Muchos, olvidándose de que el cardenalato se da a titulo personal, están resaltando el reconocimiento tan grande que supone el que nuestra diócesis haya sido designada sede cardenalicia…
En el documento que hicimos público en junio de 2007 titulado “LA IGLESIA QUE QUEREMOS Y EL OBISPO QUE NECESITAMOS”, señalábamos que, si queremos dinamizar nuestra Iglesia diocesana, el nuevo Obispo tendrá que reunir las siguientes características: apertura solidaria al mundo de hoy y diálogo sincero con él; independencia ante cualquier grupo político, económico y mediático; promoción de una espiritualidad de la confianza, la austeridad solidaria y la libertad; encarnación en la cultura y lengua de nuestro pueblo; potenciación de la colegialidad, la pluralidad y la participación de todos; y cercanía y proximidad con los presbíteros para generar confianza, única actitud de la que puede surgir un proyecto común. Si para el nuevo Obispo pedíamos y pedimos estas notas, es porque no las habíamos visto potenciadas, como se debía, en el pontificado de D. Agustín en València. De ahí la sorpresa que nos ha producido este nombramiento, que le sitúa en una responsabilidad mayor en la organización eclesiástica…
Verdaderamente nos preocupa esta orientación predominante de la Jerarquía. Respetando, como es lógico, su fe personal, consideramos que con esta línea tradicionalista, que lleva a refugiarse en la fortaleza y en el poder, no se impulsa a la Iglesia a dar respuesta evangélica a los grandes retos culturales, sociales, económicos y políticos de nuestra sociedad. Servirse de eclesiologías alejadas de Gaudium et Spes y Lumen Gentium, y de creencias, liturgias y devociones anticuadas, no creemos que vaya a ser el mejor camino para evangelizar hoy…
València 20 octubre 2007
Grup de rectors del dissabte