Evaristo Villar
Pepe Díaz, Enrique de Castro y Javier Baeza son los tres curas de la parroquia, hoy día Centro de Pastoral, San Carlos Borromeo, en Entrevías, Madrid. El reciente conflicto que ha vivido esta comunidad con el arzobispado les ha convertido en referente para muchísimas personas. Desde su modestia reconocen que aquí los verdaderos protagonistas son Jesús de Nazaret y los marginados entre los que viven. Referente principal es esa comunidad de San Carlos, tan sinceramente profética y que tan orgullosa se siente de estos tres magníficos servidores
1. ¿Qué es lo que os ha atraído hasta aquí, a Entrevías, a San Carlos Borromeo?
No hubo señales especiales en el cielo como cuando los Magos. La llegada de estos santos varones fue más normal.
Enrique fue el primero, llegó a finales del 1981, de la mano de Alberto Iniesta, obispo auxiliar de Tarancón:
“Alberto estaba preocupado por la marcada tendencia ultraderechista de esta parroquia en la que circulaba abiertamente El Alcázar y Fuerza Nueva y quería vincularla a la renovación que ya se empezaba a respirar en Vallecas”.
Y ¿quién mejor para esta labor que Enrique, a la sazón en paro parroquial, aunque ya había llenado su casa con chavales de la calle?
Pepe llegó diez años más tarde, invitado por Josito (José Luis Segovia) en el 1991. Venía de Moratalaz donde le habían suprimido, sin saber muy bien porqué, la parroquia:
“Yo ya conocía a Enrique por los medios de comunicación y por haberle visitado en el 92 con un grupo de chavales de Moratalaz. Y nos encantó particularmente entonces la “Operación Mendigo”, montada con ocasión del V Centenario”.
Javier fue el último en llegar, dejándose convencer por Pepe. Venía desde Vicálvaro, satisfecho de la labor realizada, pero con un cierto cansancio. Javier conocía Entrevías por sus visitas frecuentes desde sus años de seminario. Conocía muy bien la Comunidad de San Carlos Borromeo y, en especial, se sentía muy vinculado a Enrique:
“Cuando Pepe me propuso venirme con ellos no lo dudé. Y la comunidad, que ya me conocía, me recibió con los brazos abiertos, como en mi propia casa”.
2. Desde dentro, ¿qué es lo que más valoráis de San Carlos Borromeo?
Que ellos, los chavales, nos dan la Buena Noticia
“Si hay algo peculiar en esta parroquia, comenta Enrique, son precisamente los chavales”.
Primero fueron los drogadictos, luego los insumisos, luego los gitanos, los okupas… Y, finalmente, han llegado también los inmigrantes, y, entre los inmigrantes, los marroquíes. Así lo vio también hace algunos años (¿quién iba a decirlo ahora?) García Gasco:
“Fue él quien nos propuso dedicar esta parroquia expresamente al mundo de la marginación, porque la encontró muy apropiada para ello. Yo le dije entonces: bueno, creo que lo has entendido perfectamente”.
Y, claro, esta dedicación especial a la marginación no podía estar exenta de problemas: ¿cómo meter en la Iglesia a los chavales de la calle?
“Porque las parroquias, se cree, son para gente de bien, no para un grupo especial como ése”.
Pero la repetición crea el órgano. Y las celebraciones por los muertos de la droga, por desgracia, se repiten. Con este motivo se van acercando a las eucaristías otros colegas de los que se han ido muriendo:
“Nuestra tarea, desde entonces, ha sido eminentemente social. Por ejemplo, cuando la Comisión de Tutela les quitaba a los padres drogadictos sus hijos, nosotros se los arrebatábamos y las familias de la parroquia los acogían en sus casas. ¿Cómo podía ignorar la liturgia esta realidad cotidiana? La vida, que era la nuestra y la suya, no podía estar ajena a la celebración. De este modo, poco a poco y siendo muy conscientes de lo que estábamos haciendo, fuimos interrelacionando el mundo de la marginación y la vivencia de la fe. Así fuimos descubriendo que esta fe, que nos aglutinaba y hacía superar los miedos, que nos daba fuerzas para luchar juntos por la vida y nos hacía soñar que era posible nuestro cambio y la utopía, más que religiosa, era y es un elemento humano poderosísimo. Por eso defendíamos, desde la propia experiencia, que lo social es el fundamento del evangelio. Estas gentes abandonadas nos estaban dando la buena noticia”.
Que la diversidad nos enriquece a todos y a todas
El pluralismo cultural, étnico, social y religioso es algo que salta a la vista tanto en las celebraciones dentro de la iglesia como cuando te asomas a las actividades que se anuncian en el enrejado de sus ventanas. Junto a la Semana de Intervención Social se pueden leer otras actividades como la Plataforma por la Defensa de la Salud Pública, los Traperos, la Escuela de Marginación, la Coordinadora de Barrios, los Catacumenados, el Curso de Islamismo y Cristianismo y no sé cuantas más. Toda esta variopinta realidad es la traducción práctica de eso que anuncian algunos graffitis que ciñen los muros de la iglesia: “Pasa, no te quedes fuera; aquí cabemos todos y todas”:
“San Carlos Borromeo, comenta Javier, es actualmente una comunidad de colectivos o comunidad de comunidades. Las puestas siempre están abiertas. Aquí se han ido dando cita colectivos muy heterogéneos: sociales y culturales, extranjeros y nativos, creyentes y no creyentes. Pero hay un elemento común a todos ellos: Todos pertenecen a los sectores más excluidos de la sociedad”.
Contrariamente a lo que cabría pensar, la parroquia no se ha convertido en un geto o capillismo, no es tampoco un centro eminentemente asistencial. Se ha logrado romper esa dicotomía entre lo religioso y lo social que atenaza a tantas parroquias y comunidades religiosas.
“La misma realidad nos está sorprendiendo, comenta Pepe. Esta especie de mestizaje nos está enriqueciendo a todos por la riqueza de valores que aporta. A decir verdad, no hemos convocado nosotros a estos colectivos, son ellos los que han ido viniendo. Y Ellos nos han ido descubriendo que la parroquia debe ser un lugar de puertas abiertas, donde todo el mundo cabe y donde todos estamos recibiendo la Buena Noticia”.
3. El conflicto: ¿En qué ha consistido, cuáles ha sido sus causas, cómo lo habéis vivido y resulto?
Tengo entendido que os llamó Fidel Herráez, obispo auxiliar de Madrid, para deciros que la parroquia se iba a cerrar por decisión del arzobispado…
“Verás, interviene Enrique, Fidel Herráez ya había asistida a una asamblea de la parroquia durante la visita pastoral. En esta ocasión la gente le criticó abiertamente su alejamiento. Pero, más que crítica, yo diría que fue una proclamación de fe comunitaria ante su obispo de lo que estábamos haciendo. Hasta los mismos musulmanes reafirmaban su fe ante el obispo. Decía uno en voz alta:” Los jefes nos han expulsado de nuestros países porque somos pobres y aquí nos han acogido; aunque yo soy musulmán he descubierto que esta es mi iglesia”.
Pero vuestra liturgia ha tenido un papel destacado en este conflicto, ¿no es verdad?
“Cuando se nos ha criticado por la liturgia, reacciona inmediatamente Enrique, tampoco se lo han pensado seriamente. Lo que nosotros hacemos (eucaristías dialogadas, sin ropajes, con presidencia colectiva, etcétera) ya se está haciendo en muchos otros sitios. Aquí nos lo ha ido exigiendo la gente. “¿Por qué te pones eso?,” nos decían los chavales. “Quítate eso, que estás ridículo”. Esta participación de la comunidad en la liturgia ha hecho que ellos hagan también de la parroquia su centro. Y con ellos hemos ido descubriendo que el modo de estar con los pobres es el sentido de la justicia. Hay que luchar para que dejen de existir las causas que están produciendo esta situación injusta. No vale ni el asistencialismo ni el paternalismo.
¿Cuáles son en definitiva las causas del conflicto?
“La parroquia siempre se ha distinguido por lo social. Los medios de comunicación siempre nos han preguntado por esto, no por el tema religioso. Pero, a raíz de la muerte de JPII, los medios comienzan a preguntarnos por lo eclesiástico. ¿Qué significa la muerte del Papa?, ¿por qué acuden a su funeral todos los grandes del mundo? Nosotros criticamos todo esto. También hemos criticado abiertamente la descalificación que están haciendo los obispos de las leyes sociales de esta última legislatura. A partir de aquí, comenta Enrique, surge el conflicto. En definitiva, yo creo que las causas del conflicto son nuestra crítica a la iglesia del poder”.
Pepe es tajante. “Uno de los motivos del conflicto ha sido éste: la jerarquía ha traicionado el Evangelio. Ha puesto su objetivo dentro de las formas de la propia iglesia, en el ropaje externo y se ha olvidado de lo fundamental, que es el ser humano. Si la jerarquía tuviera al ser humano, con sus angustias y esperanzas, como fin de sus preocupaciones, -como habla el concilio-, no habría surgido este problema. Esta forma de actuar está alejando a la jerarquía de la sociedad y de los mismos cristianos”.
“Creo que Pepe habla de la Iglesia del poder, apostilla Enrique. Porque también hay obispos muy cercanos a la gente. La relación de la Iglesia del poder con el pobre es siempre asistencialista. Y aquí hemos ido descubriendo que no podemos ser ni asistencialistas ni paternalistas. No vamos nosotros a salvar al pobre. Aquí, entre los chavales y las madres ha surgido una militancia seria. Y ellos dicen: “el motor de nuestra vida hoy es la fe”. Una fe que en el Evangelio se explicita como “no tengáis miedo”, por qué les tenéis miedo. No pueden quitaros la vida”.
“Sí, estoy de acuerdo, concluye Pepe, es la iglesia del poder. Porque quiero recordar ahora a Monseñor Romero. Cuando llega a San Salvador es un obispo del poder, pero, cuando se abre al pueblo y se deja evangelizar por el pueblo, este hombre cambia totalmente. Le mataron los enemigos del pueblo mientras celebraba la eucaristía. Pero él había dicho proféticamente, refiriéndose a este asesinato: “si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”. Era ya un obispo que se había apeado del poder”,
¿Cómo habéis resuelto este bache?
“A mi modo de ver, interviene Javier, hay tres factores que han posibilitado la solución de este conflicto. Uno ha sido la firmeza y la resistencia de la comunidad. Cuando le comunicamos a la comunidad que se había cerrado la parroquia y que había intención de convertirla en un Centro Social de Cáritas, la comunidad reaccionó del siguiente modo: “Esta es nuestra vida, aquí hemos encontrado la forma de expresar lo que hemos sufrido y vivido. Y nadie nos la va a arrebatar”.
“Hubo, además, continúa Javier, otra decisión muy firme y unánime: “Vamos a vivir este tiempo como un momento de proclamación de nuestra fe. Tenemos que evitar que el conflicto nos paralice”. (Y el conflicto duró nueve meses). Luego llegó el desbordamiento. Para mí, que era novato, fue una sensación de vértigo”.
“Pero esto dio paso, sigue diciendo Javier, a una grandísima vinculación con los movimientos sociales alternativos. Grupos de cristianos y no cristianos, creyentes y no creyentes que se unieron para solidarizarse con la comunidad parroquial y también para decir: “Aquí estamos para no permitir que se sigan haciendo de este modo las cosas; una parroquia, con una gran inmersión en lo social, no se puede hacer desaparecer por muy grande que sea la voluntad de un obispo…” (Estamos hablando de la primera semana del mes de marzo pasado, que duró hasta octubre).
Esta firmeza de la Comunidad de San Carlos Borromeo se ha dejado oír en casi todos los rincones del planeta, desde pueblines perdidos en la geografía española hasta lugares más alejados como el Japón, Etiopía, América latina, Europa. Y todos, desde sus propias experiencias, para apoyar su resistencia evangélica
4. ¿Habéis quedado satisfechos con la forma de cerrar el conflicto?
“Bueno, la solución formal ha introducido un cierto cambio, de parroquia hemos pasado a centro de pastoral. Cambia el título pero todo continúa igual. Pero quisiera aclarar, comenta Javier, que nuestra guerra no ha sido contra los obispos. No tenemos a los obispos al lado, pero tampoco los tenemos enfrente. Nuestra guerra es contra las situaciones de exclusión que seguimos viviendo y padeciendo. Nuestra verdadera guerra es, en definitiva, contra las deportaciones y expulsiones de menores inmigrantes, nuestra guerra es a favor de su dignidad; luchamos para que no haya chavales que tengan que llegar al suicidio por falta de atención, etcétera. Y creemos que la solución que hemos logrado dar al conflicto no va en contra de estos máximos objetivos.
“La comunidad siempre ha dicho lo mismo: “Nos podrán cerrar el edificio, pero no podrán arrancarnos nuestra vivencia”. En cualquier caso, comenta Enrique, creo que ha sido un acierto del cardenal el que nos haya dejado seguir. La gente no entendía que un centro y parroquia como esta, dedicada a los excluidos, nos la pudieran cerrar. La solución a todos nos ha liberado”.
5. ¿Creéis que el cristianismo de base ha entendido correctamente vuestra lucha?
“Yo creo que sí, afirma Javier. En muchos lugares se están preguntando cómo revivir la experiencia de San Carlos Borromeo en su propio lugar. El cristianismo de base ha hecho una buena acogido de esta experiencia. Yo no comparto los análisis apocalípticos que frecuentemente se hacen de la situación en que vivimos. Más bien soy testigo del enorme esfuerzo que están haciendo muchas personas para dar respuesta a los retos que la sociedad actual está planteando a la fe. Ayer mismo un grupo de jóvenes de otra parroquia de Vallecas se preguntaba cómo vivir en su parroquia la experiencia de Jesús que hemos tenido en esta comunidad”.
“Sí, la gente ha entendido y ha tomado buena nota de muchas cosas que se han dado entre nosotros en este tiempo, comenta Enrique. Pero yo animaría a los cristianos a ser coherentes con la gente con la que estamos y cambiar el leguaje. Desprenderse del tonillo y del dominio clerical. Que no sea el cura el que, por oficio, tenga siempre la última palabra. La gente se está riendo, por lo ridículo que parece, de esa vanidosa cola que llevan algunos cardenales. La gente necesita cercanía, ilusión. Me ha impresionado esta anécdota: varias personas se han acercado en estos últimos meses a nosotros diciendo que iban a apostatar. Pero una mujer lo dice de esta manera: venía decidida a apostatar, tenía ya la fecha, pero he visto lo vuestro y ya no apostato, me quedo con vosotros. El estribillo es este: Me sentía alejada de la Iglesia porque me molesta esto y esto y ahora veo que hay otra forma de ser y hacer las cosas.
6. ¿Por qué tenéis tan buen rollo entre vosotros?
“Somos los tres distintos, dice Pepe. Pero lo que nos une es la dedicación a la gente, la comunidad, los objetivos. Enrique es un hombre de una enorme coherencia: Vive lo que piensa, lo que dice y lo que cree. Por eso tiene tanto prestigio, fuerza y predicamento entre la gente. Javi es imaginativo y emprendedor. Se hace tan familiar que te encuentras muy bien con él. Actúa sin miedo, quizás por su juventud. Es un verdadero puntal de la parroquia.
“Hemos aprendido a querernos, comenta Enrique. De los chavales hemos aprendido muchas cosas: Que el querer implica complicidad e incondicionalidad. A mi Pepe me ha aportado la serenidad y la sencillez. Su manera de ser y de estar. Y yo creo que esto mismo ha producido en nuestra gente. Javi es más joven y más bruto. Nos conocemos desde hace muchos años y tenemos una relación que se ha abierto a la confidencia. Me emociona cuando dice que últimamente ha sentido vértigo porque se le han caído tantos esquemas… Para mí representa un presente y un futuro: Sabe conservar el espíritu y aportar novedad.
“Nos apreciamos, es verdad, y nos queremos, dice Javier. Quizás mucho se daba a sentirnos tan queridos por una misma gente. Hemos sido achuchados, abrazados y apabullados por las mismas personas. Esto nos ha puesto las pilas. Porque este mundillo que nos rodea no es frío ni distante. Y esto nos ha ido vinculando a nosotros mismos. Hemos tenido la suerte, la gracia, de ser acogidos por este mundo de los excluidos. Esto nos ha hecho encontrarnos más y mejor”.