Colaboración: Cosmopolitas, Nacionalistas, Internacionalistas, Universalistas

Pedro Zabala

Con frecuencia, en los debates -que no diálogos- políticos se lanzan entre los contertulios airadas descalificaciones. Nacionalista o cosmopolita suelen ser las más frecuentes.  Como es habitual, esos epítetos, u otros, como facha o progre, sirven para no tener que escuchar lo que el discrepante diga y así con la etiqueta arrojarlo al averno de los insensatos.

COSMOPOLITA es el desarraigado, quien ha renunciado a sus orígenes de los que parece avergonzarse y presume de pertenecer al orbe -¿terráqueo o cósmico?-.  La mediocridad de un intelectual se mide por la exaltación con que se apunta al carro del cosmopolitismo.

NACIONALISTA es el adorador de su propio ombligo. Ardiente defensor de ese constructo mental que es la nación política. Su ardor le lleva a idolatrar sus fronteras que cree fijas e inamovibles. Y considera que hay otra u otras naciones políticas que son enemigas acérrimas de la suya, pues la envidian, desprecian y oprimen. Hay nacionalismos de naciones con Estado y otros que aspiran a tenerlo. Celosos defensores de su idioma propio mayoritario e ignorantes de los minoritarios que se hablan en su territorio, a los que consideran corrupciones del suyo, meros dialectos o “patois” del suyo. Les gustaría hacerlos desaparecer o reducirlos a su mínima expresión en la intimidad hogareña.

Consecuente con ese egocentrismo nacionalista, se produce una tergiversación de la historia. Esa falsificación sirve para adoctrinar a los educandos en los centros escolares. La debilidad del nacionalismo español, el que la nación política española esté a medio hacer se explica, en gran parte, por la tardanza en la implantación de la enseñanza obligatoria, financiada a nivel estatal.  Y cuando los nacionalismos periféricos han podido, han hecho exactamente lo mismo, imitando el modelo central, con sus propios alumnos.

Para esa tarea de falsificación de la historia, todos los nacionalismos cuentan con intelectuales “orgánicos” que la construyen a su gusto, ignorando los datos que no se acomoden a lo que defienden, interpretando todos a su gusto y exagerando aquellos que resaltan sus presuntas diferencias. Y además presentan el pasado como una Arcadia feliz sin problemas internos, pues cuando aparecían venían  de fuera a crearlos o potenciarlos. El Spain is different tiene sus traducciones a nivel secesionista.

Para enardecer las emociones de sus masas los nacionalismos emplean dos instrumentos: bandera e himno. Con ellos se vibra y pueden emplearse como ariete contra nacionalismos rivales. La debilidad del nacionalismo español se manifiesta también en que su bandera oficial es contestada por la tricolor republicana y el hecho de que su himno no se cante.

INTERNACIONALISTAS se llaman aquellas personas que, ligadas a la izquierda tradicional, abominan del carácter burgués de los nacionalismos. Rechazan la supuesta identidad nacional e intentan crear otra identidad, también excluyente, de clase, pues fieles al dogma marxista ven en la lucha de clases el motor único de la historia. Dado el pragmatismo que caracteriza a esa corriente, ya Lenin preconizó la alianza de su partido con las nacionalidades oprimidas para oponerse al nacionalismo de las grandes potencias. Pero la emocionalidad que caracteriza a todo nacionalismo se impuso en las corrientes proletarias que en vísperas de las dos contiendas mundiales, abandonaron su pacifismo internacionalista y se enrolaron ardorosa y patrióticamente para combatir a los enemigos nacionales. Táctica imitada ahora por los anticapitalistas catalanes que se han aliado a la corriente independentista de la burguesía de esa Comunidad, traicionando así su raíz internacionalista. ¿Han olvidado que, como denuncia M.ª Clara Bingemer, todo nazismo eso un nacionalsocialismo que empezó siendo un nacionalismo?.

UNIVERSALISTAS son quienes saben, como enseñaba aquel pensador portugués, que lo universal es sencillamente lo local sin fronteras. No olvidan sus raíces, pero las superan. Por ello, desacralizan la nación política y su corolario el mito de la soberanía nacional. No exigen independencia alguna, ni toleran la dependencia. Son defensores de la inter-dependencia. Aman la tierra que les vio nacer, conscientes de que su historia no fue idílica, con desgarrones internos y con hibridaje poroso con gentes de otras tierras.

Dentro de su propio país conocen que hay depredadores que oprimen a a gente sencilla, muchas veces en estrecha conexión con explotadores de países vecinos. En el pasado y en la actualidad.

Un universalista es partidario de la alianza entre todas las víctimas del Estado al que están adscritas e incluso con las demás de todo el planeta. Sabe que mientras haya un solo esclavo en la tierra nadie podrá ser libre.

Su bandera es la de los Derechos Humanos, de todos ellos: políticos, jurídicos, sociales y económicos, sin  distinción entre nacionales y extranjeros. Con nuevas aperturas, derivadas de una ética de mínimos, a las generaciones futuras y a la defensa y cuidado de la Casa Común, en la línea del ecofeminismo.

De ahí que los universalistas sean partidarios del desarme total: el de las armas físicas y el de los corazones. Superar los odios a través de la escucha, el diálogo y la compasión global, abiertos a la gratuidad de las relaciones interhumanas. Y en la tarea por este desarme total, ¿pueden dejar de estar en vanguardia los seguidores de Jesús?

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