Reflexión: La expulsión de Dios en la sociedad islámica actual.
Antonio de Diego González
En las últimas décadas las sociedades contemporáneas han experimentado la suplantación de la tradición espiritual por populismos ideológicos. En especial el islam ha vivido esta circunstancia de una forma dramática que ha llevado a una expulsión, velada, de Dios y sus trascendentales de la vida de los creyentes.
Una tradición olvidada, un Dios expulsado
A diferencia de lo que muchos piensan, el mundo islámico es un espacio altamente plural y heterogéneo en lo cultural y lo espiritual. El islam es la religión con mayor curva de crecimiento según los estudios de Pew-Research[1] debido a diversos factores debido a un incremento de natalidad y a un interesante número de conversiones. Como espiritualidad, exige al creyente una vivencia holística de sus principios rectores, de forma que conecta la espiritualidad con lo cotidiano, pero también con lo público. Y, además, encuentra en la tradición, tanto en la profética, llamada también Sunna, como en la propia vivencia intelectual del mundo islámico, su principal sostén y su justificación.
La tradición islámica propone una mayor capacidad de escucha y una mayor comprensión simbólica de Dios y sus asuntos. Al igual, esta tradición enfatizaba en ideas como la purificación del cuerpo y el espíritu y, sobre todo, en el re-conocimiento (ma‘rifa) de la ritualidad (‘ibada). En otras palabras, la tradición islámica exigía que el creyente se ocupara, con la misma intensidad, de los asuntos sociales que del conocimiento de Dios.
Nostalgia, historicismo y esencialismo
Este modelo sufrió un profundo desgaste en el mundo islámico desde el siglo XIX. La colonización europea, por una parte, y los modernistas islámicos, en especial el salafismo, supusieron un duro golpe contra la espiritualidad y el pensar tradicional. De hecho, lo acusaron de anticuado y de haber promovido cierta decadencia cultural. Nostalgia, historicismo y esencialismo se convirtieron en las armas para cuestionar a la tradición y achacarles la falta de progreso y la subyugación a Europa.
Esas tendencias modernistas, literalistas y esencialistas institucionalizaron una moral de la prohibición y una política de la fealdad enmascarada en la virtud moral y la austeridad.[2] Una situación fue suficiente para desplazar al propio Allah en su relación con el creyente y enfatizar su sustitución, velada, por una ideología. En ese momento, el creyente deja de ser un activo en el islam para convertirse en la diana de las críticas, en el culpable de todo mal y Allah en un Deus absconditus, desprovisto de todos sus trascendentales, encargado de juzgar con ira a los «disidentes» de estas ideologías. Así es como Allah queda expulsado para estos nuevos líderes, que aspiraban a «imitar» a los compañeros del Profeta Muhammad, de un movimiento contemporáneo que no tenía ningún interés por «el otro». El miedo a la innovación (bid‘a) y a la idolatría acabó suponiendo y justificando esta doctrina.
Las consecuencias de la expulsión de Dios: el populismo islámico
Esa expulsión silenciosa de Dios, nada aparente, tuvo consecuencias más duras tanto teológicas como sociales. La relación con Dios dejó de ser de una espiritualidad íntima o, incluso, comunitaria para pasar a ser pública y homogénea. Algo que exigía dominar la esfera moral, juzgando en una posición inflexible, asegurando cumplir los deseos de ese Dios expulsado. Los trascendentales de belleza, bien y verdad fueron eliminados y suplantados por la ideología a imitación del pensamiento moderno occidental.
Dominar los sentimientos morales es tener un control total de los hábitos cotidianos, los códigos sociales, la alimentación, la sexualidad, es decir, la manera de relacionarse el sujeto con el entorno y a través de la cual controlarle. El sujeto puede ser reprendido por una acción que es considerada por la moral del pueblo como perniciosa o ilícita, mientras que será premiado si cumple escrupulosamente con la moral del grupo. El control de la voluntad moral antecede al dominio de la voluntad política del pueblo. Ahí nace el populismo islámico y se fortaleció la idea de un islam con ideología, pero sin un Dios que fuese Rahman, es decir, imbuido de infinita misericordia matricial. Ignorando: «No cabe compulsión en la religión» (Corán 2: 256).
El término sharía
En el caso del populismo islámico —la máxima expresión de esa expulsión contemporánea de Dios en la sociedad islámica— ha habido un auténtico secuestro de la ética, la moral y el derecho, en detrimento de la pluralidad moral y jurídica del islam. El populismo en la época actual se ha arrogado las interpretaciones de las categorías morales y jurídicas determinando su licitud y veracidad e intentando reducir la compleja hermenéutica islámica a un discurso unidireccional; incluso ha secuestrado el término sharía (ley islámica), denotando una aplicación bárbara del derecho penal con base islámica. Una situación que nos pone ante un complejo dilema: ¿Cómo recuperar un islam que vuelva a tener a Dios en el centro y un respeto íntimo por la vivencia del creyente?
Un desafiante futuro para el islam
El islam, como otras tantas religiones, se halla en una encrucijada compleja y desafiante. Su mayor problema, o ventaja según como se mire, es que no tiene una estructura jerarquica que pueda dictar un camino a seguir, sino que depende, principalmente, de los creyentes volver a buscar a ese Dios expulsado y a contemplar al «otro» frente a sí.
En los últimos años el islam ha sido asociado, a veces, a las derivas populistas e ideológicas que radicalizándose han promovido violencia global. Este es un síntoma de esa expulsión de Dios de la vida del creyente y del triunfo de la ideología, la normalización de la ausencia de la misericordia y de los trascendentales imbuido de una nostalgia, un mal contemporáneo.[3]
El retorno a un islam iluminado y humanista es una necesidad urgente desde una teología que cuide y acompañe a las personas, más allá de su adscripción religiosa, que pida justicia social y dignidad para los necesitados respetando el mundo físico.[4] Para que esto ocurra hace falta que Dios regrese, a través del recuerdo (dhikr), al corazón cuerdo (lubb) de las personas con humildad y conciencia de Allah (taqwa) en plena intimidad y sin miedos.
[1] <https://www.pewresearch.org/fact-tank/2017/04/06/why-muslims-are-the-worlds-fastest-growing-religious-group/>
[2] Abou el-Fadl, Khaled. Reasoning with God. Reclaiming Shari‘ah in the Modern Age. Londres: Rowman & Littlefield, 2014, pp. 271-276.
[3] De Diego González, Antonio. «El olvido del presente de Dios: Ortodoxia, ideología y populismo religioso desde la filosofía de la religión de Raimon Panikkar» Themata. Revista de Filosofía, 63, 2021, 383-401. DOI: 10.12795/themata.2021.i63.19.
[4] De Diego González, Antonio. «Humanismo islámico ¿una alternativa para pensar la teología islámica hoy?» Tafsira – Papeles de diálogo teológico, nº 1, 2022. <http://foroibmasarra.juntaislamica.org/tafsira>