¡A COMER!
Ana Mª Márquez Gambero
Miembro de la Comunidad / parroquia Granja Suárez de Málaga
El tema de la comida es y ha sido siempre un tema muy recurrente y discutido sobre todo para los que somos padres. Nos preocupa mucho que nuestros hijos coman de todo, en cantidades considerables, que disfruten con la comida y nos dejen disfrutar, que coman sentados, en la mesa, a horarios decentes, etc. El caso es que si nos ponemos a enumerar todo aquello que consideramos adecuado en torno a la comida nos damos cuenta de que nuestras expectativas son muy altas y que no es fácil encontrar a un niño o niña que sea capaz de cumplirlas.
Es normal que nos pase esto si desde pequeños nos hemos acostumbrado a comer en medio de frases como “se come sentado”, “como no te acabes las lentejas no comes postre”, “venga, una cucharadita más”, “hay que comérselo todo para ponerse grande y fuerte”, etc.
Soy la feliz mamá de cuatro peques estupendos y con ellos voy creciendo y reeducándome en esto de la comida, que no es fácil, pero que merece la pena. Con los niños tenemos una gran oportunidad de aprender sobre este tema. Desde pequeñitos les ofrecemos una amplia gama de sabores a través de la leche materna con cada cosa que come la mamá. La lactancia materna es a demanda y en exclusiva durante los seis primeros meses de vida y hasta el año complementada con otros alimentos. Un bebé que dispone de la leche materna cuando así lo desee comerá cuando tenga hambre o sed, hayan pasado dos horas o diez minutos.
Cuando llega el momento de introducir alimentos, las recomendaciones son dar al bebé las frutas y verduras trituradas, en papilla, y poco a poco todo lo demás también: carne, legumbres, pescado, huevo, etc. Sin embargo, si tomamos en cuenta que la leche debe ser su principal alimento hasta el año, no tiene sentido sustituir tomas por grandes platos de comida triturada. Es mucho más natural y acorde con las necesidades del bebé ofrecer alimentos no con el objetivo de que coma en cantidad, sino que conozca, que experimente, que juegue, que huela y, si le apetece, que coma.
Y todo este discurso sobre la lactancia materna, ¿por qué? Pues porque es lo natural y además de ser el mejor alimento para un bebé, allanará el camino de una buena futura relación de los niños y niñas con la comida.
De todas formas, los bebés que por el motivo que sea no han podido tomar leche materna, también deben tomar la leche artificial a demanda y del mismo modo los nuevos alimentos serán para complementarla, no para sustituirla.
Lo recomendable es ofrecer la comida, y ofrecer no es preparar un gran plato de puré y darlo al bebé a cucharadas, en algunos casos entreteniéndolo para que se lo acabe todo. Ofrecer es ponerle delante la comida, no triturada, sino entera, chafada, rallada, etc., y el bebé la comerá o no. Aquí es como todo, está desde el que cualquier cosa que le ofrezcas se anima, lo prueba, se lo come y pide más, hasta el que lo mira, juguetea un poco y después decide que mejor que vaya a parar al suelo. Algunos dirán, ¡pero eso no es comer! Bueno no… o sí, lo cierto es que eso es respetar el ritmo de cada niño o niña, dejando que ellos solos se vayan regulando, que elija qué y cuánto quiere comer y no insistirle cuando ya no quiera más, que ya nos lo hará saber. Las mamás y los papás sabemos perfectamente cuándo nuestro hijo no quiere seguir comiendo, lo que no sabemos a veces es respetar su decisión. A menudo nos parece que no ha comido lo suficiente o que nos “está toreando” y, claro, eso no nos gusta nada.
No obstante, me gustaría aclarar que dejar que un niño o niña coma lo que quiera y cuanto quiera, no significa que si el niño decide que sólo va a comer chocolate pues nosotros felizmente se lo damos. Es fundamental que los alimentos que habitualmente estén a su alcance y al de toda la familia sean sanos y saludables, con alguna chuchería de vez en cuando, ¿por qué no?, y obviamente, que los papás demos ejemplo y comamos lo mismo que ellos. Sea como sea, nunca debemos obligar a comer a ningún niño o niña, al igual que no lo hacemos con los adultos. Vamos, a mí al menos no se me ocurre decirle a mi marido “cariño. una cucharadita más que no has comido nada”.
Si por el contrario decidimos dar la comida triturada, no podemos pretender que cuando tengan dos o tres años queramos que coman calabacín a la plancha gustosamente si siempre lo han comido en puré junto con cinco verduras más porque realmente no saben cuál es su sabor, y tampoco creo que les haga mucha gracia que de pronto les pongamos un filete de pollo y que se lo coman entero y rapidito con lo fácil que había sido hasta ahora tragar la comida sin apenas hacer esfuerzo. Esto también hay que respetarlo, sobre todo porque no ha sido decisión suya.
Realmente este es un tema serio, está demostrado que muchos de los trastornos en la alimentación que surgen en la pubertad y adolescencia, así como la obesidad, que cada vez aparece más tempranamente, tienen su origen en los hábitos alimenticios que enseñamos a los niños desde bien pequeñitos, en obligar a comer, en hacerles ingerir más alimento del que su cuerpo puede tolerar, en no llevar una dieta sana, en hacer deporte, etc. Por otro lado, cuando hablamos de obligar a comer, no me refiero sólo a meter la comida en la boca de malas maneras, también obligamos a comer cuando insistimos una y otra vez en que coman un poco más, cuando chantajeamos o amenazamos con dejarles sin postre o sin parque, o cuando les aseguramos que se quedarán chiquitos y enfermarán si no comen verdura.
Hay que reaprenderse en esto de la comida. Los padres lo hacemos con la mejor intención, queremos que nuestros hijos estén sanos y que coman de todo, pero comer sano y de todo no es que coman una gran variedad de alimentos de todos los grupos alimenticios. Nosotros tenemos un hijo alérgico al huevo, al pescado y a las nueces. Con él hemos aprendido mucho porque a diferencia de mi hijo mayor, come menos variedad de alimentos, le cuesta probar cosas nuevas, siempre pone por delante el “no me gusta” y come muy poca cantidad. Claro, todo esto unido a la dieta exenta de los alimentos a los que es alérgico pues me ha traído más de un quebradero de cabeza. Hace un par de meses, en un taller sobre alergias, una ponente nos explicaba que los niños no necesitan comer muchos tipos de alimentos diferentes, que ellos no tienen esa necesidad, ellos son felices comiendo las cuatros cosas que les gusta y que si consumen algo de todos los grupos de alimentos estarán sanos y no tendrán carencias nutricionales. Quizás no son ellos, sino nosotros los que tenemos esa necesidad, y en nuestro buen hacer nos empeñamos en tener en la despensa cinco tipos diferentes de galletas cuando nuestro hijo no las ha pedido y además siempre te pide las mismas para merendar. Esto me hizo reflexionar mucho porque, como madre de niño alérgico, siempre me he esmerado mucho en que no se sintiera diferente por no comer todo lo que comemos los demás, aunque él directamente no me lo pidiera. Y mientras escuchaba hablar a esta mamá me acordaba de mi hijo cuando todas las mañanas le pregunto ¿qué quieres desayunar? Y él me contesta “lo de siempre mamá, cereales”.
En definitiva, en nuestra familia hemos cambiado mucho nuestra forma de pensar y de vivir el tema de la comida con nuestros hijos, y aunque reconozco que a veces me gustaría que comieran más variedad, más cantidad, que se animaran a probar, a innovar y a ser más creativos con la comida, lo que considero más importante y valioso para su vida es que mis hijos tengan una relación con la comida sana y positiva, que lo poco o lo mucho que coman sea sano y sobre todo que disfruten y disfrutemos compartiendo esos momentos tan enriquecedores para nosotros.