Antonio Zugasti
Parecen campos muy distantes, pero entre ellos hay una relación inevitable
En los tiempos de la dictadura se contaba una anécdota –no sé si verídica o no- según la cual Franco, en la conversación con un visitante, le había dado este consejo: “Haga usted como yo, no se meta en política”. Y efectivamente Franco no pertenecía a ningún partido político: los había prohibido todos. Para él eso era no meterse en política.
Como buen nacional católico, el Generalísimo seguía una norma muy antigua de la Jerarquía Eclesiástica; ésta afirmaba estar por encima de los posicionamientos políticos, y aconsejaba a sus fieles seguir la misma conducta. Parece que para sus eminencias la tradicional Alianza del Trono y el Altar no tenía nada de política,… y para no irnos tan lejos parece que, según ellos, las leyes que permiten las inmatriculaciones tampoco tienen mucho que ver con la política.
Somos animales politicos
Lo que pasa es que eso de no meterse en política tiene sus dificultades. Aristóteles define al ser humano como animal político. Vivimos en la polis, hoy diríamos en la sociedad, y no parece posible que la sociedad viva en la plena anarquía; son inevitables ciertas normas. Y esas normas se deciden en el campo político.
¿Nos obliga el Evangelio a olvidar esa faceta de los seres humanos? En el momento más solemne que nos presenta el Evangelio, en el grandioso escenario del Juicio Final, Jesús se dirige a toda la humanidad de todos los siglos: “Lo que hicisteis con estos pequeños hermanos míos: los que tenían hambre, los enfermos, los emigrantes… conmigo lo hicisteis. Lo que con ellos no hicisteis, el pan que les negasteis, a mi me lo negasteis”.
Parte tu pan con el hambriento…
No nos echa en cara ninguno de esos pecados por los que los curas nos hacían confesarnos una y otra vez. Sólo nos rechaza si no dimos de comer a los hambrientos.
Eso está muy bien, Señor, pero ¿cómo damos de comer a todos los que tienen hambre? Si fueran uno o dos los que tienen hambre, no sería demasiado complicado: parte tu pan con el hambriento; pero son cientos de millones… ¿Qué hacemos?
Si fuera por falta de alimentos… cultivaríamos más. Pero alimentos hay de sobra; el problema es que muchos se atiborran y a otros no llegan, y eso es provocado por la organización de la sociedad, de la polis, es decir, llegamos al campo de la política. Nos encontramos con una acción política perversa, que nos lleva a una estructura de la sociedad en que se da una pésima distribución, lo mismo de los alimentos que de la atención sanitaria, el trabajo… o el poder.
…pero ello no basta
El partir tu pan con el hambriento está muy bien, es necesario hacerlo, pero es evidente que no basta. Incluso puede llegar a ser un lavado de conciencia que nos libere de la obligación de trabajar por un cambio en la estructura de la sociedad. Un cambio que nos lleve a una sociedad más igualitaria en que todos los seres humanos tengamos cubiertas nuestras necesidades básicas. Pues ese cambio sólo se puede hacer desde el campo de la política.
El campo de la política es muy amplio; no se trata sólo de participar en un partido político. Ese animal político que somos lo seres humanos hace política cuando enseña en un instituto, cuando pone ladrillos y también cuando se encierra en sus propios intereses y vuelve la espalda a todos los que en el mundo tienen hambre y tienen sed o soportan los sufrimientos causados por guerras provocadas por la ambición sin límites de grandes potencias o grandes multinacionales.
Tampoco vale refugiarnos en un resignado “¿Y yo qué puedo hacer?” Todos podemos hacer algo y todos estamos haciendo algo, con nuestra acción o con nuestra inacción. En el Juicio Final unos van a un lado y otros a otro, nadie se queda en el centro. Jesús nos empuja a tomar partido por un mundo en que todos tengan el pan de cada día. No hacerlo supone aceptar este mundo injusto, de brutales desigualdades.
El imaginario colectivo
Trabajamos por un mundo más humano desde el campo estrictamente político, participando en un partido que tenga como objetivo un cambio social favorable a las grandes mayorías de la humanidad, pero también podemos hacerlo desde un movimiento social y desde una asociación cultural. Zygmunt Bauman, uno de los sociólogos que han analizado el sistema capitalista con más agudeza, dice que la derecha está ganando la batalla política porque ha ganado la batalla cultural e ideológica, el imaginario colectivo, la forma en que vemos el mundo y nuestra vida en él; es el imaginario burgués. Por eso es tan importante la batalla cultural, el esfuerzo por cambiar ese imaginario colectivo.
Dos escollos
En este trabajo es importante evitar dos escollos: uno es pensar que la cosa está perdida, que son esfuerzos inútiles y que no hay nada que hacer. Otro es tener grandes pretensiones y buscar un cambio rápido y profundo, lo que nos puede llevar a la frustración y al desánimo. Mientras que la fe a lo que nos lleva es a pensar que luchamos junto a Jesús en una larga batalla, pero que tiene asegurada la victoria final.
1 comentario
Muchas gracias Antonio por tu reflexión. Veo que sigues tan lúcido como siempre. Un abrazo muy fuerte.