Una nueva perla de la Comisión de Laicidad de Cristianas y Cristianos de Base de Madrid, muy en linea del título de este número de la UTOPÍA
En La comisión de Laicidad estamos atentos a los signos de los tiempos y vemos que en la actualidad la época de las religiones es una cosa que está pasando. La alternativa a esta época posreligional es una espiritualidad laica y humanista, es decir, un talante de vida que busca la plena realización humana de las personas junto con todos los seres de la Naturaleza en la que vivimos y de la que formamos parte. Un modo de vivir que tenga en cuenta y promueva los derechos humanos. Este es el nuevo reto de la laicidad.
Los que nos iniciamos en la religión en los años cuarenta o cincuenta aprendimos un cristianismo que era ante todo doctrina y culto. En los colegios católicos se enseñaba la doctrina –condensada en el catecismo– y se obligaba a oir misa y rezar el rosario diariamente y a confesar de cuando en cuando. En esas dos palabras se encerraba todo: doctrina y culto. Cuando muchos pusieron en cuestión la doctrina –escolástica– y abandonaron un culto aburrido y repetitivo, no les quedó ya nada. El paradigma hijo de Trento era ya inservible. Pero hay sectores que siguen todavía con estos planteamientos.
¿Y cuál debería ser el nuevo paradigma para una Iglesia en un mundo multirreligioso, multicultural y poscristiano? Creemos que lo definen bien dos palabras: acción y espiritualidad. Por una parte, este dualismo responde directamente al mensaje de Jesús, que decía: cambiad, el reino de Dios está en medio de vosotros. Y decía: dad la vida unos por otros. Es decir, contemplad la acción de Dios en todas las cosas y echad a los demonios del sufrimiento, de la soledad, del abandono, del hambre, de la opresión, de la falta de sentido.
Hoy vivimos un cambio de paradigma no sólo religioso, sino cultural y planetario. Una nueva conciencia de la humanidad de que los esquemas de siempre ya no sirven. Se habla incluso de paradigma posreligional. Lo cierto es que las religiones no responden a los interrogantes que la humanidad se plantea. ¿Sobran por eso? Nosotros creemos que no. ¿Desaparecerán? De momento, y por tiempo, tampoco. Pero hay una espiritualidad humanista donde la religión no puede ser un añadido o una capa de pintura. Jesús dejó bien claro que lo definitorio de lo verdaderamente humano no es la relación con Dios sino con los demás. Dicho a lo bruto con el viejo Atahualpa Yupanki: “hay cosas en este mundo más importantes que Dios; y es que nadie escupa sangre pa’ que otro viva mejor”. Es el momento de la maduración, del verdadero crecimiento.
Hay dos paradigmas encontrados: el tradicional y el emergente. El tradicional, propio del nacional catolicismo y que se puede resumir en “doctrina y culto”, y el emergente que se puede enunciar como “acción y espiritualidad”. Uno, el del papa Ratzinger y otro el del papa Francisco. Uno, lejos de la gente, rígido y doctrinario, y otro, cercano al pueblo, en diálogo con la gente, con sus problemas y preocupaciones. Ya está pasando el tiempo de la religión que gira en torno al culto y la doctrina, y nos vamos acercando más a los problemas actuales, pero con menos preocupación por los ritos. Pertenecemos a comunidades y grupos eclesiales de base que nos identificamos más por la referencia a Jesús de Nazaret que por la pertenencia eclesial.
Comisión de laicidad de Cristianos y cristianas de base
Madrid Febrero de 2018