SALCE ELVIRA

EVARISTO VILLAR Y ANTONIO ZAGASTI

María Salceda Elvira, más conocida como Salce Elvira, es sindicalista y pertenece al sector crítico de Comisiones Obreras. militante de CCOO desde su juventud, fue encarcelada en diversas ocasiones durante el franquismo.

Salce Elvira  es licenciada en Historia y ejerce como profesora de Formación Profesional. Actualmente es miembro de la Comisión Ejecutiva Confederal de CCOO, del Consejo Político de Izquierda Unida y miembro del Consejo Social de la Universidad Politécnica de Madrid en representación de CCOO.

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 Todo sistema social se levanta sobre una antropología concreta. Y, según Antonio Machado, ninguna sociedad cambia mientras no cambie sus dioses”.  A tu juicio, ¿cuál puede ser la antropología del capitalismo y cuáles sus dioses?

El capitalismo necesita evidentemente de una imagen de la persona, de una antropología concreta. A mi modo de ver esta es muy simple: comienza anulando la capacidad de pensar, con la colaboración de los medios de comunicación y le crea luego la ilusión de vivir satisfecho. En realidad no es más que una mera pieza del engranaje de producción y una mercancía en el mercado. A través de todos los medios de comunicación se difunde la misma mentalidad que invade todos los terrenos, principalmente la juventud: tener, acumular, consumir y aparentar.  Se fomenta, de este modo, un individualismo agresivo que va diluyendo todo proyecto colectivo. Un ejemplo palmario está en el rápido viaje que han hecho los países del Este desde el colectivismo al capitalismo. Y esta imagen antropológica recorre todos los estamentos  desde  el Estado y los partidos políticos hasta los sindicatos y la misma Iglesia.

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¿Y cuáles pueden ser sus dioses?

Los dioses que reinan en este olimpo no son otros que el dinero, la acumulación, el consumo,  el poder, la belleza física, etcétera. Y siempre, la apariencia de ser perfecto ante los demás. Si por un milagro un día se destronaran estos dioses del capitalismo no quedaría nada. Pero mientras se mantengan en sus altares, será imposible que llegue el cambio de sociedad  que soñaba Machado. A pesar de su aparente poder, estos dioses tienen los pies de barro: ni son tan universales (no valen para todos) ni tan omnipotentes (son efímeros).

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Según la FAO, de los 6.500 millones de seres humanos que poblamos la Tierra, la mitad viven por debajo del umbral de la pobreza, y 854 millones pasan  hambre crónica. Nada indica, por otra parte, que en 2015 vayamos a alcanzar los Objetivos del Milenio (erradicar la miseria. En este contexto, ¿hay futuro para la humanidad dentro del paradigma capitalista?

Pues claro que la humanidad tiene futuro, cómo no va a tenerlo. Porque, aunque se oculta muchas veces, existe en la sociedad otra dimensión solidaria que tiene que aflorar. El sistema está tocando techo, aunque se está resistiendo a sucumbir. A pesar de todo, algo parece cierto: el modelo de desarrollo capitalista del siglo XX, con la incorporación de India y China, ya no es posible repetirlo en el siglo XXI. No hay suficientes materias primas para mantener esa forma de desarrollo. Tampoco el medio ambiente soporta ya la actual polución, ni la tierra la despiadada explotación.. Necesitamos una nueva forma de producir, consumir y distribuir. Las grandes contradicciones del capitalismo que ha erradicado muy alegremente lo que fue el pensamiento socialista, le está sumiendo en una profunda crisis. Necesitamos hacer las cosas de otra manera y organizarnos para ello.

Diversas confederaciones sindicales han lanzado una campaña en el ámbito internacional “por un trabajo decente para una vida decente”. Según esto, parece que los sindicatos sí piensan en que es posible una vida decente para todos dentro del capitalismo. ¿Qué sentido tiene esta campaña?

Sí, la campaña ha surgido de la CSI (Confederación Sindical Internacional) creada en Viena en noviembre del 2006 y que agrupa ala mayoría de los sindicatos del mundo que estaban separados en varias organizaciones con referencias ideológicas diversas: cristianos, socialista, comunistas.. Yo estuve allí y el debate fue éste: ¿Qué podemos hacer los trabajadores para que el mundo sea más justo, equilibrado y solidario? No se abordó directamente la lucha contra el capitalismo, aunque si lo propusieron algunos sindicatos, pero sí  se destacó, por parte de todos los países su carácter depredador y la necesidad de luchar por una mayor solidaridad y distribución de la riqueza, que hay que apostar por un desarrollo distinto. La coordinación  mundial es facilitada por las nuevas técnicas de comunicación, tiene toda vigencia aquello de “proletarios del mundo unios”, ahora con Internet. En concreto, la representación de CCOO propusimos y se aprobó, hacer “una jornada mundial de lucha por un trabajo decente  el próximo mes de Octubre. Cada país y cada continente lo concretarán a partir de sus propios problemas. En Europa supone ir contra la Directiva de las 65 horas, contra la Directiva de la “vergüenza” que permite internar a inmigrantes en cárceles  y contra el recorte de los derechos de los trabajadores que está haciendo el  Tribunal de Justicia de Estrasburgo en sus últimas Sentencias. También exigimos un código ético a las multinacionales, para que se  garantice una serie de derechos de los trabajadores y trabajadoras en cualquier país, contra la deslocalización. Y yo soy moderadamente  optimista en cuanto al resultado, es un buen comienzo.

¿Y crees que los grandes sindicatos en España van a avanzar en esa dirección?

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Yo he mantenido una posición crítica con algunas de las prácticas de los dos grandes sindicatos, pero no nos olvidemos que representan a casi el 80% de todos los trabajadores que celebrar elecciones sindicales. Hay que estar en los sindicatos para trabajar y evitar la excesiva  “complacencia” con la situación real. Pienso que  no se han aprovechado bien los 12 años de crecimiento económico para ir accediendo a la media europea de bienestar social. Muchas veces  se ha confundido representatividad con institucionalismo. Y hay que tener bien claro a quiénes representamos aunque ello conlleve ser incómodos al poder. Está bien el diálogo social, ¿cómo no?, pero si no presionamos más decididamente, los empresarios se van a sentir muy cómodos. En el próximo Congreso de CCOO que se celebrará en diciembre debatiremos precisamente esto: ¿Qué tipo de sindicato queremos, reivindicativo o complaciente? Propuestas concretas para evitar que en España sigua habiendo 4 o 5 millones de pobres, unas pensiones muy bajas,  un desempleo creciente. Y la política económica del PSOE no se diferencia tanto de la que hacía el PP. La economía manda sobre la política. No se puede seguir hablando de moderación salarial cuando la banca y los negocios financieros han logrado escandalosos beneficios.

¿No crees tú que la cúpula empresarial  ha comprado a la sociedad a base de que en la distribución mundial de la renta nuestro país, a pesar de su mala distribución,  sea un paraíso (y también Europa) para el Tercer Mundo?

Para el Tercer Mundo (y aún para el mismo EEUU)  Europa siempre ha sido un paraíso. Los inmigrantes vienen porque quieren vivir mejor. Tenemos sanidad y enseñanza pública (aunque nos la están deteriorando),  pensiones, etcétera.  Todo esto se ha conseguido por las luchas del movimiento obrero durante todo el Siglo XX y especialmente a partir de la Segunda Guerra Mundial. Donde no habido movimiento obrero organizado en los sindicatos y una izquierda fuerte el capitalismo ha entrado a saco. Pero, desde el último cuarto del siglo pasado,  se empezó  a poner en cuestión él “estado de bienestar”. Se dice que esta situación privilegiada hay que replantearla y equipararnos con los de fuera, no al revés. Es la ideología neoliberal que está en lucha contra los derechos sociales de los trabajadores. En los sindicatos pensamos al revés: que es el modelo que hemos creado en Europa el que  debemos exportar a todo el resto del mundo. El objetivo es mantener y aumentar nuestro modelo y exigir que una Carta de Derechos Sociales en el resto de los países, asegurando que tengan cubiertas sus necesidades básicas.

Se pensaba antes el socialismo construido sobre bases científicas como alternativa al capitalismo. Pero esas bases han fallado. ¿Sobre qué bases se podría construir hoy el socialismo?

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La izquierda carece hoy de bases ideológicas sólidas para combatir seriamente al capitalismo. Cunde el desánimo ante la ausencia de posibles alternativas. Nos ha empapado demasiado la idea de que el capitalismo es el único sistema posible. Desde esta creencia, solo cabe retocarlo. Necesitamos, en los comienzos del siglo XXI,  volver a repensar la posibilidad de un verdadero socialismo. Quizás necesitemos abandonar algunas grandes palabras (el materialismo científico de Marx) y  partir de bases muy sencillas como éstas: cómo repartir la riqueza que creamos, cómo crecer responsablemente, cómo podemos ser solidarios, qué debemos hacer  con el Medio Ambiente, cuáles son los mínimos para que todo el mundo pueda vivir dignamente, etcétera. Pero tampoco podemos olvidar  los organismos democráticos de control, la democracia participativa y desde abajo. A decir verdad, todo esto ya se está  fraguando y  se irá implantando a lo largo del siglo XXI. Es difícil prever el resultado, pero es seguro que con el capitalismo no vamos a resolver los muchos problemas que se nos acumulan en el presente. 

¿No crees que habría que pensar también en el cambio de modelo de bienestar. Porque mientras tengamos el modelo de bienestar capitalista tendremos unas aspiraciones capitalistas que nos van a impedir caminar hacia otros modelos más humanos y globales.

Yo comenzaría preguntando qué nos sirve del modelo de bienestar capitalista. ¿Quizás el empeño porque  todo el mundo tenga asegurada la vida desde que nace hasta que muere? ¿El que todo el mundo tenga acceso a la enseñanza, a la sanidad, a una pensión digna, a un salario social? Lo cierto es que todo esto se le ha arrancado al sistema desde  la lucha sindical, desde los movimientos sociales y cristianos de base. El sistema no nos ha regalado nada. Pero, por desgracia,  esto no llega a todo el mundo. Y aquí viene la siguiente pregunta,  ¿cómo  conseguir  que esto llegue a todo el mundo? Necesitamos descubrir y poner en práctica  una forma real  de redistribución que ahora no tenemos. Nos hemos olvidado de la lucha de clases, pero  las clases existen y la plusvalía también. Todo esto exige conciencia y organización.

Se habla mucho del “humanismo cristiano”. ¿Cuáles serían para ti las características básicas de una antropología cristiana o, si quieres, de una presencia cristiana,  y qué papel estaría llamada a jugar  en la sociedad en la que vivimos?

La actual situación y posicionamiento de la jerarquía eclesiástica, alineada con la ideología del capitalismo, más exactamente, con la parte más conservadora del mismo dificulta el papel de los cristianos. Para mí, los colectivos cristianos que se están enfrentando a esta mentalidad jerárquica son dignos de toda admiración. Porque estoy convencida de que una  Iglesia que moviliza hacia las clases más desfavorecidas será siempre una palanca decisiva para el cambio de sistema.

Como sabéis, yo provengo de esos  movimientos cristianos donde la persona, el humanismo y la solidaridad han sido determinantes, buscar por encima del interés propio el del conjunto y la transformación social. En su típica metodología de ver, juzgar y actuar muchos hemos aprendido a pensar criticamente. Estos movimientos cristianos de base, organizados en redes,  ya tienen un amplio reconocimiento social. Pero, referente a la jerarquía, yo tengo muchas dudas de que, en la actual situación, pueda ayudar a transformar nada.

El socialismo nuevo, como está asomando ya en América Latina,  va a ser necesariamente humanista, personal y participativo, democrático y colectivo. Y nuestros jerarcas parecen anclados en paradigmas que la historia ya hace tiempo ha superado. 

¿Dónde encuentras tú actualmente a los cristianos, dónde quisieras encontrarlos más concretamente?

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            En la apuesta por el cambio, en la utopía, que no es algo inalcanzable, sino que puede abrirse camino en un horizonte más o menos cercano si nos lo creemos y trabajamos por ello. Me gustaría encontrarlos  en todos aquellos lugares donde se está jugando hoy día la dignidad del ser human, en las organizaciones que pueden transformar las cosas: los sindicatos, los partidos políticos, los movimientos sociales alternativos, en las  organizaciones de base, etcétera.  Desde cualquiera de estos lugares se puede ir prendiendo el fuego por un mucho mejor y  desinflar la lucha por el poder que ha pervertido tantas buenas intenciones. En estos lugares van a encontrar apoyo y confluir con  muchas otras personas que están luchando por los mismos objetivos.

¿Cómo son acogidos  los  cristianos críticos en los sindicatos?

            Todo lo crítico  hace saltar siempre chispas en cualquier aparato.  En los últimos 12 años, en la Comisión Ejecutiva tanto yo como los otros compañeros de mi sensibilidad, estamos excluidos de cualquier tipo de responsabilidades por le hecho de discrepar de algunas decisiones que se han tomado. Espero que esta situación de excepción finalice en el próximo Congreso de Diciembre. Pero si quieres transformar algo tendrás que asumir esos costos,  no voy a renunciar a decir libremente lo que pienso,  ni a dejar de hacer lo que creo que debo hacer por conseguir un cargo. No vale la pena. Pero a pesar de todo, hay que estar en el sindicato, trabajar por las ideas en las que crees y animo a todos y todas que lo hagan.

Me gustaría finalizar con una reflexión incluida en aquel maravilloso librito titulado “Vamos a recuperar la alegría”  que recoge en pocas palabras lo que sería el plan de acción para el futuro: “Superar el síndrome de plañideras que nos amenaza permanentemente, elaboremos un proyecto generador de felicidad y plenitud de lo humano. Estimulemos un estado de opinión pública en el que aflore la crítica y las propuestas, en el que  pluralismo y el derecho a disentir tengan carta de ciudadanía. Donde conciliemos compromiso y placer, resistencia y propuesta, realismo y utopía”.

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