Presentación de la Evangelii Gaudium.
Evaristo Villar.
En esta Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, primera de su pontificado, el papa Francisco presenta lo que para algunos es su hoja de ruta, su proyecto de reforma de la institución eclesial. Sea o no cierta esta apreciación, lo que parece incuestionable es la novedad de un discurso cercano y cálido, realista y mediático, preocupado por el anuncio del Evangelio en este momento que nos ha tocado vivir y penetrado profundamente por la alegría, la misericordia y la denuncia profética de la injusticia.
Del conjunto de este voluminoso documento emerge una imagen de “Iglesia de Puertas abiertas” (46), a la que Francisco “prefiere accidentada, herida y manchada por salir a la calle antes que enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (49); en diálogo con las diversas culturas, ciencias, artes, religiones y el mundo de la increencia (132); desde la convicción de no poseer “el monopolio en la interpretación de la realidad social o en la propuesta de soluciones para los problemas contemporáneos (184), ni “un único modelo cultural” (116). Resulta estremecedor oír al obispo de Roma, siempre tan “infalible”, afirmar que “del magisterio papal no deba esperarse una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo” (16). ¿Habrá que entender en esta humilde confesión dos situaciones que el texto da contrariamente por cerradas como las relativas al “sacerdocio de la mujer”, del que se dice que “no se pone en discusión” (104), y a los “niños por nacer” que “no debe esperarse, se dice, que la Iglesia cambie su postura” (214)?
Del cuerpo de este rico documento quiero resaltar tres escenarios que me han resultado particularmente más llamativos porque desbordan el “estudiado equilibrio” a que nos tiene acostumbrados la literatura vaticana. Me refiero, en primer lugar, a la convicción que se refleja sobre la “bondad del mensaje” que todo bautizado está llamado a vivir y difundir: el Evangelio es una Buena Noticia para todo el pueblo, y, como tal, invita a salir y anunciarlo con alegría (23). En segundo lugar y como consecuencia, el Evangelio no se puede reducir a un único modelo cultural, es pluriforme y, como tal, está abierto al encuentro y diálogo con las ciencias, las diversas culturas, artes, religiones, etc. (132-134). Finalmente, el documento hace una fortísima denuncia profética contra la actual ideología neoliberal a la que califica de “economía de la exclusión” (53-54), “idolatría del dinero (55-56), “iniquidad que genera violencia” (59-60), y muerte porque “no compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos” (57).
La exhortación invita a salir de uno mismo y, siguiendo el paradigma Jesús, iniciar en el mundo la “revolución de la ternura” (88).