Carta a Utopía.
Manmen Castellano.
Hola a todas y todos, quería aprovechar este espacio para compartir con vosotros y vosotras una reflexión que me ronda la cabeza desde hace unos meses.
Allá por el mes de agosto nos entraron a robar en casa, estábamos durmiendo dentro con nuestros hijos, ni nos enteramos y un vecino llamó a la policía, los cogieron y recuperamos todo lo que se habían llevado. ¡Ojalá todo se hubiera terminado allí! Para recuperar las cosas habría que ir a la policía, después vendría un juicio, para dormir poner rejas y lo que es peor eternas reflexiones de si nuestra justicia y sistema son realmente justos.
En nuestra revista se ha hablado multitud de veces de dos aspectos en los que he reflexionado mucho en estos meses: la justicia y el sistema penitenciario. Esos 3 jóvenes están desde ese día en prisión y los condenaron a 18 meses. Yo desde el día siguiente lo tengo todo, es verdad que también un par de rejas más y algunas noches de desvelo por el miedo.
Pero a mí no me parece justo, nuestra justicia no permite, ni da lugar al perdón (ni a pedirlo ni a concederlo). Cuando le comenté a la fiscal que yo lo tenía todo, que para qué seguir con ello, me contestó que aunque yo como afectada no quisiese lo harían. ¿No les enseñamos a nuestros hijos e hijas que tienen que perdonar y pedir perdón? ¿Para qué? Si nuestra sociedad no lo permite.
A esa reflexión le añadimos que en casa estamos convencidos de que los centros penitenciarios no sirven más que para generar sufrimiento. No creemos en una educación basada en el castigo y por eso tampoco creemos que privar a la gente de libertad y alejarlos de sus seres queridos sirva para nada, bueno sí, sirve para hacerlos sufrir.
En estos meses hay alguien que constantemente nos ha hecho pensar en esto, la persona más sabía hasta el momento de nuestra familia: Rebeca. Con apenas 4 años nos sorprendió en una misa en Navidad y en el momento de las peticiones tomó la palabra pidiendo por los PRESOS y las PRESAS, porque tienen padres, madres, hermanos… y están sufriendo.
Es una gozada tener cerca a estos pequeños-grandes sabios que tanto nos enseñan, ojalá ellos y ellas sean capaces de hacer un mundo más justo.