Con este primer número de 2,010 damos entrada a un nuevo ciclo, el que nos acompañará a lo largo del año por el camino de las alternativas a la crisis actual.
Iremos desde UTOPIA desgranando dichas alternativas en cuatro ámbitos. Empezaremos con las ético-culturales, porque consideramos que la crisis de hoy es más de valores que económica: sin una nueva ética, es difícil que los cambios económicos, sociales, políticos y culturales sean efectivos. De hecho, los instrumentos económicos aplicados están funcionando; no así la consolidación de un modelo ético distinto que los refuerce. Seguiremos con una reflexión acerca de las posibles alternativas socio-políticas. Incidiremos a continuación en las económicas. Terminaremos el ciclo buscando en el ámbito ecológico una posible respuesta.
Por un lado, es necesario realizar un análisis de la situación desde cada uno de los ámbitos; que se acompañará de una “inmersión” en las alternativas de tipo solidario. Por el otro, la propuesta cristiana basada en la palabra de Jesús sigue siendo eficaz. Los ejemplos “a pie de calle” serán la constatación de que vivir de otra manera siempre ha sido y es posible.
En el mundo de hoy se ha agudizado la desigual valoración de los seres humanos, lo cual ha provocado una quiebra en la dignidad personal y colectiva, consecuencia en gran medida de la asunción por parte del dinero del papel rector como único agente. No podemos dejar de constatar la profunda crisis de valores, fruto entre otros de la exacerbación del materialismo, donde las riquezas son el gran dios y el consumo, el apego al placer y el rechazo a todo tipo de sufrimientos sus dioses menores.
Desde siempre ha sido la posesión de bienes una aspiración humana; sin embargo, no hacer gala de ellos de manera exagerada era “de buen tono” en la sociedad tradicional. Pero la situación ha cambiado: a partir de un determinado momento, empezamos a exhibir nuestras posesiones como una virtud intrínseca del individuo, como si fuesen el resultado de una bendición divina. Desgraciadamente, ni el marxismo ni el anarquismo contribuyeron en su momento a terminar con ese estado de cosas. Tampoco la jerarquía eclesiástica se ha decantado por una postura más en consonancia con el cristianismo, con Jesús. Afortunadamente, en las antípodas nos encontramos con otras aspiraciones humanas que buscan, y encuentran, en la solidaridad un mar abierto al diálogo y a la convivencia.
En la construcción de una ética nueva que se “enrole” en dicha solidaridad, tendremos que permitir, por un lado, el “desguace” de dos “verdades” —la sacraliza-ción del individualismo extremo y del bienestar basado en el progreso técnico y el consumo—, y, por el otro, fortalecer lo comunitario y el Sur como oportunidades. Tendremos, pues, que centrarnos en los fallos estructurales del sistema para sustituirlo por otro que sí que funcione en todos los ámbitos y, como consecuencia, analizar los valores éticos de aquel sistema para cambiarlos.
Frente a la creciente desigualdad, por ejemplo, deberíamos empezar a hablar de una “austeridad compartida” y apoyar de verdad una banca ética y solidaria.
Y en este proceso de reflexión y propuestas nuevas, tendremos también que dar espacio a la diversidad, a la lucha contra la exclusión, a una educación basada en esa ética nueva, a unas alternativas culturales distintas, a una vuelta a la comunicación entre las gentes para acabar con el miedo…
Los puertos se nos abren, ensanchémoslos desde Jesús. •