Colaboración: La última trinchera del capitalismo
Antonio Zugasti
Con frecuencia usamos el adjetivo “bárbaro”. Pero ese término puede tener significados muy distintos. Puede significar: Fiero, cruel, inhumano; o bien: Inculto, grosero, tosco. Y también, en un sentido figurado, puede entenderse como: formidable, fenomenal, estupendo. Creo que en los tres sentidos este término puede aplicarse al capitalismo.
No cabe duda de que es inhumano cunado fomenta una desigualdad brutal, que condena a la miseria y a la desesperación a buena parte de la humanidad. Cruel, cuando contempla impasible que miles de hombres, mujeres y niños mueren ahogados ante sus cerradas fronteras.
El carácter de inculto, grosero, tosco lo podemos descubrir en el capitalismo atendiendo a la filosofía y la antropología que están en la base de su pensamiento. Parte de una antropología simplista y unidimensional. El hombre es un puro homo oeconomicus. Se reduce a las necesidades y deseos más materiales, lo más animal del ser humano. Por otra parte el capitalismo necesita embrutecer a la sociedad, adormecer nuestra capacidad crítica. Todos sus medios de comunicación parecen orientados a dificultar la reflexión y el uso sosegado y libre de nuestra capacidad de pensar. A sofocar cualquier atisbo de actitud crítica ante el mundo que nos rodea.
La cautividad por el bienestar del consumo.
Pero también se le puede aplicar lo de formidable, fenomenal, estupendo. El mismo Marx lo expresó en el Manifiesto Comunista: «La burguesía, con su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas». Y eso lo dijo cuándo la revolución industrial estaba en sus comienzos. Hoy esa formidable capacidad productiva ha metido al mundo rico en un consumismo desbordante. El capitalismo ofrece a una parte de la humanidad el bienestar que proporciona el disfrute abundante de toda clase de bienes y servicios. Y la humanidad se ha dejado cautivar por ese bienestar.
El consumo masivo
Podríamos hablar de una barbarie dulce, que es la que experimenta el mundo rico. Ante esto, podemos montar una gran campaña exponiendo lo que tiene de engañoso, de injusto y de insostenible. Pero aquí es necesario tener en cuenta una cosa muy importante. Este consumo masivo es algo muy palpable, muy inmediato y que afecta de una manera muy sensible a nuestras vidas. Por el contrario, captar la irracionalidad y la barbarie destructora del sistema capitalista exige una cierta dosis de reflexión. Lo mismo que descubrir todo lo que de alienante e insatisfactorio tiene ese consumo masivo que se nos ofrece. Y, en principio, lo que se experimenta suele tener más fuerza que lo reflexionado.
En esta trinchera de la adicción al consumo es donde se parapeta y resiste victorioso el capitalismo. Mientras la humanidad siga considerando al consumo como base de su bienestar, el problema fundamental, la sostenibilidad de la sociedad humana, no tendrá solución. Sólo se le puede hacer frente experimentando y mostrando que es posible una vida plenamente satisfactoria que no dependa del consumo. Eso no quiere decir que padezcamos pobreza y escasez. Quiere decir que, cubiertas nuestras auténticas necesidades, busquemos otros caminos que nos acerquen a la ansiada felicidad