La Guerra contra el Cambio Climático.
Antonio Zugasti
La guerra de Ucrania es una barbaridad intolerable, pero, a no ser que se recurra al armamento nuclear, lo más probable es que termine en un plazo no demasiado largo.
Aunque haya supuesto un gran sufrimiento para el pueblo ucraniano y un daño serio para la economía mundial, la mayoría de la humanidad lo veremos como algo lejano, que no ha afectado demasiado nuestra vida.
Pero hay otra guerra que puede tener unas consecuencias mucho peores: la guerra contra un clima que ha dominado en la Tierra durante milenios y ha hecho posible el desarrollo actual de la vida humana. En esta guerra en un lado está el mundo científico, que lleva años advirtiéndonos de las consecuencias de alterar ese clima, lo que estamos haciendo con nuestra actual forma de vida. Últimamente ese mundo científico ha publicado su sexto informe sobre el tema en que de una manera cada vez más apremiante nos urge a cambiar nuestra forma de vivir y consumir si queremos evitar un cambio climático de consecuencias desastrosas.
En el otro extremo está el mundo capitalista con sus bancos y sus grandes empresas multinacionales, especialmente las productoras de combustibles fósiles. Un mundo que, enloquecido con su ambición insaciable, no está dispuesto al menor cambio que suponga una disminución de sus enormes beneficios. No pueden negar las afirmaciones de los científicos, pero tratan de cubrir las apariencias hablando del desarrollo sostenible. Intentan un lavado de cara y pintar de verde sus actividades, para que en el fondo todo siga igual.
En medio estamos nosotros, los pueblos, los ciudadanos de todo el mundo, y los gobiernos de las naciones. Gobiernos que están tremendamente presionados por el gran capital para que se limiten al lavado de cara verde que el capital propone.
Y nosotros ¿qué podemos hacer? En primer lugar tomarnos en serio las advertencias de los científicos. Nos jactamos de ser una civilización científica y tecnológicamente muy avanzada, pero en este campo le hacemos muy poco caso a los científicos. Luego es muy importante desmontar el principio capitalista de que a la felicidad se llega por el consumo. Lo mismo el pensamiento clásico, que la moderna psicología lo niegan. Incluso las grandes religiones del mundo, especialmente el cristianismo, están muy lejos de considerar la riqueza y el consumo como el camino para una vida humana plenamente satisfactoria.
Debemos tener muy presente que buscar la felicidad –algo a lo que nadie puede renunciar– tiene mucho que ver con la autorrealización de la persona. Vamos hacia nuestra felicidad cuando cultivamos nuestra inteligencia y alcanzamos un pensamiento propio, crítico y sólido a la vez, no manipulado desde fuera. Cuando desarrollamos nuestra sensibilidad ante la belleza y el arte. Cuando desplegamos nuestra capacidad creadora en un actividad positiva, que pueda dar sentido a una vida humana.
Así, con un consumo sobrio, contribuiremos a la conservación del medioambiente y, sobre todo, seremos capaces de levantar un movimiento popular que pueda exigir a los gobiernos tomar las medidas necesarias para vencer en la guerra contra el cambio climático