Reflexión: Efecto Huida

 

Más que de un Efecto Llamada, tendríamos que hablar de un

Efecto Huida

 

Hablan de “Efecto llamada”. Pero eso es sólo una muestra más de “la posverdad”, ese magma de confusión y mentira que domina todo el discurso neoliberal. Ocultación o deformación de la verdad, que se impone en los grandes medios de comunicación y en las palabras de los políticos del sistema. Lo que realmente se da es un “Efecto huida”, huida de unas condiciones de vida miserables o de unos conflictos mortíferos. Conflictos que se libran en gran parte con armas fabricadas en Europa o Estados Unidos, cuando no con la intervención directa de tropas de esos países.

El episodio del Aquarius ha supuesto una llamada a la conciencia de Europa, despertado unos sentimientos humanos  y una  ola de solidaridad hacia los emigrantes que se ven obligados a buscar refugio ante las penosas y trágicas condiciones de vida en sus países. Esta solidaridad es algo muy positivo, pero no suficiente. Es necesario ir a la raíz de los problemas, y esa raíz es la bárbara explotación a que el capitalismo occidental ha sometido, y sigue sometiendo, a todos los países colonizados por las potencias europeas, especialmente a los africanos. Se da un acaparamiento de tierras por parte de las multinacionales, y se usan esos países como basurero para todos los residuos que produce el sobreconsumo de Europa

En el siglo XIX se trató del colonialismo puro y duro. Con el pretexto de llevarles la civilización y el progreso, se destruyeron sus culturas, se borraron los límites naturales entre pueblos y etnias, estableciendo unas divisiones territoriales totalmente artificiales, consecuencia del reparto de África ente las potencias coloniales; las cuales pretendían fundamentalmente explotar sus riquezas naturales y abrir mercados a los productos de su industria.

Las luchas de esos pueblos por su independencia sólo han conseguido sustituir el viejo colonialismo por el colonialismo económico, quizás todavía más dañoso, pues sigue la explotación de sus recursos naturales, la destrucción de su medio natural y el negocio de los fabricantes de armas que fomentan los conflictos internos para su provecho.  En ese escenario, resulta vergonzoso el cinismo de los que atizan la animadversión de las clases populares hacia los emigrantes, porque “nos quitan el trabajo” o “se llevan todas las ayudas”.  Europa no puede cerrar los ojos ante su responsabilidad moral y política. Si lo hacemos, nos hundiremos cada vez más en la sima de la corrupción y la barbarie.

Antonio Zugasti

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