Sandra Loza Álvarez.
Hoy debemos decir “no a una economía de la exclusión y de la iniquidad”. Esta economía mata. No es posible que no sea noticia el hecho de que muera de frío un anciano obligado a vivir en la calle, mientras que sí lo sea la pérdida de dos puntos en la bolsa… Algunos todavía defienden las teorías de la “recaída favorable”, que presuponen que todo crecimiento económico, favorecido por el libre mercado, logra producir por sí mismo una mayor igualdad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que nunca ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza superficial e ingenua en la bondad de aquellos que ostentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras, los excluidos siguen esperando….
Hélder Cámara, Obispo de Recife
En los últimos tiempos, tras la crisis que nos viene azotando desde hace varios años y cuyas consecuencias seguimos sufriendo, se viene hablando de una posible hecatombe económica a nivel mundial.
Realmente, hay numerosos datos que eso parecen conjeturar: la burbuja de la deuda, tanto privada como pública, en países latinoamericanos y europeos sigue creciendo y la de EEUU, concretamente, sigue agigantándose; el bajo precio del petróleo está causando estragos en múltiples países productores y emergentes; enormes entidades financieras están inmersas en una crisis galopante, y su caída podría causar estragos a nivel mundial.
Los responsables políticos (en su mayoría tiranos o dictadores disfrazados de demócratas) no se sienten obligados a mantener y mejorar las infraestructuras de sus países, porque se da por hecho que no tienen capacidad para ello. De esta forma, los dirigentes y representantes de nuestros países no tienen responsabilidad alguna de lo que pasa y pueden seguir empleando el dinero en lo que les parezca oportuno, siempre ligando el gasto a su beneficio personal; de esta manera los gobernantes no cumplen con sus deberes.
Los gobiernos y políticos con reputación de corruptos tienen dificultades para cumplir con políticas efectivas y convencer a los inversores de sus logros. Como resultado de estas deficiencias, los ingresos de capitales se deterioran paralelamente a los niveles de corrupción. Las inversiones suelen caer y no pueden recuperarse si los inversores se desilusionan con el contexto institucional de un país.
La corrupción tiene un impacto negativo sobre la productividad, que está vinculada con los bajos niveles de calidad burocrática. La corrupción puede implicar que los empleados públicos sean nombrados en base al nepotismo o a los sobornos, sin prestar atención a la eficiencia y a la capacidad. Además, el nivel de esfuerzo de los empleados públicos puede quedar afectado por incentivos adversos, dado que la creación de cuellos de botella artificiales puede aumentar la necesidad de pagar con “dinero rápido”. Los intentos por aumentar la productividad deben ocuparse de la corrupción mediante una reforma del sector público destinada a mejorar la integridad de la burocracia.
Cuando el desempleo es muy alto en un país, se consume menos, se incita a la delincuencia, se provoca descontento social, la economía es muy vulnerable y por lo tanto menos atractiva para la inversión, lo que se traduce en más desempleo, es decir, en un círculo vicioso. Por lo regular, el desempleo es el problema y no la falta de empleo; ésta es la causante de una economía débil, al existir menos capacidad de la población para adquirir los bienes y servicios que produce, y es una señal a los empresarios para que dejen de invertir, porque los almacenamientos aumentan. Menos empleos = menos compradores. La crítica situación económica que padece la inmensa mayoría de países del mundo demuestra de manera irrefutable que los gobiernos han sido incapaces de generar las suficientes fuentes de empleo bien remunerado para todos los que ya están en edad de trabajar y que desde luego tienen la necesidad de hacerlo, bien para sostenerse a sí mismos o para mantener a una familia.
A estas alturas hay que recordar que quien prometió ser un promotor de empleo ha fracasado de manera rotunda, que sólo fue una promesa de su campaña política, sabedor, seguramente, de que con esa oferta política captaría a un amplio sector de la sociedad. Todo gobierno debe apostar por la creación de empleo, porque sólo con ello se reactivará la economía; de lo contrario, la pobreza y el retraso social seguirán campeando por todas partes en nuestro país.
Otro de los principales motivos de la crisis que se está viviendo hoy en día es la guerra que se propaga en diferentes países, como Siria. Se invierten millones en ella, lo cual trae consigo un efecto económico destructivo. No cabe ninguna duda de que los procesos económicos están, en gran medida, afectados por los conflictos bélicos y es obvio también que la propia guerra es una actividad económica, un negocio, ya que requiere grandes inversiones, mucha fuerza de trabajo, mucha gente apoyándola, mucho dinero de por medio y, sobre todo, necesita una planificación anticipada que implica la administración de los recursos con los que se cuenta para obtener la victoria. Tiene costes claros que están vinculados a la destrucción, a la fabricación del armamento y de todo lo que es necesario para llevarla a cabo. Se quiera o no, lo que gastamos en preparar la guerra o en hacerla, ¿no podemos dedicarlo a construir la paz y a satisfacer nuestras necesidades? Como decía Napoleón, la guerra es “dinero, dinero y dinero”.
La guerra de nuestros días no afecta sólo o principalmente a los artefactos militares sino que también afecta a la sociedad civil y es sufrida por ella, por las personas normales y corrientes y por las infraestructuras que no están directamente vinculadas a objetivos militares. Eso significa que sus costes se multiplican cuantitativa y cualitativamente, aumentando de manera sorprendente el efecto económicamente destructor a medio y largo plazo. Es necesario combatir la violencia en cualquiera de sus formas; esto significa construir la paz, y la paz requiere otro tipo de relaciones económicas que se basen en la igualdad para poder erradicar la miseria y poder dedicar los recursos necesarios a satisfacer las necesidades de todos los seres humanos sin excepción.
Otro aspecto fundamental: ante las dificultades del comportamiento de las economías de algunos países en desarrollo y, en general, del panorama de la economía para 2016, los migrantes internacionales en el presente año serán un tema de vital importancia en las decisiones económicas de las naciones, teniendo en cuenta las repercusiones, causas y consecuencias que conlleva el proceso de migración. Pese a que los conflictos y problemas sociales de algunos países del mundo han sido causa frecuente del proceso de migración en la actualidad, la búsqueda de nuevas oportunidades sigue siendo pieza clave para que las personas quieran desplazarse desde su país de origen.
Según datos del Banco Mundial, en el año 2015 se registraron aproximadamente 250 millones de migrantes, una cifra significativamente alta que refleja la necesidad de muchas personas alrededor del mundo de buscar mejores oportunidades de vida ante la inconformidad y dificultades que se pueden presentar en sus países de origen. Este 2016 no sólo podría reflejar un aumento del número de migrantes que se viene registrando durante los últimos años, sino que podría significar una nueva oportunidad para los migrantes y para los países involucrados en sacar el máximo provecho al proceso de migración.
Los desastres naturales azotan la economía; las inundaciones, sequías y terremotos inciden directamente en el aumento de la pobreza. Un problema que hemos observado en los últimos tiempos es el de la sucesión continua de desastres naturales que están afectando a diversos países de mundo, lo que ha contribuido a que se tome conciencia de ellos tanto en la opinión pública como en la comunidad académica, para intentar determinar cuáles son sus efectos económicos y sociales. Estos desastres naturales vuelven vulnerables las actividades socioproductivas que el ser humano realiza, con impactos claros en el medio ambiente y la economía.
Los desastres naturales no son previsibles: no es posible determinar con exactitud cuándo ocurrirá uno de ellos o el impacto que supondrá. Sin embargo, ahora que el planeta se manifiesta, es prioritario impulsar una política regional que esté orientada a la prevención de los mismos y a la creación de medidas y estrategias que mitiguen los impactos sociales y económicos. De no ser así, la región encontrará importantes obstáculos, sumados a los que sufre actualmente (pobreza, desempleo, inflación, inseguridad, deuda externa). Aquellos países que adopten la seguridad ambiental, la prevención y las respuestas a estos fenómenos como una forma de vida, tendrán mejor posibilidad de reaccionar ante fenómenos poco predecibles.
Existen diversas situaciones donde la economía mata, No se trata de desafíos abstractos. Sólo si nos ocupamos de ellas podremos garantizar la prosperidad futura en una época en que miles de millones de personas aspiran a más: encontrar empleo, salir de la pobreza y unirse algún día a la clase media mundial, Si bien los desafíos varían entre países y regiones, muchos problemas comunes deben ser atendidos en los próximos años. Demasiados países enfrentan un legado de alta deuda pública y privada, desequilibrios fiscales en sus cuentas corrientes y modelos de crecimiento incapaces de generar suficientes puestos de trabajo. La comunidad internacional también debe completar las reformas reguladoras necesarias para crear un sistema financiero más seguro que responda mejor a las necesidades de la economía real. Tenemos que dar los pasos que ayuden a mejorar todo ello para que este sueño se haga realidad.