Se habla mucho de la unidad de España. Yo prefiero habar de la unión de los españoles. La unión del territorio que llamamos España, eso está dado por la geología. Nos guste o no, lo tenemos unido para millones de años. Lo importante es la unión de los seres humanos que habitamos ese territorio. Una unión que agrupe lo diverso, lo plural, en un conjunto en el que las diferencias se puedan complementar y proporcionen una mayor riqueza. Por esa unión tenemos que trabajar. Una unión real, por supuesto voluntaria, que sea satisfactoria y que nos ayude a llevar una vida plenamente humana.
Esa unión tiene que superar obstáculos objetivos, reales. Creo que el principal obstáculo es la brutal desigualdad económica entre unos españoles y otros. El abismo que se abre entre el minúsculo grupo de españoles que acumula una riqueza de miles de millones y los cientos de miles de familias desahuciadas de su vivienda y dejadas en la calle. Entre los millones de parados y precarios, y el presidente de un banco que se lleva quince millones de euros al año. Pero de ese obstáculo para la unión se habla muy poco. Y hablar de lo que a todos nos une (todos somos españoles) sin tener en cuenta esa desigualdad, es un engaño miserable.
Otras dificultades para la unión son fundamentalmente subjetivas, y ahí tenemos que meter los nacionalismos estrechos y excluyentes. Yo creo que se puede dar un nacionalismo sano, abierto, que, de alguna manera, viene exigido por nuestra condición de seres sociales. Pero, lo mismo que en las personas, también en los grupos se dan psicologías enfermizas, insanas. Ahí tendríamos que meter los nacionalismos fundamentalistas, dogmáticos e intransigentes, sean rusos, alemanes… o españoles.
Creo que el nacionalismo catalán que reivindica ardientemente la independencia pertenece a este grupo de nacionalismos. Se creen superiores a los demás, y para sus males buscan un chivo expiatorio sobre el que cargar todas las culpas. Está claro que para el nacionalismo catalán el chivo expiatorio es el Estado español. También parece claro que, junto a este nacionalismo irracional, en Cataluña se dan intereses muy concretos, muy tangibles y muy espurios. Pensemos en el clan Pujol. Clan en sentido amplio, no sólo la familia, sino todo el entorno político en el que se daba una enorme corrupción. Lógicamente piensan que en una Cataluña independiente les resultaría mucho más fácil evadir la acción de la justicia.
Entre el conglomerado de fuerzas que luchan apasionadamente por la independencia de Cataluña se encuentran dos grupos que se proclaman de izquierdas: Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y la CUP, Candidatura de Unidad Popular. Es algo que me deja totalmente atónito. Una de las señas de identidad de la izquierda ha sido precisamente el internacionalismo. Que ahora, en un mundo globalizado, pretendan avanzar hacia la izquierda por la vía del nacionalismo, es algo para mi totalmente incomprensible.
Ya es difícil de comprender en ERC, pero bueno, si se contentan con llegar a la república, eso sí sería algo inmediato en una Cataluña independiente. Pero que no se les olvide que Trump es presidente de una república. O sea, que lo de república supone bastante poco. Lo que me resulta totalmente inconcebible es lo de la CUP. Un partido que se define como anticapitalista y nacionalista. Es verdad que lo de lo de nacionalista y socialista tiene un precedente muy conocido: el nacionalsocialismo de Hitler, pero realmente no llego a creer que sea eso lo que pretenden.
Me dan ganas de decir que están locos, pero no sería correcto. Supongo que tendrán sus razones, pero no acierto a comprender cuáles pueden ser. Hoy los estados tienen muy poco poder frente a la presión del gran capital. Constituir estados cada vez más pequeños, dificulta cada vez más el recuperar una verdadera democracia, no controlada por los mercados capitalistas.
Creo que está clara mi postura sobre la independencia de Cataluña. Pero al mismo tiempo mantengo que la unión tiene que ser voluntaria. Si no lo es, no tenemos una patria unida, tendremos una nación con una colonia dentro. Otro problema es saber si la mayoría del pueblo catalán desea realmente la independencia. En las últimas elecciones autonómicas los partidos no independentistas sacaron mayoría de votos, pero en virtud de esa extraña ley electoral que tenemos en España, obtuvieron mayoría de escaños los independentistas.
Ahora estos han realizado un referéndum en un ambiente muy crispado. Yo creo que democráticamente se debería haber permitido que el pueblo catalán se pronunciara. Ahora bien, se trata de una decisión enormemente seria, que no debería tomarse por un puñado de votos más o menos. Las decisiones que afectan a cuestiones fundamentales normalmente exigen mayorías cualificadas. O por lo menos con la mayoría del censo electoral. Que la Generalitat pretenda declarar la independencia porque ha sacado más votos el “sí” que el “no”, es de una irracionalidad y una irresponsabilidad tremendas. Se enfrentarían a los graves problemas de la separación y de la puesta en marcha de la nueva nación con una sociedad profundamente dividida y enfrentada. Pero desgraciadamente la sensatez y la racionalidad no parece que reinen por ningún lado