¡Y si el otro se convirtiera realmente en mi
hermano!
¿No es ésta la cuestión que hay que
plantearse ante el debate que circula en los
medios?
Si el otro se convirtiera realmente en mi
hermano, ¿podría yo poner en cuestión la fe
que le hace vivir?
¿Podría yo burlarme de una manera u otra de
sus creencias?
Si el otro se convirtiera realmente en mi
hermano, ¿podría yo hablar de libertad sin
vivir el respeto?
Si el otro se convirtiera realmente en mi
hermano, ¿podría yo rechazarle con actos de
violencia contra su persona o sus bienes?
Si el otro se convirtiera realmente en mi
hermano, ¿podría yo permitirme hablar de él
negativamente a sus espaldas? ¿Podría yo
permitirme destruir incluso hasta su
intimidad?
Si el otro se convirtiera realmente en mi
hermano, le podría encontrar en verdad,
podríamos hablar simplemente, incluso sin
estar de acuerdo en todo.
Si el otro se convirtiera realmente en mi
hermano, su encuentro me haría crecer; y
estoy seguro que él también crecería.
Si el otro se convirtiera en mi hermano,
nuestras miradas podrían cruzarse y una
sonrisa verdadera iluminaría nuestros rostros.
Si el otro se convirtiera realmente en mi
hermano, ¡qué mundo tan apasionante
podríamos construir!
Vicent Landel, s.c.j., arzobispo de Rabat