El ejército de reserva.
Antonio Zugasti.
Creo que no podemos limitarnos a lamentar los buenos resultados de Marine Le Pen en las elecciones francesas. Es imprescindible que reflexionemos sobre los motivos del auge de la extrema derecha en toda Europa, y nos planteemos cómo hacerle frente.
Es verdad que la ambición ciega y enloquece, pero los grandes capitalistas, por muy cegados que estén por su ambición, no pueden ser tan insensatos que no se den cuenta de las crisis que nos amenazan: crisis social y crisis ecológica.
Las amenazas de las dos crisis
La amenaza de la crisis ecológica está sobradamente documentada por todos los informes científicos que, año tras año, nos vienen advirtiendo de la imposibilidad de seguir con el actual sistema productivista-consumista al que nos empuja el capitalismo.
La crisis social ya ha estallado: por todo el mundo proliferan guerras y enfrentamientos mortíferos, mientras millones de personas mueren de hambre.
Es verdad que a nosotros esa crisis todavía no nos ha alcanzado de lleno, todavía podemos alegrarnos la vida con “libertad” y cervecitas. Sin embargo cada vez se oye más eso de que vivimos mejor que nuestros padres, pero nuestros hijos van a vivir peor que nosotros, y no digamos nuestros nietos. Empezamos a hacernos conscientes de la situación tan crítica a la que nos encaminamos, pero no lo suficiente para que pasemos a la acción.
La solución autoritaria
Hasta ahora la mentira, la manipulación, la imagen de democracia y un cierto bienestar material le han bastado al capitalismo para que aceptemos vivir en un sistema en el que el poder económico está realmente por encima de todos los poderes de la sociedad, incluido el poder político. Pero las crisis pueden agudizarse de tal manera que las armas normales de la mentira y la manipulación lleguen a no ser suficientes para mantener al capitalismo en pie. Entonces para ellos la solución sería recurrir a un gobierno autoritario que, con la excusa de los intereses de la nación, mantenga los intereses del capitalismo, aunque eso suponga un golpe mortal para los derechos y libertades humanas.
Los guardianes del sistema
La extrema derecha cumpliría perfectamente ese papel de salvadora del capitalismo. Su falso populismo llega, como estamos viendo, a penetrar en amplias capas de la población. Se proclama defensora de los intereses del pueblo, frente a los males que le amenazan. Pero el culpable de esos males nunca es el sistema capitalista. Para ellos la culpa de la pobreza en nuestros países no la tienen los muy ricos, sino los más pobres de los pobres, los emigrantes que “nos invaden”.
En los países en los que gobierna la extrema derecha peligran los derechos humanos, pero nunca los derechos del capital. Un ejemplo de ello es la Hungría de Víctor Orban, cuyo gobierno fue sancionado en 2018 por el Parlamento Europeo por su desprecio de los derechos humanos. En Hungría se limita la libertad de expresión, silenciando a medios de comunicación críticos, se destituye a jueces que no se pliegan a las órdenes del gobierno, lo mismo que se reprime a las ONG independientes, mientras que la corrupción prolifera libremente, y el capital se mueve sin ninguna cortapisa.
Un gobierno autoritario limita gravemente la democracia, pero el sistema capitalista no lo toca. Así, si unas crisis cada vez más profundas llegan a poner en peligro el mantenimiento de este sistema, la extrema derecha constituye el ejército de reserva del capitalismo.