Humberto y Marisa, de Granada a Rumanía
En estos momentos, cuando esta revista sea publicada, habremos hecho las maletas junto con nuestros hijos pequeños –Dani e Isaías- y estaremos asumiendo en familia un nuevo reto, comenzar una nueva etapa en Rumanía.
La decisión de irnos ha sido algo que, en este caso, ha surgido y se ha ido imponiendo con cierta rapidez. A pesar de lo cual, han sido muchos los ratos de conversación entre nosotros y con nuestros hijos, debatiéndolo con amigos y compañeros; todo ello, para hacer que la decisión fuera algo meditado, contrastado y mirado a la luz de la fe, que siempre ha jugado un papel fundamental en nuestra vida. Han ido surgiendo pros y contras, posicionamientos favorables y contrarios, que han permitido sopesar con más serenidad la decisión.
Seguimos pensando y sintiendo en nuestro interior la necesidad de no cerrarnos a lo que Dios o la Vida nos van poniendo por delante. La decisión en conjunto responde a la razón de nuestra existencia como personas, como pareja y como familia: intentar aportar un granito de arena para hacer de este nuestro mundo “globalizado” un lugar algo más justo, algo más solidario.
Ahora nos toca, como dice nuestro hijo Dani, ser inmigrantes. Intentar acercarnos a un grupo de personas diferente, en el que un sector muy amplio de ellas vive una situación de pobreza y exclusión. Si algo pudimos aprender a lo largo de estos más de 25 años de trabajo y convivencia en España con la comunidad gitana, es que más allá de esa situación de exclusión, hay profundas riquezas en cada ser humano, en cada grupo humano, que podemos ayudar a aflorar trabajando seria y continuadamente en lo profesional, y estando cercanos y accesibles en lo personal.
La pobreza material hace aflorar o mejor y lo peor del ser humano, es decir, nuestra verdad. No se trata de hacer milagros ni de redimir a nadie, sino de acompañar, de acompañarnos unos a otros intentando sacar a relucir lo mejor que cada uno tenemos dentro.
Un reto que planteará dificultades, sin duda; que hace nacer en nosotros ilusiones, pero también temores; que nos afianza en nuestras certezas, pero que también saca a la luz nuestras inseguridades. No obstante, y por encima de todo, la esperanza de saber que más allá de nuestros pequeños proyectos de vida está la VIDA con mayúsculas que nos sostiene, nos impulsa y nos envuelve.
Hasta donde somos conscientes, pesa en nuestra decisión el deseo de ser fiel al camino que un día emprendimos juntos. En definitiva, aprender, junto con otros, el difícil arte de vivir.