SEFA AMELL

Pepa Úbeda

 Es catalana. Nació en Barcelona en 1939. Persona muy activa. Casada a los veinte años y madre de cuatro hijas ya a los ventinueve años. Tiene tres nietas y cuatro nietos. Se declara católica inconformista en situación de búsqueda de una realidad que no podemos alcanzar.

Sefa es cofundadora (1986) y presidenta durante dicinueve años del Colectivo Dones en l´Església (Mujeres en la Iglesia). Actualmente es miembro de la directiva de diversas entidades: Espacio Abierto, Iglesia Plural y Cristianismo en el Siglo XXI. Tiene, además, un blog. Entre sus muchas publicaciones destacamos: Insubmises en l’església (Insumisas en la Iglesia), Ed. Claret; Atrevir-se a la diversitat, Ed. Mediterrània. Atreverse con la diversidad, Ed. Verbo Divino, y Maria de Natzaret, dona o arquetip?  Viena Ediciones.

 

¿Cómo te sientes como mujer dentro de la Iglesia católica?

No es fácil ser mujer católica comprometida con mi Iglesia en el momento histórico que vivimos. Nuestra sociedad está incardinada dentro de lo que llamamos Occidente y aquí el sistema que nos hemos dado para relacionarnos es, o quiere ser, democrático, donde todas las persones gozan de los mismos derechos y tienen voz y voto. Además, pueden ocupar cualquier plaza u oficio para el que estén dispuestas. Dentro de la Iglesia no hay voto para nadie, ni oficio para las mujeres.

 Desde hace más de veinte años trabajo para cambiar estos parámetros, para que las mujeres sean visibles, audibles y creíbles. Para que su trabajo en las iglesias o comunidades, en las asociaciones y movimientos –casi siempre sin remuneración– adquiera autoridad, sea valorado y respetado como una aportación muy valiosa y necesaria para la vida de la Iglesia. En un encuentro de mujeres convocado por el Consejo Mundial de Iglesias (Harare, 1998) para celebrar el final de “la década de las iglesias en favor de las mujeres”, se constató que las mujeres están en la base de las iglesias y que con su trabajo las sustentan. Si las mujeres dejaran de trabajar, las iglesias dejarían de funcionar. Se constató además que las iglesias en aquellos diez últimos años no hicieron nada o poca cosa para sus mujeres, mientras que ellas continuaban trabajando como siempre. Se trataba de las iglesias protestantes en su mayoría pero podría decirse lo mismo de las católicas.

¿Cómo te gustaría verte dentro de la Iglesia?

Como una persona con todos los derechos y todos los deberes reconocidos, sin tener, por razón de mi sexo femenino, ningún veto a priori. Igual como dijo la escritora María Aurèlia Campmany, pienso que “felizmente soy una mujer”, y que ninguna mujer –por el hecho de ser mujer– es inferior a ningún hombre –por ser hombre–.

Pablo VI dijo en 1975, que solamente un varón, por indigno que sea, puede representar a Cristo. Las mujeres, que somos imagen de Dios, no podemos ser icono del rostro de Cristo. Esto la Iglesia lo tiene que solucionar.

¿Por qué quisiste escribir María de Natzaret, dona o arquetip?

Hace ya muchos años, con un pequeño grupo de amigas, fundamos el Col·lectiu de Dones en l’Església. Para mí ha sido un tiempo de reflexión muy importante sobre nuestro lugar como “personas-mujeres” dentro de la Iglesia. La persona-mujer María de Nazaret me interpelaba. ¡Era una de nosotras! Verdadera hermana nuestra según Elisabeth A. Johnson. Tenía necesidad de estudiar su persona para ver si conseguía acercarla a las demás mujeres y a mí misma, como una mujer más. En definitiva, ¿en qué se parecía María a las mujeres del siglo XXI?

María ha sobrevivido a los intentos de la Iglesia de hacerla desaparecer como mujer. De ella ha extraído un modelo femenino, insípido y asexuado, sin personalidad ninguna, que se ha pretendido imponer a todas las mujeres católicas. Las mujeres somos primero vírgenes, luego dejamos de serlo y quizás más tarde somos madres, nunca todo a la vez. María, a mi modo de entender, no puede ser “modelo” de madre virgen para las mujeres. La virginidad física de María no me interesa. Me interesa su virginidad como persona, su virginidad espiritual.

Si en algo he intentado influir con mi libro ha sido el hecho de hacer caer en la cuenta y denunciar esta interpretación de María, que ha oprimido a tantas mujeres con la amenaza del pecado. Para mí era una necesidad que no sé si he conseguido transmitir.

¿Cómo has articulado el libro?

El libro tiene tres partes. La primera, dedicada a conocer a María a través de los evangelios canónicos y de los apócrifos. Acercarme a su persona teniendo en cuenta la situación de las mujeres de su entorno. En la segunda, de manera sucinta, hago un repaso a lo que la Iglesia ha dicho de María. Este es un apartado inmenso imposible de contener en un breve estudio de una persona que no es especialista, sino que únicamente pretende aportar su experiencia, su reflexión y su manera de ver a María. En la tercera parte, como un apéndice, intento ver, brevemente, lo que piensan de María las otras iglesias cristianas, la protestante y la ortodoxa, las cuales a partir de nuestro mismo Evangelio desarrollan un pensamiento sobre María bastante distinto. Creo que María ha servido para crear distancias con los protestantes después de la Reforma, mientras que los ortodoxos, que veneran extraordinariamente la figura de María, no contemplan dogmas marianos.  Me parece que la Iglesia católica tiene que intentar un acuerdo con las demás iglesias sobre María.

¿Es difícil conocerla?

Nunca sabremos cómo fue la auténtica María, de la misma forma que nunca sabremos cómo era humanamente Jesús. Solamente podemos intuir aproximaciones y para ello únicamente nos pueden ayudar algunos de los Evangelios, sobre todo el de Lucas. Mateo empieza por la genealogía de Jesús y una breve descripción de su nacimiento. En Marcos, Mateo y Lucas encontramos el episodio que nos cuenta que María y sus hermanos salen a buscarle. Se atribuye a Juan la descripción dramática de la despedida de Jesús en la Cruz, con María, su madre, y Magdalena. El diálogo que se establece entre Jesús y las mujeres coloca a Juan en la escena, hecho que actualmente aparece como dudoso. Se piensa más bien que el discípulo amado era María Magdalena y que fue en su casa donde probablemente se recogió María.

Estamos de acuerdo católicos, protestantes y ortodoxos en qué María es la madre de Jesús. No hay acuerdo en casi nada más.

Es mucho más fácil saber lo que no fue, es decir, todo aquello que la Iglesia ha ido diciendo sobre ella y que no encontramos en los evangelios. Esto es precisamente lo que denuncian los protestantes.

¿Qué destacarías de María?

Destacaría su valor. María ha sido interpretada como una mujer sumisa y obediente, que realiza todo lo que el ángel le ordena. Pero yo destaco su valentía, que demuestra primero aceptando al hijo que llega. María es la mujer a quien se pregunta si quiere ser madre, sin que ella sepa exactamente cómo será esto.

Luego, visitando a su prima en un encuentro muy íntimo pero de alto nivel, como precursoras e iniciadoras del Nuevo Testamento o Testamento Cristiano, como le gusta decir a Elisabeth Schüssler Fiorenza. Ellas educarán a sus hijos en una misión muy especial. Cuando se reconocen e Isabel la llama Madre de mi Señor, cantan juntas una alabanza a D*, el Magníficat, que contiene todo el programa de Jesús.

Más tarde buscando al hijo perdido en diversas ocasiones, primero junto con José, recogiéndole en el Templo y ya mayor de edad, fue en su busca con sus hijos decididamente para protegerlo y llevarlo a casa. Jesús no fue un hijo fácil. Le acompañó luego en el calvario y finalmente, demostró su fe en él, como discípula, en Pentecostés.

En cambio, la María de nuestros altares, de nuestros rosarios y novenas es una mujer deificada, alejada de lo humano; una mujer vaciada de contenido, como una diosa inaccesible.

Pero he encontrado en María una mujer fuerte, inteligente, que pregunta, que decide, que anda y se mueve, que sufre, que se alegra, (participa en una boda). Que tiene más hijos e hijas. Que sigue las costumbres de su pueblo judío, participa de su cultura y comparte sus esperanzas. Una mujer normal. No una santa en vida, levitando sobre la tierra de Nazaret, sino arremangada lavando, corriendo a buscar agua de la fuente, trajinando con los hijos … y sobre todo la mujer que ha vivido mucho, que ha compartido unos treinta años con un hijo excepcional y que sabe conservarlo todo en su interior y meditarlo. María es una mujer de una gran fe.

¿Crees que, después de su lectura, podemos aclarar el interrogante que nos planteas en el título acerca de mujer o arquetipo?

Para mí, María es ante todo una mujer. Al principio era simplemente una niña. En su tiempo todavía eran niñas cuando las prometían. Pasa lo mismo ahora en ciertas culturas donde las familias arreglan los casamientos con gente de su mismo clan o familia. María seguramente sería una niña de unos doce o trece años cuando quedó embarazada. Naturalmente fue madurando su personalidad.

Pero María ha resultado ser un arquetipo creado a la medida de lo que clérigos célibes, durante siglos, pensaron que debería ser una mujer santa. La mujer soñada que no podían alcanzar ¡Lejos de ella cualquier roce con la sexualidad! Tenía que ser virgen. No pudieron negar que fuera madre.

Con Eva ha pasado al revés que con María. Mientras que estamos de acuerdo en que Eva es una creación mítica, la hemos convertido en una mujer que transmite vida y pecado, mientras que María, que es de carne y hueso, la hemos convertido en un mito inasequible humanamente.

¿Tiene la imagen que nos muestras de María algo que ver con la María que siempre se nos ha presentado?

A estas alturas todavía hay que repetir que una gran parte de lo escrito en los evangelios es simbólico. Que no hay que acercarse al texto pensando que se trata de un relato histórico y que todo pasó tal y como se escribió en un tiempo remoto. El escritor del Evangelio tiene otro objetivo, que es pedagógico.

Claro que tiene que ver la María que siempre hemos visto y entendido con la María que pretendo explicar. El texto simbólico tiene el poder de ser abierto y poder acoger distintas interpretaciones. Un texto cerrado, un dogma por ejemplo, es aquello y no puede ser nada más.

El texto de Lucas, en el cual se basa la mayor parte de lo que conocemos de María, es un texto eminentemente simbólico y este dato no hay que olvidarlo cuando hablamos de textos bíblicos. Encontramos en estos textos una persona con sentimientos de alegría, de duda y de miedo. Una persona que pregunta, que da su consentimiento sin interferencia de varón, y por encima de todo una mujer de fe i de esperanza en D*1.

Hay una gran diferencia entre el anuncio a Isabel y el anuncio a María. Mientras que es a Zacarías, el esposo, a quien se dirige el ángel, es María misma la que recibe la noticia. A Zacarías le dice: tu mujer te dará un hijo, mientras que a María le anuncia que tendrá un hijo. La diferencia para mí es significativa. Las mujeres en el A T tenían hijos para los patriarcas, que podemos decir con tranquilidad que eran sus dueños. Isabel había sido estéril, ahora cumpliría con su deber de dar un hijo a su esposo y cierra el A T porqué ya no encontramos más mujeres valoradas únicamente por su capacidad de engendrar.

En cambio, María es joven, abre el Nuevo Testamento con una vitalidad renovada. Ella tendrá un hijo sin depender de varón. Ella decide y acepta. Es el cambio de paradigma.

Siempre se nos ha recordado que María era la esclava del Señor, de la misma manera que las mujeres éramos las esclavas de nuestros señores (maridos, padres, curas, etc.). Yo ya tengo una cierta edad y recuerdo muy bien sermones bienintencionados que repetían estos mensajes. Nunca he oído ningún sermón que me hablara de la libertad de María.

¿A quién crees que le ha convenido manipular la imagen de María?

Una vez, el rey persa, Asuero, organizó una gran fiesta para sus amigos y para todo el pueblo. El vino corría generosamente y al cabo de una semana de jolgorio los hombres estaban por los suelos, bebidos, durmiendo o demasiado alegres. Al rey se le ocurrió entonces hacer venir a su esposa, la reina Vasti, para que todos contemplaran su belleza. La reina, inteligentemente, se negó, y el rey quedó desautorizado delante de todos los varones. Hubo un consejo con expertos en costumbres y tradiciones y opinaron que el comportamiento de la reina era inadmisible. Su obligación era obedecer a su esposo. Los consejeros dijeron al rey que un comportamiento así no era bueno para el pueblo, porque las mujeres no obedecerían más a sus maridos. Era necesario reconducir la situación porque la reina era un mal modelo para todas las mujeres. Vasti fue expulsada del trono. (Es 1,1-22).

Este no es un tema banal para los varones. Se podría hacer un análisis psicológico sobre esta cuestión que seguro que resultaría muy interesante. Tanto las autoridades religiosas como las civiles de todos los tiempos, todas formadas en el régimen patriarcal, están de acuerdo en tener controladas a las mujeres. Una buena manera, consciente o no, pero realmente efectiva, fue crear en función de María un modelo interesado de mujer a la que todas se deberían parecer, las monjas, las solteras y las casadas. El “modelo” daba para todas. Y ya tenemos las iglesias llenas de imágenes de María con el rostro traspuesto y la mirada en el infinito. Un modelo perfecto de esclavitud: dependiente, sumisa, sencilla, callada, modesta, virgen, madre.

Las mujeres de nuestro siglo tenemos delante un trabajo inmenso para deshacer esta manera de pensar que ha quedado incrustada en el pensamiento de toda la humanidad. No es suficiente con tener leyes igualitarias si la valoración que se hace de las mujeres continúa siendo tan baja, tanto entre las propias mujeres, que se subestiman, como por parte de los hombres, sean esposos, jefes, clérigos, políticos, etc. Además, el mal ejemplo que da la Iglesia con la distinción de tareas en razón del sexo no hace más que avalar la violencia contra las mujeres.

¿Cambia alguna cosa el hecho de conocer a la verdadera María?

Como personas adultas y adultas en la fe, tenemos que procurar adherirnos a ideas creíbles, cosa que a veces se hace difícil por la inercia que llevamos y porque no es fácil cuestionarse constantemente si aquello que siempre se ha dicho tiene realmente una base cierta.

De María, como de los santos y santas, se han dicho cosas bastante increíbles, y no creo necesario hacer aquí una relación de ellas. Estoy convencida en cambio de que es urgente hacer una limpieza, sincera y honesta, de muchas de nuestras creencias que solamente sirven para alejar a personas inocentes y decentes que, cuando ven qué pensamos y hacemos como católicos y católicas, se sienten ahuyentadas porque su conciencia no les permite creer en según qué cosas que probablemente no estén, ni bien explicadas ni bien interpretadas y que además probablemente carezcan de base.

La falta de un referente femenino en la Divinidad ha sido determinante. Antiguamente este vacío lo llenaban las diosas y María, todo hay que decirlo, se convirtió en una verdadera diosa para muchos y muchas. La mayoría de los atributos que se le conceden son atributos dados anteriormente a las diosas.

Conocer la verdadera María es imposible. Solamente podemos aproximarnos a ella sobre la base de los evangelios, teniendo en cuenta, como ya he dicho, su valor simbólico.

¿Qué destacarías de las otras mujeres que aparecen retratadas en tu libro?

Aparte de Eva que he citado aquí brevemente, como de Isabel, que en mi libro quedan bastante ampliadas, en el Evangelio hay muchas mujeres coetáneas de María que probablemente se conocieron. Tenemos, entre otras muchas, a María de Cleofás y a Magdalena, por ejemplo, que coinciden en el Calvario. De María Magdalena se ha escrito mucho porque es una persona muy interesante. Es independiente de cualquier hombre, no es hija de, ni esposa de, solamente queda referenciada a Jesús en las ocasiones más importantes de su vida. Actualmente hay nuevos estudios que cambian la visión que de ella se ha tenido, pero creo que aquí no puedo extenderme en más explicaciones, aunque se las merece.

¿Encontraste oposiciones a la hora de intentar publicarlo o después de su salida?

Había estado trabajando en ello, sin prisas, porque, sinceramente, desconfiaba de mi capacidad para un trabajo como este. Luego lo presenté a algunas editoriales a las que no interesó. En una de bastante importancia se me insinuó que novelara el texto, pero lo mío no es, ni quiere ser, una novela. Viena Ediciones estuvo interesada en la publicación y tengo que decir que me han dado un trato fantástico.

Luego de su salida solamente he recibido elogios, es la verdad, y mucha gente me ha dicho que le ha hecho un gran bien. Incluso Pere Casaldàliga me dice, entre otras cosa, que es un libro oportunísimo porque hace asequible la personalidad de María y que libros similares son necesarios para inculturar femeninamente el Evangelio y la Iglesia de Jesús. Con lo cual me doy por felizmente felicitada.

¿Cuáles han sido las repercusiones mediáticas del libro?

Es un libro original escrito en catalán y su difusión ha sido en Cataluña. Me han hecho entrevistas en radio y televisión. Han aparecido comentarios en diarios y en revistas especializadas. El día de la presentación, en el Ateneo barcelonés, se dieron cita unas trescientas personas entre amigos y conocidos, y me han invitado en diferentes lugares y asociaciones a presentar el libro: Mataró, Vilanova y la Geltrú, Valencia, Girona, Sabadell, Igualada, una asociación de gais y lesbianas, de lo cual estoy muy contenta. Diversas tertulias y algunos grupos de mujeres. Y ahora esta entrevista que se abre a un nuevo espacio.

 

1 Acostumbro a escribir D* con esta grafía, ya que D* no tiene sexo y de esta manera contribuyo a hacer pensar en un dios no masculino.  Tampoco creo, como señala Ivone Gevara, que tengamos que transvestir a D* y hablar como si se tratara de un ser femenino. D* es otra cosa que no conocemos ni intuimos, porque nos trasciende totalmente.

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