campos, para que la gente no piense. 2) Estrategia de la creación de problemas para luego ofrecer soluciones: Si el público se convence de que las cosas están tan mal como se le dice, va a aceptar –incluso a demandar- las soluciones, por duras que sean, que sus salvadores mesiánicos le ofrecen. 3) Estrategia de la gradualidad: Todo de una vez, no; poco a poco, para que el público digiera, sin quejarse, hasta lo más amargo (estado mínimo, precariedad, privatizaciones, desempleo, etc.). 4) Estrategia del diferir: Presentar como dolorosa y necesaria una medida actual, aunque sea injusta, haciendo creer que eso sirve para que mañana, el año que viene o no se sabe cuándo estemos mejor. 5) Estrategia de la minoría de edad de la gente: Utilizar argumentos, vocabulario, personajes, promesas infantiles, como si el público fuera un niño o una persona con retraso mental. 6) Estrategia del juego emocional más que de la reflexión: Impedir el uso del sentido crítico de los individuos a base de inyectar deseos, miedos, placeres inmediatos, etc. 7) Estrategia de la ignorancia y la mediocridad: Mantener a las personas con poca o mala información y bajo nivel educativo, para hacerles sospechar que ante lo que les dicen otros que supuestamente saben más, no tienen nada que oponer. 8) Estrategia del elogio de la mediocridad: Invitar a aceptar que lo mediocre es lo bueno, que la incultura no es mala, que reclamar buenos programas de televisión o buenos libros es para quienes tienen capacidad y tiempo, porque lo importante es lo que nos relaja en nuestro cansancio. 9) Estrategia de la autoculpabilización: Hacer creer que el individuo es el único responsable de su propia desgracia: si no tiene trabajo es porque es un vago, si no tiene ideas propias es porque no es inteligente, etc.; así no se rebelará nunca. 10) Estrategia del control: Conocer a los ciudadanos mejor que lo que ellos se conocen, tener el máximo número de datos posible sobre ellos, desarrollar las técnicas de control… para que tengan miedo a moverse, no vaya a ser que promuevan una revolución.

Maquiavelo, en el s. XVI, no pensaba de modo muy diferente cuando afirmaba que quien tiene el poder debe comportarse, para mantener ese poder, “mitad como zorro y mitad como león” (N. Maquiavelo, El príncipe; obra elogiada por Napoleón, Mussolini y Hitler): zorro, para saber engañar y manejar; león, para echar la garra a quien no quiere dejarse engañar ni manejar.

Atrévete a pensar

“ ‘¿De qué materia está hecho tu caparazón?’, pregunté a la tortuga; y ella contestó: ‘De miedos acumulados’. ¡En el mundo no hay nada más sólido!” (Vasili Grossman, Vida y destino, 803). El miedo, el miedo, el miedo… es el caparazón más sólido y más difícil de destruir; y el primero de los miedos, el miedo a pensar.

Necesitamos “atrevernos a pensar”; no podemos dejar nuestro pensamiento y nuestra voluntad en manos de cualquiera. Y para ello es preciso que nos creamos que somos capaces de pensar: porque todos (también los pobres, los que no han ido a la escuela, los que no se expresan bien) sabemos pensar; porque no somos tontos ni queremos dejarnos tratar como tales. Es imprescindible que nos demos cuenta de que quien nos provoca el miedo a pensar es el mayor corrupto y el mayor corruptor de todos los que existen, porque de la corrupción del pensamiento provienen todas las demás corrupciones.

El desarrollo del espíritu crítico, la búsqueda de información alternativa, la reflexión y el debate con otras personas, la negativa a recrearnos en el entretenimiento pasivo y alienante que ofrecen con frecuencia los medios de comunicación, la inquietud por desarrollarnos culturalmente y otros instrumentos similares es lo que más incordiante resulta para los poderes mediocres (aunque sean grandes poderes fácticos) que pretenden hacernos pasar gato por liebre. Y esa es la primera clave contra el miedo.

La segunda clave es el descentramiento de uno mismo para integrarse en colectivos mayores que tengan suficiente asertividad para expresar lo que piensan. Esto incluye el trabajo y la comunicación en redes sociales, en el ciberespacio y fuera de él, como alternativa válida al aislamiento y al miedo.

Y la tercera clave es cargarse de esperanza y de confianza en que podemos, porque somos mucho más que lo que pretenden hacernos creer que somos. La desesperación, la frustración y la soledad son los grandes aliados del miedo.

El miedo a pensar que tienen unos genera rentabilidad psicológica, política y económica en otros. Por eso, cada día, salga con sol o con nubes, tiene que estar en nuestra mente aquel viejo eslogan de los pensadores ilustrados del s. XVIII: “Atrévete a pensar”.


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