Reflexión: Oportunidades en la Crisis

Federico Velázquez de Castro González

La clave está en transformar las dificultades en posibilidades. Paulo Freire

La COVID  ha puesto nuevamente de manifiesto la vulnerabilidad humana. El confort de nuestras sociedades occidentales nos lleva a olvidar lo dependientes que somos del medio; y el riesgo natural, siempre presente, se alimenta silenciosamente con nuestras malas prácticas, sorprendiéndonos cuando aparece. Lamentablemente, hay muy pocos que expliquen las causas a una sociedad desorientada, que ignora sobre qué terreno construye su bienestar.

La pandemia, como toda calamidad, supone pérdida, dolor, frustración y tristeza, más ahí, advierten los psicólogos, se precisa resiliencia, capacidad para adaptarse, esperar y, sobre todo, aprender, pues de no ser así, más pronto que tarde volveríamos a las andadas; y de lo que se trata es de salir fortalecidos y no seguir viviendo superficialmente, como parece ser el anhelo de muchos.


La primera lección es económica. La historia muestra repetidamente que el monocultivo, sea agrícola o turístico es un riesgo peligroso. Tener desmantelado un país y fiarlo mayoritariamente a los servicios, no es una buena idea, pues el turismo puede resultar muy fluctuante: climas adversos, crisis financieras o sanitarias, competencia de otros países…, son algunas variables que pueden dañar a negocios y personas. Por el contrario, la diversificación protege, y es el momento que dejemos de ser la playa de Europa para impulsar un tejido industrial que sustente nuestra economía. Energías renovables, pilas de combustible, eficiencia energética, entre otros sectores punteros del medio ambiente, nos ofrecen una espléndida oportunidad para cambiar nuestro modelo productivo.

En el área social, hemos comprendido lo importante que resulta invertir en sanidad, educación, ciencia e I+D. Es el momento de revisar otras partidas, desde las subvenciones a las energías fósiles a la tauromaquia, que deberían desaparecer, especialmente en momentos de crisis; así como la reducción de los gastos militares, pues ya hemos descubierto que los enemigos son más pequeños. Los cuatro pilares antes señalados se convierten en una poderosa ayuda frente a un modelo siempre incierto y cambiante.

En lo ecológico, hemos descubierto que sólo una naturaleza bien conservada puede protegernos de nuevos parásitos. Que hay que preservar ecosistemas y hábitats, y denunciar las deforestaciones, mercados de animales, macrogranjas. Y frenar el consumismo es la mejor forma de reducir la demanda y contener los impactos.

También hemos visto cómo se apela una y otra vez a la responsabilidad individual. Pues lo mismo ocurre con el cambio climático, la contaminación atmosférica y otros tantos otros impactos ambientales. La responsabilidad personal es imprescindible en el control del ahorro, la eficiencia, la movilidad, la alimentación o el consumo. A las instituciones les corresponde una parte, pero el ciudadano también tiene la suya y, sin ella, ya observamos, no hay solución definitiva a los problemas.

Oportunidad también para cambiar nuestra visión del mundo: no tenemos el control de todo. Se puede planificar, mas siempre abiertos al acontecimiento, que será más potente que nuestras agendas. La expresión “si Dios quiere” vuelve a cobrar actualidad y significado. Hermosa ocasión para salir más humildes y liberarnos de cargas que la vida puede contribuir a llevar.

Finalmente, este tiempo puede suscitar también reflexiones en lo personal. Tras haber estado viviendo con un ritmo acelerado, saliendo, comprando, viajando…, es decir, volcado hacia el exterior, podemos descubrir el valor y la riqueza de la vida propia, el sosiego, la reflexión, la convivencia, aprendiendo a sentirse agradablemente con uno mismo y su círculo de intereses. Camina, ve despacio, escribía Juan Ramón Jiménez, que el único lugar al que debes llegar es a ti mismo. Ojalá supiéramos encontrar el equilibrio dentro/fuera tan necesario para la vida emocional y el sentido crítico frente a la vorágine de consumo que se publicita (y nadie piense que consumiendo la economía se reactiva: lo hace a corto plazo, pero a la larga los recursos cada vez serán más escasos y costosos).

En síntesis, situaciones como la que vivimos se revelan como oportunidades para cambiar de rumbo. No íbamos bien y merece la pena detenerse y rectificar. Las crisis, así entendidas, pese a su dosis de sufrimiento, pueden suponer momentos especiales, saltos cualitativos, para el crecimiento personal, la armonía con el medio  y el desarrollo comunitario. Siempre que los errores no se repitan

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